Ambientada en un futuro próximo, la novela de Solsona imagina un mundo asolado por la crisis climática y en el que la fertilidad ha caído en picado a causa de una extraña alteración en el útero de las mujeres. En ese contexto, el estado ejerce un control absoluto sobre la natalidad. La protagonista, que fue adoptada de pequeña, arranca una investigación sobre sus orígenes que terminará estando relacionada con ese colapso global de un modo bastante imprevisible. “Yo tenía muy claro que quería que el telón de fondo fuese el límite del deseo de la maternidad: cuándo se rompe este límite, si es un derecho ser madre –que no lo es–, el control del otro cuerpo… pero cuando me puse con la historia, me pareció que la trama era sobre la búsqueda de una identidad y sobre lo importante que es conocer tus orígenes para poder construir tu propia familia. Tardé entre cuatro y cinco años en escribirla. Tenía muy claro el giro final de la novela, esto sí, pero para llegar a este giro final empecé a tejer esta historia de aventuras que vive la protagonista, ya en la edad adulta, buscando sus orígenes a través de encuentros con distintos personajes y paisajes”, explica la autora sobre el desarrollo de su ficción.

Esa inquietud por reflejar ciertas problemas y debates coyunturales relacionados con la maternidad nació de la propia experiencia personal de Solsona. “Yo pasé por un proceso de infertilidad durante cuatro años y me hubiera gustado haber leído literatura donde hubiera mujeres que pasaran por esto. Ahora hay muchas autoras que están rompiendo este tabú y se habla de manera un poco más abierta, pero en 2012, 2013, 2014… no tanto. Yo atravesé aquella experiencia muy sola; incluso con mis amigas, que sí que me procuraron acompañamiento, era muy distinto. Sentía mucha vergüenza, mucha culpa, sentía que no podía controlar mi cuerpo, que me estaba fallando a mí misma y a unas determinadas expectativas. Creo que si puedes ser madre a la primera, no vives este debate, pero cuando tardas tanto tiempo, sí que empiezas a pensar acerca de dónde viene este deseo. Me gustaría que Mammalia también fuera un acompañamiento a través de la ficción”, desea la escritora.

Tal y como adelanta Solsona, el final viene acompañado de un inesperado giro argumental que le da a la narración un ritmo muy cinematográfico, una inclinación que confirma la propia autora. “Tengo muchos referentes literarios, pero también relacionados con el cine. Entre los primeros, sin duda uno de ellos sería Mariana Enríquez, me gusta mucho cómo trata el terror de lo doméstico y de lo social. También Samanta Schweblin, me interesa cómo trata el horror y la maternidad. En el terreno de la autoficción me gusta Anna Starobinets, una escritora rusa que escribe terror con un punto de ciencia ficción más especulativa y cotidiana. Escribió una novela [Tienes que mirar, Editorial Impedimenta] sobre un aborto que sufrió y habla del cuerpo como un monstruo que no puedes controlar. Por otra parte, desde pequeña he sido muy cinéfila y creo que eso ha impregnado mucho mi escritura. Quizá mis referentes tienen que ver más con la parte atmosférica que con la trama. En ese sentido me gusta mucho la guionista Brit Marling que, además de encargarse del guion, protagonizó las películas I Origins y Another Earth, que tratan sobre la ciencia ficción más emotiva, pero a través de lo extraño”, reconoce la autora.