Barcelona»Tiempo es cerebro», suelen decir los neurólogos sobre la necesidad de actuar lo más rápido posible ante un ictus. Para salvar la vida del paciente. Para minimizar su riesgo de sufrir secuelas que puedan provocarle una discapacidad neurológica y motora, tales como problemas en el habla o parálisis. Cuando un ictus interrumpe el flujo sanguíneo del cerebro –casi siempre de forma imprevisible– arrasa las conexiones cerebrales como gran incendio, impidiendo la nutrición de las células neuronales, que acaban muriendo. Cada minuto que pasa, el afectado pierde unos 2 millones de neuronas y unas 14.000 conexiones neuronales. El ictus provoca daños irreversibles en el tejido afectado, y en la actualidad no existen terapias para repararlo. ¿Pero qué pasaría si se lograra tratar específicamente la zona dañada y recuperar su función? Un grupo internacional de investigadores lo ha logrado con un método pionero: un trasplante de células madre.
Científicos de la Keck School of Medicine de la Universidad del Sur de California (USC), la Universidad de Zúrico (UZH) y el ETH Zúrico (ambas en Suiza) han ensayado una terapia experimental basada en el trasplante de células madre yPS (o célula madre creada en el laboratorio a partir de células adultas que se reprograman genéticamente para recuperar características propias de las células madre embrionarias. En un artículo publicado este martes en la revista Nature Communications, los investigadores describen cómo han generado estas células madre de origen neuronal (que pueden madurar hasta convertirse en neuronas) y las han trasplantado al tejido cerebral dañado de ratones, a los que indujeron un ictus permanente.
Después de cinco semanas, los científicos han podido comparar la recuperación de estos mamíferos con un grupo de ratones de la misma camada, también con secuelas de ictus, pero que se sometieron a una cirugía y no al trasplante, y han podido constatar que en este período es factible regenerar el tejido cerebral. De hecho, destacan que la mayoría de las células madre se transformaron en neuronas, e incluso se comunicaron con las células cerebrales ya existentes. «Los ratones tratados también tenían menos escapes de la barrera hematoencefálica, que es importante para la función cerebral normal y actúa como filtro para mantener las sustancias nocivas fuera del cerebro», explican. Además, confirmaron que los ejemplares habían recuperado significativamente las habilidades motoras finas una vez evaluadas sus capacidades para andar y escalar.
Nuevas neuronas y nuevas conexiones
Casi nueve de cada diez casos de ictus son isquémicos, es decir, causados por la restricción del flujo sanguíneo en el cerebro, y el tratamiento de referencia actual que rompe los coágulos de sangre debe administrarse en un plazo de cuatro horas y media después de la aparición de los síntomas. «Hay muchos pacientes que no pueden recibir el tratamiento agudo y sus vasos sanguíneos se quedan bloqueados», explica el profesor asistente de fisiología de investigación y neurociencia en la Facultad de Medicina de Keck y coautor del estudio, Ruslan Rust. «Es esencial buscar nuevos enfoques terapéuticos para la posible regeneración cerebral después de enfermedades o accidentes», coincide Christian Tackenberg, jefe científico de la división del grupo de neurodegeneración del Instituto de Medicina Regenerativa de la UZH. Y con este ensayo, el equipo internacional ha demostrado que las células madre neuronales no sólo forman nuevas neuronas, sino que también son capaces de inducir procesos de regeneración.
Joan Vidal, médico rehabilitador del Institut Guttmann –que no ha participado en la investigación–, asegura que esta línea de investigación basada en el trasplante de células madre es «de las más prometedoras» que existen para enfermedades neurológicas y medulares, junto con la estimulación y la neuromodulación liderada en Europa por los centros de investigación de Lausana (Suiza). En el caso de las células madre, el experto catalán destaca que en un modelo animal como son las ratas, cinco semanas se consideran un período suficientemente significativo, por lo que califica las conclusiones de «espectaculares». «Son muy buenas, tanto en los tejidos, en los estudios más microscópicos, como en todo el proceso de mejora de la inflamación: hay un mejor crecimiento de neuronas y vasos, más conectividad… Estos investigadores han alargado la vida de los animales y ha habido cambios funcionales observables», resume.
Otro nuevo descubrimiento fue que el trasplante de células madre funciona mejor cuando no se realiza inmediatamente después de un ictus sino una semana más tarde, tal y como verificó el segundo estudio. «La fase subaguda crónica es la que seguramente nos interesa más, porque servirá para tratar las secuelas de aquellos pacientes que han quedado con secuelas de por vida. Aquí la terapia celular puede restituir toda esta circulación sanguínea y regenerar el tejido para que después, con un proceso largo de rehabilitación, el paciente se pueda recuperar».
Un ensayo continuado
El equipo colaborativo está investigando actualmente otras formas de aumentar la actividad en las vías identificadas en el estudio y evaluando los resultados del trasplante en ratones durante períodos superiores a cinco semanas. «Si podemos ayudar a la gente trasplantando células madre a un paciente humano con ictus, queremos que las células estén allí durante el resto de su vida. Por eso nuestro objetivo sería observar toda la vida de un ratón y ver qué ocurre con las células, así como ver si esta recuperación se mantiene o incluso mejora», concluye Rust.
Vidal, aunque apela a la prudencia porque todavía queda lejos que la terapia celular descrita este martes sea segura y utilizable en humanos, considera que esta aportación «es clave» para desarrollar estudios preclínicos que allanen el camino antes de que se puedan probar en personas. «La gran aportación que nos hace este grupo es la reprogramación de las neuronas para que puedan crecer y regenerar el tejido afectado. Estoy convencido de que nos servirá de base para poder hacerlo con personas más adelante», concluye el médico, que recuerda que en Catalunya hay anualmente cerca de 14.000 ictus.