Autor: Allan Ahlberg
Ilustrador: André Amstutz
Traductores: Sandra y Óscar Senra Gómez
Editorial: Kalandraka, 2025
Edad recomendada: A partir de 3 años

Para los que crecimos con estos libros, es reconfortante volver a encontrarse con los esqueletos más simpáticos de la literatura infantil. Noche de golpes (Bumps in the night, 1993), parte de la mítica serie Funnybones que Allan Ahlberg y Janet Ahlberg iniciaron en 1980, llega ahora traducido al castellano por Kalandraka en un momento especialmente emotivo: apenas unos meses después del fallecimiento de su autor el pasado mes de julio.

Este es el tercer título de la serie Funnybones que Kalandraka ha publicado, tras ¡Qué risa de huesos! y Soñar con dinosaurios. Esta serie, que alcanzaría los 9 títulos, nació de la genial intuición de los Ahlberg de transformar lo que tradicionalmente asusta a los niños —los esqueletos, la oscuridad, los ruidos nocturnos— en una fuente inagotable de humor y ternura. Su longevidad se explica seguramente porque representan ese equilibrio perfecto entre lo familiar y lo extraordinario que caracteriza a los clásicos contemporáneos.

Allan Ahlberg, que se crió en una familia sin acceso a los libros, desarrolló a lo largo de su carrera una sensibilidad especial para conectar con lectores de todas las edades. Su trabajo conjunto con Janet, fallecida en 1994, dio lugar a más de una treintena de obras. Tras la muerte de su esposa, Ahlberg continuó la serie con la colaboración del ilustrador André Amstutz, quien supo mantener el espíritu visual original mientras aportaba su propia mirada.

En Noche de golpes, nos reencontramos con el esqueleto grande y el esqueleto pequeño, esos personajes que funcionan como un dúo cómico atemporal. La premisa es aparentemente simple: ambos esqueletos no pueden dejar de chocar una y otra vez. Cada colisión provoca el lamento de uno u otro, y cuando la situación se vuelve insoportable, aparece el Dr. Huesos para intentar resolver el problema. Pero hasta la paciencia del doctor tiene un límite.

En la prosa de Ahlberg cada palabra está medida y el ritmo del relato imita el de las propias colisiones de los protagonistas: predecible y sorprendente a la vez. La estructura repetitiva, lejos de resultar monótona, se convierte en un elemento hipnótico. El lenguaje, además, destaca por su economía expresiva. Las onomatopeyas no son solo efectos sonoros, sino elementos narrativos que cobran vida propia. El famoso comienzo “En una calle muy, muy oscura…” que abre tradicionalmente estos libros funciona como un encantamiento que transporta inmediatamente al lector a ese universo de huesos parlantes y travesuras nocturnas.

Las ilustraciones de André Amstutz mantienen el espíritu de las creaciones originales de Janet Ahlberg, pero aportan un toque personal que enriquece la propuesta visual. Su técnica combina la precisión del dibujo tradicional con una paleta de colores que potencia el contraste entre la oscuridad del entorno y la luminosidad de los esqueletos. Los fondos arquitectónicos recuerdan a los decorados teatrales, creando espacios donde lo cotidiano y lo fantástico conviven sin estridencias.

Una de las virtudes más destacables de este álbum es su capacidad para funcionar en múltiples niveles de lectura. Los más pequeños disfrutan con las travesuras de los esqueletos y se identifican con sus pequeños desastres domésticos. Los lectores intermedios aprecian el humor verbal, y los adultos descubren referencias más sutiles y valoran la calidad literaria del conjunto. Es esa universalidad la que ha convertido a los Funnybones en una serie atemporal.

La adaptación televisiva de 1992, que se emitió durante tres meses en Inglaterra, demostró que el atractivo de estos personajes trasciende las páginas del libro: la característica voz del actor Griff Rhys Jones dando vida a todos los esqueletos se convirtió en parte del imaginario televisivo de una generación entera de niños británicos.

La traducción de Sandra y Óscar Senra Gómez respeta el ritmo y la musicalidad del original, adaptando con inteligencia las particularidades idiomáticas sin perder el sabor británico que define a estos personajes. Como curiosidad, la canción tradicional Dem Bones que protagoniza una de las escenas en la edición original se convierte en la traducción castellana en un homenaje a la canción Bailando de Alaska y los Pegamoides (“Muevo la pierna, muevo el pie, muevo la tibia y el peroné…”).

Obras como esta demuestran que no hacen falta grandes aspavientos para conseguir que los niños se enamoren de los libros. Basta con un par de esqueletos traviesos, una historia bien contada y la certeza de que, pase lo que pase, siempre habrá alguien dispuesto a curar nuestros golpes con una sonrisa.

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