“En la vida de un escritor y, de hecho, en la de cualquiera, todo se convierte inmediatamente en un relato, una historia y una novela”, afirma Nicolas Mathieu (47 años /Épinal, Francia, 1978). Y eso incluye al amor, sobre todo el amor que tantos relatos silenciosos crea en la mente del amado y del amante, en especial, si uno de los dos no recibe lo que espera y, más aún, si ese amor es clandestino y ese amante quiere gritar su felicidad-dolor a todo el mundo; sin tapujos, sin máscaras, sin prejuicios, el sentimiento amoroso pasional al desnudo. La vida desbordada y raptada por un sentimiento.

De esa experiencia surge El cielo abierto (ADN Novelas), el cuarto libro de Nicolas Mathieu, ganador del Premio Goncourt 2018 con Sus hijos después de ellos. Una obra donde el escritor francés desvela su inclinación inevitable a la nostalgia y la melancolía y funde su vorágine de sentimientos y su metamorfosis en tres estadios:

la experiencia de un amor, una pasión y una relación vividas con una mujer casada, lo cual lo convirtió en un amante clandestino en el territorio donde se trenzan la felicidad y la espera de la promesa que se transforma en dolor;

una vorágine de sentimientos que lo desbordaron y convirtieron en un manojo de dudas, inseguridades y preguntas que desembocaron en una especie de consuelo que buscaba alivio al contar al mundo, tal cual, todo lo que sentía y vivía a través de su cuenta de Instagram, el amor, la pasión, el miedo y la incertidumbre en ebullición;

y la manera como trató de nombrar y poner palabras a aquello que parecía no tenerlas, hasta llevarlo a predios de la escritura en un híbrido literario de emociones en marcha a través de la forma del diario, del pensamiento, del ensayo, de los relatos, de los recuerdos, de las anécdotas, de las historias personales e íntimas y a su alrededor.

Nicolas Mathieu reelaboró esa experiencia única, pero que casi todo el mundo reconoce, ha vivido o vivirá para confirmar lo que canta Nancy Sinatra en Solo se vive dos veces, compuesta por Leslie Bricusse: “Solo se vive dos veces, o así parece: / Una vida para ti y otra para tus sueños”.

El cielo abierto muestra uno de los laberintos del amor-pasión, de las sombras del desamor, del sentirse mendigo de amor, de conocer a fondo la vulnerabilidad y fragilidad de una persona. Deja testimonio de cómo el amor y sus dudas recorren nuestros circuitos emocionales y cerebrales, de tal manera que puede crear alucinaciones, espejismos y cortocircuitos. Y de cómo ese sentimiento amoroso conecta a la persona con otro punto de vista donde redescubre el mundo y a las personas que lo rodean. El cielo abierto va más allá de lo amoroso para hacer una revaloración de la vida corriente, de los detalles, de lo pequeño, de lo sencillo, de lo que en apariencia no tiene importancia, de los agobios, de la espera, de la espera, de la espera… Y que cuando cree que ha tocado fondo por aquella relación amorosa descubre que solo es un suelo falso que amortigua la caída.

Nicolas Mathieu es una persona que cree en que hay que vivir con gran intensidad cada día y cada emoción, y a la búsqueda del alto voltaje del enamoramiento, la pasión y el amor.

Es hijo de una contable y un mecánico, de la clase media trabajadora. Sabe de la ruptura del romance de una época obrera con la industrialización porque empezó a desmontarse y a vivir de esperanzas. Eso fue lo que narró en su premiada Sus hijos después de ellos, la vida como un rosario de promesas incumplidas en la clase media y baja. Pero sus padres hicieron todo lo posible por darle los mejores estudios para que no tuviera que repetir aquella vida inestable de eternos adioses.

Estudió Historia en Nancy, luego Cinematografía en Metz y viajó a París para dedicarse a la Historia del arte. Empezó una serie de trabajos precarios, hasta que en 2014 debutó con la novela Aux animaux la guerre (A los animales la guerra), un éxito que se potenció cuando la adaptaron a serie de televisión. Cuatro años después obtuvo el Goncourt con Sus hijos después de ellos con la que dio el salto internacional y en 2023 publicó Connemara.

La sensibilidad poética de Nicolas Mathieu para entrelazar realidad, sentimientos, sueños, pensamientos y literatura encuentra en El cielo abierto un espacio autobiográfico donde lo más íntimo y sincero se convierte en ficción, como lo desvela por correo electrónico:

El escritor francés Nicolas Mathieu en Madrid en 2019. /Fotografía WMagazín

Winston Manrique Sabogal. ¿Le gusta la poesía? ¿Qué poetas lee o son sus favoritos? ¿Escribe poesía?

Nicolas Mathieu. Intento leer un poema al día, al menos. Nutre todo lo demás. Es el lugar de la literatura donde la incandescencia del lenguaje se lleva al máximo. Como cualquier joven francés, conservo las grandes reverencias de la escuela: Baudelaire y Rimbaud. Y muchos otros: Aragón. Juarroz. Pessoa. Ajmatova. Mandelstam. René Char. Etcétera.

 

W. Manrique Sabogal. Si echa la vista atrás, ¿cómo ve o qué siente por aquel Nicolas Mathieu que vivió aquellos sentimientos amoroos y pasionales que luego compartió en Instagram, y que convirtió en el libro El cielo abierto? ¿Si pudiera, qué le diría?

Nicolas Mathieu. No siento nada en particular. Sé que la pasión es un estado patológico. Que, para mí, esta enfermedad exigía palabras. Que quería complacer, celebrar y unir a la gente a la vez. Sé que este estado siempre es posible y que puede engendrar belleza, exceso e infelicidad.

 

W. Manrique Sabogal. ¿Compartir aquellas vivencias íntimas para qué le sirvió? Y, después, ¿reelaborar esos textos para este libro qué le ha aportado?

Nicolas Mathieu. Compartir estos textos fue una forma de decirle a una mujer: Mira lo que siento. Y, también, una forma de convertirlos, inmediatamente, en ficción. En la vida de un escritor, y de hecho en la de cualquiera, todo se convierte inmediatamente en un relato, una historia y una novela. Con estos textos les conté, desde un punto de vista poético, lo que estábamos experimentando. Nuestra historia se volvió novelesca porque le puse palabras.

Al releerlos, me impresiona la desvergüenza y, también, la presciencia de estos textos, que llevan en sí el anuncio del fin.

W. Manrique Sabogal. Novelas suyas como Sus hijos después de ellos retratan una realidad, un tiempo, en lo que quedan las promesas. En El cielo abierto habla de otra realidad, de una más íntima y común a todas las personas con sus momentos luminosos y sombríos.

Nicolas Mathieu. No creo que sean antagónicas. De hecho, en estos textos de El cielo abierto encontramos muchos temas que ya estaban en mi tercera novela, Connemara.

Cada vez, se trata de encontrar las palabras adecuadas, las más precisas, para decir algo sobre nuestras vidas. Y, al buscar lo más íntimo, tocar algo colectivo.

 

W. Manrique Sabogal. El tiempo y el amor son dos conceptos transversales de la vida presentes en este mosaico o rompecabezas de textos. Su libro escenifica varias clases de amor, en especial uno muy poderoso: el amor-amor, y esto me lleva a preguntarle: ¿Es el amor una medida de tiempo?

Nicolas Mathieu. No estoy seguro de haberlo pensado en esos términos, pero tu pregunta me lleva a eso. Así que sí, quizás el amor sea una medida de tiempo, primero porque tiene un principio, un final, variaciones, desgaste y resurgimiento. Segundo, porque nuestras vidas están marcadas por diferentes amores. ¿Quién no recuerda el primer flechazo en el colegio, el primer beso, el primer flirteo, las grandes historias que, a veces, nos ocupan durante años, nos vuelven locos y luego se desvanecen, tanto, que las miramos por el retrovisor y nos preguntamos qué demonios me pasaba? Proust tiene eso.

Y, entonces, un día, definitivamente, habrá tiempo para un último beso y, probablemente, ni siquiera lo sepamos.

 

W. Manrique Sabogal. ¿El amor sucede más en la mente que en la vida real?

Nicolas Mathieu. No soy dualista. No distingo entre alma y cuerpo, espíritu y realidad. Todo está inextricablemente entrelazado, es permeable; todo afecta, contamina y se interpenetra. El amor es un flujo donde todo se funde, tanto nuestros sueños como las manifestaciones de la piel.

 

W. Manrique Sabogal. En El cielo abierto crea un fresco sobre cómo el amor nos puede convertir en mendigos y nos recuerda lo vulnerables y frágiles que somos, ¿mejor vivir esa intensidad a no vivir el amor?

Nicolas Mathieu. ¡Claro que sí! En este punto, por una vez, soy categórico. Debemos aprovechar cada oportunidad a lo largo de nuestra vida para ejercer nuestro poder, como diría Spinoza. Y el amor es una forma privilegiada de llevar al límite las intensidades de las que somos capaces. Siempre debemos tomar nuestras decisiones desde la perspectiva de nuestro lecho de muerte. En ese momento puede ser terrible, doloroso, incluso destructivo. Pero un día, recordaremos todo esto.

No habrá nada que lamentar. Habremos corrido el riesgo, intentado existir.

Es la famosa frase de Valéry: “El viento arrecia, hay que intentar vivir”.

 

W. Manrique Sabogal. Hábleme de los recuerdos, la nostalgia y la melancolía, tan presente en el amor, tan presente en su escritura y en su vida.

Nicolas Mathieu. Es un tema amplio. Creo que mi predisposición, mi inclinación, es la del futuro perfecto. El “habrá sido”, es decir, considerar el presente desde un futuro donde, obviamente, lo que fue ya no es. Para mí, este es el principio mismo de una mente melancólica. Y, por eso, también, escribí sobre estas historias de amor, las tardes escondidas, el desamor, la familia, las rupturas, las reconciliaciones. Porque siempre me proyecto hacia un más allá, que tiñe la vida con una especie de sombra, una melodía triste, pero muy hermosa, que también amplifica la profundidad de lo vivido.

 

W. Manrique Sabogal. Vuelvo al Tiempo: si en Sus hijos después de ellos recrea la transición de varios asuntos que muestran el paso del tiempo, en El cielo abierto es la transformación continua de un sentimiento como el amor, por un lado, como paso del tiempo.

Nicolas Mathieu. Creo que el tiempo es el protagonista de mis libros, lo cual no es nada original. Cada vez, hay mecanismos, maneras de experimentar su paso, lo que nos hace a nosotros, a nuestros cuerpos, a nuestros sentimientos, a nuestros padres, a nuestros hijos, etcétera.

 

W. Manrique Sabogal. Y el otro punto relacionado con el Tiempo y con otra clase de amor, presente en su libro, es la manera como los hijos ven pasar el Tiempo en sus propios hijos, pero, sobre todo, en cómo, muchas veces, nos convertimos en padres de nuestros padres.

Nicolas Mathieu. Sí, en la mitad de nuestras vidas, alrededor de los cuarenta, me encuentro con que nos enfrentamos a experiencias particularmente crueles. Nuestros hijos, que tanto dependían de nosotros, que a menudo nos agobiaban con sus incesantes necesidades, sus ritmos y su insistencia, de repente, se convierten en algo más. Ya se nos escapan. Lo soñábamos. Está sucediendo. Y sigue siendo doloroso. Al mismo tiempo, nuestros padres, contra quienes luchamos tanto para convertirnos en adultos, en cuya fuerza afinamos nuestra voluntad, se hunden, a su vez, en la era de la dependencia. Vemos cómo sus fuerzas disminuyen. Sus cuerpos se vuelven más lentos, más vaporosos, sufrientes, impotentes. El tiempo, haciendo su trabajo. Algo muy profundo está en juego aquí, una experiencia universal e intemporal. Algo en ella nos quiebra y revela un poco de la verdadera naturaleza de nuestra existencia. Es un sufrimiento y una alegría, si tan solo pudiéramos expresarlo con palabras. El sufrimiento de lo que se pierde, la gran alegría de comprender nuestra condición y poder expresarla. Se llama literatura.

 

W. Manrique Sabogal. Toni Morrison se lamentaba en una entrevista que le hice en 2011 de que “Hoy, en nuestra sociedad, observamos más el amor con los lentes del sexo”. ¿Qué opina?

Nicolas Mathieu. No lo creo. Digamos que las relaciones se han convertido en bienes de consumo como cualquier otro. Relaciones, pero no amor. En todas partes, la gente sigue amándose con locura y se arraiga en el otro, permitiendo que otro se arraigue en ellos, convirtiéndose en el centro de sus vidas. Barthes define el amor así, en Fragmentos del discurso de un amante:

“El amor es la absurda suposición de la dependencia”.

Seguimos ahí. El sexo se ha vuelto independiente del amor. Es más fácil, ofrece una satisfacción más inmediata. Se intercambia cada vez más rápido, a través de las páginas de citas, las redes sociales y las oportunidades de encuentro que ofrecen las ciudades cada vez más grandes, donde cada vez tenemos menos tiempo. Pero eso no destruye el amor. Siempre dependeremos de alguien que sea como nuestra madre. Desde la cuna, lo anhelamos y hacemos que el mundo gire en torno a él.

 

W. Manrique Sabogal. ¿Cuál es la principal transformación que ha detectado, en los últimos años, frente al amor en su percepción, búsqueda, sueño y realización?

Nicolas Mathieu. No soy sociólogo, pero lo que me parece muy diferente es la omnipresencia del teléfono, las redes sociales y los algoritmos de afinidad. Nos conocemos más rápido. Sabemos más rápido con quién estamos tratando. Nunca estamos realmente privados del contacto. La otra persona siempre está a un clic de distancia. Puedes contactar con casi cualquier persona.

 

W. Manrique Sabogal. Este libro, también, es una reivindicación de la belleza de lo cotidiano y de lo sencillo, justo en un momento donde se tiende a publicitar lo contrario.

Nicolas Mathieu. Ha sido parte de mi proyecto literario desde el principio: mostrar la grandeza de lo aparentemente desprovisto de ella. Por ejemplo, un simple centro comercial. Mostrar la belleza de lo común, de lo cotidiano, en gestos que no parecen gran cosa. Resaltar, exhibir la profundidad de actos y vidas que parecen banales. El heroísmo no es exclusivo de tragedias, epopeyas o sagas. Se puede detectar en cosas mucho más triviales.

El escritor francés Nicolas Mathieu, en Madrid en 2019 /Fotografía WMagazín

W. Manrique Sabogal. ¿Cuál es el primer recuerdo que tiene, en su infancia o adolescencia, de haber sido consciente de estar ante algo bello?

Nicolas Mathieu. Es una pregunta difícil. Quizás empezó a través de un animal. Un gato. Pero también recuerdo, de adolescente, el dolor que sentía al mirar el perfil de una chica, o sus manos, sus pies cruzados bajo la silla, el éxtasis y el dolor que me provocaba. Quizás eso es la belleza, algo que siempre supera nuestras fuerzas.

 

W. Manrique Sabogal. ¿La inteligencia artificial está cambiando nuestra concepción de la belleza y de la literatura?

Nicolas Mathieu. Sí. Creo que la inteligencia artificial es una revolución que está más o menos al mismo nivel que la invención de la escritura o su democratización. Inicialmente, Platón y Sócrates condenaron el uso de la escritura. Algo del logos, relacionado con el habla, se perdería, según ellos. Creo que nos resistimos, pero en vano. La IA se impondrá en todas partes y lo cambiará todo. Hablaba de ello este verano con un amigo que me dijo: “Quizás tu trabajo, algún día, consista en formular el mejor tema posible para que una IA genere literatura”.

 

W. Manrique Sabogal. ¿Por qué tenemos esta necesidad de amar?

Nicolas Mathieu. Porque somos seres de apego. El contacto piel con piel con nuestras madres al principio, hasta nuestro último aliento, eso es lo que buscamos: un poco de esa calidez sin la cual la vida es imposible.

 

W. Manrique Sabogal. Usted es un escritor prestigioso, ¿qué opina o cómo se siente sobre que algunos medios de comunicación o personas antepongan a su nombre el de su nuevo amor, Charlotte Casiraghi?

Nicolas Mathieu. Nada. Ya no pienso en ello. Aro mi surco.

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