Javier Lorenzo

Miércoles, 17 de septiembre 2025, 07:00

Caía a plomo el sol sobre Garcigrande en este verano tardío que no sabemos si ya agoniza con temperaturas propias de hace un mes. Por el largo camino de entrada a la finca la polvareda deja la estela tras el coche sin rastro de esa esperada lluvia que no ha caído y ya esperan ansiosos los hombres de campo para garantizar la otoñada. El color pajizo domina el ambiente, que contrasta con el frondoso verde de las copas de las centenarias encinas. Apenas pasan unos minutos de la hora lorquiana y Justo Hernández pone en marcha un coche del ejército descapotable, que tiene preparado a la puerta de su casa, en el que vamos a ir al reencuentro con Buenasuerte. Llegó de nuevo a la finca el domingo por la noche, tras poner La Glorieta en pie y convertirse en el primer gran protagonista de la Feria y en el cuarto indultado de la historia de esta plaza (1893). Dos de ellos llevan el sello de Justo Hernández. Está en el cercado anexo a la plaza cubierta, a las corraletas, a las que ahora entra y sale para las curas pertinentes y diarias. Del morrillo le chorrean los antibióticos y pomadas que hidratan y fomentan la curación para sanar las heridas que han dejado semiabiertas aún para que supuren. El spray azul que tiñe la pelota evitará las moscas y bichos que quieran anidar donde no deben. El número 61 del guarismo 1 de Garcigrande sestea en solitario, todavía con el pulso agitado del frenesí y el fragor de la lidia de la que no se habían cumplido 24 horas. En el mismo cercado, una pareja de jóvenes cabestros le comen la ración diaria de pienso del comedero. Buenasuerte no quiere compañía y parece meditar su gloria con una mirada pastueña y noble que enamora. Hoy parece todavía más guapo que ayer. En esa paz del campo, más si cabe. La entrada del coche al pequeño cercado le pone en alerta. El silencio absoluto lo invade todo, mientras una liebre lo atraviesa a toda velocidad en una escena que tampoco entenderían los antitaurinos y es la mejor lección de vida. Con un movimiento templado y pausado Buenasuerte estira sus manos para incorporarse y dar los primeros pasos mientras Justo coloca el coche poniéndole el toro en suerte a Almeida para que lo inmortalice. Y en cuanto fija la mirada el clac, clac, clac de la cámara de Angelito se adueña de todo. El toro es un verdadero espectáculo, por las redondas formas de su esqueleto, con sus 563 kilos tan bien repartidos, por sus cortas manos, por ese cuello descolgado y badanudo, por la mirada y por la forma de esa encornadura ligeramente acapachada y cornidelantera que vuelve loco a los toreros y al toro le da un trapío especial. Es mejor que Justo tome la palabra…

Buenasuerte, el toro de Justo Hernández de nuevo en la finca de Garcigrande.

Buenasuerte, el toro de Justo Hernández de nuevo en la finca de Garcigrande.

ALMEIDA

Hábleme del toro…

—Bueno, pues es un toro de un semental que el abuelo era un crack, un toro muy mío, un toro que marcó en su época el sello de Garcigrande. El padre ya era un poco menos agresivo en ese sentido, menos extremo. Y nos gustaba mucho. Ha echado toros, hermanos de este, muy buenos. Me interesaba mucho, vista la reata dudé si merecía la pena lidiarlo o tentarlo para semental… Pero no se puede torear en casa todo lo que te gusta porque no lidiaría festejos. Luego, fíjate ¡qué suerte! Fue algo maravilloso.

¿Qué fue lo que más le gustó?

—Que fue muy bravo, su duración, clase, con mucha clase. Embestía por fuera, muy colocado, para sentirse y sentir el toreo, iba muy metido siempre en los vuelos de la muleta y salía con mucha facilidad. Tenía agilidad el toro para permanecer en la lidia y que esta tuviera vibración y emoción. Y luego tuvo esa clase y ese decir, mira yo me voy a entregar y luego tú decides si te pones o no te pones.

Y Emilio de Justo se puso…

—Lo vio muy pronto. Decidió tirar la ayuda de la muleta para no tener ventajas y torearlo con mucha verdad y pureza. Todo fue a más, a más, a más. Fueron creciendo los dos. El toro se puso cada vez más a gusto en su colocación en la muleta, en las embestidas. Me encantó todo.

Dos momentos de la faena de Emilio de Justo con Buenasuerte del diestro Emilio de Justo, que se abraza con Justo Hernández tras lograr el indulto en la Glorieta.

Imagen principal - Dos momentos de la faena de Emilio de Justo con Buenasuerte del diestro Emilio de Justo, que se abraza con Justo Hernández tras lograr el indulto en la Glorieta.

Imagen secundaria 1 - Dos momentos de la faena de Emilio de Justo con Buenasuerte del diestro Emilio de Justo, que se abraza con Justo Hernández tras lograr el indulto en la Glorieta.

Imagen secundaria 2 - Dos momentos de la faena de Emilio de Justo con Buenasuerte del diestro Emilio de Justo, que se abraza con Justo Hernández tras lograr el indulto en la Glorieta.

Cuando el presidente se dirigió al callejón para consultarle, pareció que usted dijo que no lo indultaran.

—¡No, al contrario! Yo lo que estaba diciendo era que no lo matara y creo que entendió que no quería que lo indultase. Pero yo, desde la cuarta tanda ya estaba loco con el toro. Ahí hubo un poco de lío y se perdió un tiempo que al final también vino bien para que el toro demostrara más cosas. El toro puso a todos de acuerdo.

Empecé la crónica del indulto escribiendo que no se qué más tiene que hacer Justo Hernández para que le saquen a hombros de La Glorieta…

—No, no, no… ¡por favor! Eso me da mucha vergüenza. Lo único que no me gusta del indulto es tener que salir a dar la vuelta al ruedo, pero Emilio insistió aunque ya le dije que estaba cojo y no iba a aguantar (risas). No importa que estés cojo vamos más despacio, me dijo. Me da muchísima vergüenza, solo faltaría tener que salir a hombros algún día. Me muero.

Ha hablado de ese toro señalándolo como uno de los astados que puede marcar no solo su ganadería si no el toro del futuro. Explíquelo.

—Creo que la evolución en la ganadería en general es palpable, cada vez embisten más los toros y parece imposible mejorar; pero me imagino que llegará algún ganadero capaz de darle una vuelta más a la embestida: Yo lo intento, pero me cuesta trabajo ver toros mejores que Buenasuerte. No sé si hemos tocado techo, o si ahora el techo está aquí y saldrá otro aún mejor, pero me va a costar trabajo solo pensar en qué se puede mejorar.

El toro Buenasuerte, otra vez en los cercados de la finca de salmantina de Garcigrande, donde Justo Hernández recibió a LA GACETA

ALMEIDA

Imagen principal - El toro Buenasuerte, otra vez en los cercados de la finca de salmantina de Garcigrande, donde Justo Hernández recibió a LA GACETA

Imagen secundaria 1 - El toro Buenasuerte, otra vez en los cercados de la finca de salmantina de Garcigrande, donde Justo Hernández recibió a LA GACETA

Imagen secundaria 2 - El toro Buenasuerte, otra vez en los cercados de la finca de salmantina de Garcigrande, donde Justo Hernández recibió a LA GACETA

Para todos, la obligación de uno es mejorar lo que se hizo ayer…

—¡Claro! Somos responsables de marcar la evolución del toro a base de crear una idea y luego plasmarla. A mí se me está acabando la imaginación… ¿Qué más se le puede pedir?

Hay quien critica la salida suelta del chiquero o la pelea del caballo.

—El toro tenía una condición extraordinaria en todos los tercios. Sería cuestión de echarle tiempo y verlo. No sé qué necesitan probar y quién está en contra de que no tenía esa condición. Si alguien no lo vio, habría que hacerle otro examen al toro pero, en el examen que se le hizo, creo que lo demostró. Fue una vez al caballo pero toda las veces que se hubiera puesto hubiera empujado porque en la muleta no se cansó. Entonces era cuestión de ponerle diez veces al caballo y no hay necesidad. Se le veía la condición que la tenía. No entiendo las pegas. No sé si me explico, una cosa es la prueba y otra cosa la condición del toro y creo que demostró a todos que era un toro con unas cualidades excepcionales.

Buenasuerte acudiendo al caballo que montó Germán González en la única vara que tomó.

Buenasuerte acudiendo al caballo que montó Germán González en la única vara que tomó.

ALMEIDA

¿Y qué hacemos con el caballo?

—Si es que el toro cuando se le pone al caballo no sabe qué es el caballo. Él va porque acomete a aquello y cuando se le pone a la muleta, acomete con la misma intención. Él no es consciente de qué le provoca la embestida. No entiendo que un toro se comporte de distinta manera en un sitio u otro. ¿Qué pasa? Que el caballo hay que medirlo porque si no se le mermaría en exceso su condición para la lidia. En el caballo se implantó el peto para ahormar el toro porque llegaban a empujar al caballo, cuando en este se medía la bravura del toro. El picador protegía al caballo para que el toro no llegara a empujar al caballo. Entonces han cambiado las normas porque se implantó el peto hace 80 o 90 años y se quiso que el toro romaneara en el caballo como antes no hacía. Ahora claro, no se le puede pegar a un toro ocho puyazos romaneando, empujando, porque se muere. Antes sí, antes se le pegaban ocho picotazos, si no empujaba al caballo podría ir 8, 10, 15, el toro ahora aguantaría 20 puyazos de los que dicen los puristas que evidentemente no lo vieron, lo han leído o se lo contaron, pero con ese razonamiento demuestran que no conocen.

Buenasuerte surge en una temporada genial… a falta de Logroño, Sevilla y Madrid, ¿a qué nivel coloca la temporada respecto a otras?

—Están pasando cosas muy importantes, que están sonando mucho. La verdad es que la aparición de Morante de la Puebla en este año, como está, te hace parecer que es una dimensión superior pero, claro, el año pasado no estaba Morante en este nivel. Creo que es más la aparición de ciertos toreros con esa capacidad, a que haya habido un cambio. Hay una evolución en la ganadería, cada vez va mejor; pero un cambio tan radical como el que parece no es. Es una evolución más progresiva, que esperemos siga en el tiempo.

Decían que sin El Juli se iba desmoronar Garcigrande…

—Sí, me hace mucha gracia, porque hablabas con los toreros y decían que era una ganadería hecha por El Juli y para El Juli, una ganadería para un torero poderoso, de mano baja, que podía y exigía mucho. Un toro que solo le valía a él. Que otros toreros no les iba ese toro tan exigente, y ahora estoy a un paso de que digan que solo le vale a los artistas.

Justo Hernández, con dos indultos en La Glorieta

Con el indulto de Buenasuerte el pasado domingo, Justo Hernández ya tiene dos toros de pañuelo naranja en La Glorieta. Aquí aparece el ganadero de Garcigrande en su casa, entre toros históricos de su ganadería: a la derecha, Higuero (el otro indultado en Salamanca, 2016), al fondo a la derecha Orgullito (indultado en Sevilla, en la feria de Abril de 2018) y a su lado Chumbo, el otro toro de El Juli aquella tarde al que le cortó las dos orejas. Y a la izquierda de la imagen, Pasmoso, el toro que indultó López Simón en Valencia (en la feria de Fallas de 2017).

Ya es el único con dos indultos en esta plaza, ¿qué diferencia hay entre Higuero (2016) y Buenasuerte, casi diez años después? ¿Cómo ha cambiado el toro en esta época?

—Mucho. Este toro te permite torear, a día de hoy, como los toreros quieren y sueñan. Es un toro para torearlo y entusiasmar a la gente y para marcar una diferencia abismal. Ojalá sea capaz de transmitir a sus hijos, las condiciones que tuvo. Ojalá porque creo que es un toro que puede marcar el futuro de mi ganadería.

Y de Higuero, ¿qué me dice?

—El recuerdo es imborrable. Habíamos tenido tardes importante en Salamanca pero ahí vi La Glorieta hervir como nunca. Fue muy emocionante ver al público entregado y medio llorando. Se abrazaban y nos decían cosas bonitas. Hasta entonces nunca había sentido ese cariño y entrega de Salamanca como ese día. Me emocionó porque fue la primera vez que me sentí muy querido en Salamanca. Ahora ya el reconocimiento y el cariño es abrumador.

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