Manzanares abrió la tarde ante un toro, como el público, distraído. Es difícil abrir los carteles, y más en un ambiente tan festivo. Cuando toreaba con la derecha el toro lo prendió del costado, saliendo airoso pese a lo truculento de la imagen. El alicantino se vino arriba y dominó la embestida descompuesta antes de entrar a matar, cuando recibió otro varetazo.

Faena superior a su oponente y oreja tras estocada entera. Ortega se agarró al estribo para pasar al toro por alto destilando torería. Se venía el toro por dentro e improvisó en el tercio toreando de rodillas. Retazos ‘requetegarbosos’ y un macheteo añejo para chuparse los dedos. Media estocada y ovación con saludo.

A Borja Jiménez, que llegó para sustituir a Morante de la Puebla, le salió un magnífico cinqueño. Con el capote dejó una media iniciada en la Calle de la Gloria y culminada en la Puerta de Orihuela. Con ese aire de rey godo que le confieren sus cejas rubias, empezó por bajo incorporándose al instante para propinarle al toro una tanda poderosa. Digo que le propinó, porque Borja es un ‘devoratoros’. Exprimió a un extraordinario animal en redondo, con siete millones de pases por tanda. Se mostró siempre por encima del animal, con la lucidez propia del que está en el machito y se va ganando su puesto en las provincias con la verdad transparente de su entrega. Un pase de pecho precioso, dos cambios de manos rematados con donaire y alguna trinchera que le habrá granjeado mil partidarios. El público se puso en pie ante el estado de gracia de un torero con vocación de dictador. Unos tímidos silbidos insinuaron la posibilidad del indulto. A Borja, quizá, se le pasó por la cabeza, aunque finalmente asestó una estocada algo tendida que demoró la muerte de su oponente y se llevó con ella el rabo. Descabelló certero a la segunda y paseó dos orejas que seguramente le concedan un contrato cuando vuelva a llegar septiembre.

Manzanares tuvo pocas opciones. Una buena tanda con la derecha y un ceñido natural ante un toro que pasaba por allí. Ante un las pocas opciones de la res, Manzanares tomó el acero con resignación para dejar una buena estocada que le valió la oreja.

El parto de Juan Ortega debió prolongarse infinitamente, porque Juan todo lo hace despacito. Dos faroles de rodillas y cuatro verónicas para dejar los relojes sin pilas dándole trabajo a Monerri. Galleó por chicuelinas para dejarse toro crudo en el caballo. Genuflexo empezó Ortega a hacer el toreo. Con la mano derecha toreó ligando en redondo durante el rato que el toro le duró. Cuando se acabó la música del animal, siguió con la orfebrería para dejar unos molinetes abrumadores. Asier Goiria, director deportivo del Real Murcia, presenciaba la corrida junto a su entrenador: «Metemos a Juan Ortega de media punta y Borja de delantero centro». Pinturero, con un sentido de la medida exento de prisa (hoy es festivo), sin un aspaviento. Si a Ortega le dejan la Fuensanta llega al monte por cuaresma. Un par de arrimones no protestados por el buenazo del toro y una media agarradísima que le rodó sin puntilla. Dos orejas y una vuelta al ruedo en la que le echaron un pan de quince palmos, porque hasta el más fino estilista tiene derecho a hacerse un bocadillo de sobrasada. Merienda. Viva Triana.

Cerró la tarde un torito suelto en el primer tercio al que le vino bien el puyazo. Brindis de Jiménez al público para dar comienzo a su faena en la segunda raya, aunque rápidamente intentó sacarse al toro, lo que permitió mayor lucimiento. Se vino arriba el animal por el buen hacer del matador. Dejó la tela siempre puesta en la cara y el toro se creció, aunque la violencia atropellada de un calamocheo señal de poca fuerza impidió mayor lucimiento. Faena de mucho oficio y sin muchas opciones para un Borja imperial. Falló con los aceros y escuchó un silencio diametralmente opuesto al jolgorio popular en la Puerta Grande.

Junto al veterano Manzanares, los dos toreros sevillanos salieron a hombros en una tarde de descubrimiento para la afición murciana. Borja a mandar y Ortega a acompañar.