Recuperada ya de la sinusitis por la que ayer no pudo asistir al funeral de la duquesa de Kent, la reina ha llegado con la tiara belga de zafiros, una de las más espectaculares del joyero real, y un elegante vestido de color azul. Pero no nos engañemos. Con permiso de Melania Trump (de un original amarillo y con un cinto morado) ha vuelto a ser Kate Middleton quien se ha llevado la palma en este banquete de Estado, presentándose en el gran comedor del castillo con la tiara Lover’s Knot (la preferida de la princesa Diana) y un majestuoso traje de encaje de la diseñadora británica Phillipa Lepley de color blanco y con un sobrevestido con bordados a mano.
“Qué guapa”, le había dicho Trump a la princesa de Gales en el primer encuentro que han mantenido esta tarde.
La princesa Ana y su marido, Timothy Laurence
AARON CHOWN/Getty Images
Entre la delegación estadounidense ha destacado la asistencia de empresarios tan importantes como Tim Cook, directivo de Apple, o Jensen Huang, de NVIDIA. Por parte de la familia real tampoco se ha perdido la velada la princesa Ana, de quien estaba cantado que escogería su tiara de aguamarinas: este fin de semana los visitantes de la exposición de joyas de Cartier en el museo Victoria & Albert descubrieron que esta pieza que suele utilizar la hermana del rey Carlos para estas cenas había desaparecido de la vitrina en la que ha estado expuesta este verano.
Otro momento destacado de esta primer día de los Trump en Windsor ha sido la visita que han realizado el presidente y la primera dama a la tumba de Isabel II en la capilla de San Jorge para depositar unas flores. “Ha sido un gran honor”, ha declarado luego el presidente. La antigua monarca fue su anfitriona en su viaje de Estado de 2019, y si es cierto o no eso que muchos cuentan de que su invitado no le cayó nada bien es un secreto que ella se llevó a la tumba.