Crítica de Las delicias del jardín, la nueva película de Fernando Colomo coescrita junto a su hijo Pablo y en la que ha contado con Carmen Machi, Brays Efe o Antonio Resines.
Fernando Colomo es, en sí mismo, una suerte de caleidoscopio: pintor, arquitecto, productor, cineasta… Artista, en suma, de esos a los que les gusta crear trampantojos en los que perderse. Y así lo hace de nuevo en Las delicias del jardín, película que escribe y protagoniza junto a su hijo Pablo, convirtiéndose así en alumbrador del proyecto y protagonista autoficcionado.
A estas alturas, es también un proyecto con el que reafirma su libertad creativa. Hacer cine es caro y difícil hasta para él. No en vano, en la presentación oficial de la película, expresaba lo difícil que le había resultado financiar ésta, la número 27 dentro de su filmografía, y cómo le ha pedido a su director de fotografía José Luis Alcaine que salga de su área de confort y grabe con móviles.
El experimento queda muy lejos del de Danny Boyle en 28 años después, como es obvio, porque aquí la tecnología es una herramienta que se utiliza sin florituras ni buscar un aspecto visual radicalmente diferente, solo para aprovechar el espacio y la luz al máximo y sacarle a los intérpretes actuaciones más improvisadas y naturales.
Es una de las ventajas primordiales (junto con el ahorro enorme de costes) que supone grabar así: es fácil moverse entre los personajes, aprovechar casi cualquier resquicio y a la vez favorecer su libertad de movimiento y exprimir sus destrezas a la hora de salirse de la planificación para aportar cosas nuevas y hacer suyos los personajes.
¿De qué trata la película?
Las delicias del jardín nos presenta a Fermín (Fernando Colomo). un exitoso pintor en el ocaso de su carrera a quien empieza a temblarle la mano.
La falta de ingresos lo obligará a mudarse al estudio que comparte con su amigo, el exitoso artista Javier (Javier de Juan, autor del cartel de la película, por cierto) en un viejo garaje, al que a los pocos días llegará su hijo Pablo (Pablo Colomo), también pintor.
El joven, bastante bohemio, regresa de un largo viaje a India y se instalará con él mientras ambos se buscan la vida para salir adelante. Sus miradas opuestas ante el arte y la vida no tardarán en causar estragos en su convivencia.
Pepa (Carmen Machi), galerista, madre de Pablo y exmujer de Fermín, aparece con una propuesta para rescatarle: un concurso millonario para versionar El jardín de las delicias de El Bosco.
Es entonces cuando Fermín se ve en la necesidad de pedirle ayuda a Pablo, puesto que no está en condiciones de llevar a cabo el trabajo por sí mismo. Padre e hijo tendrán que aparcar sus diferencias ante este reto que podría ayudarles a salir de su precaria situación.
La mejor manera de abordar el visionado de Las delicias del jardín es dejándose llevar por las situaciones porque se nota mucho que no ha contado con un guión cerrado desde el comienzo del rodaje y que se le ha ido dando forma a la película con el paso del tiempo.
En gran parte parafraseando visualmente experiencias propias, la trama se desenvuelve a través de diálogos entre los personajes: es una cinta muy discursiva y reflexiva en la que el Arte y las relaciones sociales (sentimentales, en la mayoría de los casos) pueblan las conversaciones acaloradas en las que cada cual tiene su propia visión de los temas.
Es una película divertida aunque también tenga su puntito transgresor, tan propio del cine de Colomo. No es que busque ser políticamente incorrecta per se, sino que trata de ser estimuladora a nivel intelectual sin descuidar el plano de lo absurdo. En pocas palabras: no se trata a sí misma demasiado en serio, algo que le sienta muy bien porque la despoja de pretenciosidad.
La idea es pasar un buen rato, que está asegurado gracias a los cameos de Brays Efe, María Hervás, Luis Bermejo o Antonio Resines y al trabajo de Carmen Machi, que está tanto o más desatada que en Furia, pero sin dejar pasar la ocasión para echarle una pensada a temas candentes en el mundo del artisteo como el síndrome del impostor, el discurso dominante, la superficialidad o la hipocresía
Algo así como lo que pretendió hacer la serie Bellas Artes, pero con mucha menos mala leche y más comprensión de la naturaleza humana.
VALORACIÓN: Las delicias del jardín es uno de los proyectos más personales y traviesos de Fernando Colomo, con momentos hilarantes y otros casi anecdóticos.LO MEJOR: Las reflexiones sobre el arte y lo que supone para cada uno: un medio de expresión, una forma de vida, un vehículo hacia el éxito social…LO PEOR: A pesar del intento de hacer algo distinto a nivel de fotografía, deja mucho que desear en el plano técnico.