Es un género que se practica con más frecuencia en el mundo anglosajón y que en España conserva un nicho de valor, así como en algunos países de América Latina, mientras que en Costa Rica sigue siendo una opción poco explotada.
Si el periodismo ha sufrido de inmediatez a lo largo de su historia, en los tiempos actuales, en los que la información se procesa en tiempo real, esa tendencia se eleva de forma exponencial y los temas, como elefantes viejos, mueren cada día con una sorprendente facilidad.
Hay manifestaciones, sin embargo, que procuran salvar de esa vorágine a los asuntos que adquieren relevancia, sea por sus implicaciones sociales o por el tratamiento que los medios les dan en secciones especiales, como las de investigación o en los rincones en los que todavía la palabra crónica conserva su ambigüedad y su riqueza semiótica.
En el caso de las editoriales, en España existe Libros del K.O., que desde 2011 se propuso publicar libros de corte periodístico. A marzo de 2025, contabilizaba 160 libros editados.
La denominación libros periodísticos, en algunos casos, se empata con la literatura de no ficción; no obstante, este es un concepto tan amplio que puede prestarse para malos entendidos.
La reimpresión de Las máscaras del presidente ya se encuentra en librerías. (Portada: Uruk Editores)
Lo cierto del caso es que en la multiplicidad de formatos y opciones para contar la realidad, el libro periodístico sigue siendo una alternativa para abordar áreas de la vida humana que, de otra manera, no se podrían profundizar.
Ni siquiera las opciones que ofrece la explosión de medios digitales cumple a cabalidad con que un autor tome un tema y lo convierta en una historia en la que explore aristas con una mayor amplitud.
El género del libro periodístico es amplio en el mundo anglosajón, en España y en algunos países de América Latina, pero en Costa Rica todavía es una manifestación esporádica, que no llega a alcanzar un posicionamiento como tal.
Si quien se adentra en las aguas turbulentas del libro periodístico sabe navegar en ellas, puede obtener dividendos que serían impensables en el diario digital o en los pocos periódicos impresos que todavía circulan.
En ese sentido, su riqueza debería servir para que desde la academia, en espacios en los que todavía se enseña el oficio, se realice un estudio a profundidad y se encuentren las causas por las cuales, en Costa Rica, es apenas una manifestación tímida y salpicada en el tiempo.
Es decir, el país no goza de un movimiento que aproveche los fenómenos sociales, políticos y deportivos, entre otros, para poner en las manos del lector un libro que procure agotar el asunto abordado, gracias a que lo profundiza en la mayoría de sus variantes.
De esa forma, Costa Rica ha dejado pasar oportunidades inmejorables de ampliar pasajes de su historia reciente o pasada. Así es como, por ejemplo, muchos se quedaron esperando que alguien abordara al expresidente Abel Pacheco para que contara sus cuatro años en Zapote, al haber sido antes de su mandato, durante y posterior a él, un personaje en el sentido clásico del término.
Los casos en los que se ha practicado el libro periodístico no abundan, aunque hay algunos esfuerzos. En 1990, luego del hito de Costa Rica en Italia 90, el entonces jugador de fútbol, Alexandre Guimaraes narró esa gesta, en colaboración con el periodista Erwin Wino Knohr, en La gran fiesta. Carlos Morales contó la historia de los primeros 25 años del Semanario UNIVERSIDAD en ¡…Y no los dejen respirar! José León Sánchez escribió El crimen de Colima y fue un libro que, más allá de la pugna que luego se dio por su autoría con Enrique Benavides, tuvo una gran relevancia.
Si se analiza con detenimiento, el libro periodístico sigue manteniendo intacto su atractivo. Uno de sus propulsores más coherentes del género en las últimas dos décadas ha sido el escritor argentino Martín Caparrós, quien durante muchos años dio un taller en la Fundación Gabo hasta que la enfermedad de la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), lo privó de continuar con su proyecto.
“Esos libros son el refugio del mejor periodismo: ante la renuncia de la mayoría de los medios, que temen pagar intentos de cierta envergadura y usar su espacio para publicarlos, algunos de los periodistas más preparados, más inquietos, encuentran en ellos el lugar donde sí pueden hacer su trabajo”, dice Caparrós.
Larga distancia (1992), El hambre (2014), Lacrónica (2015), Una luna (2009) y Contra el cambio (2010) son cinco de varios libros periodísticos escritos por Caparrós.
En Costa Rica, ya se encuentra de nuevo en librerías la primera reimpresión de Las máscaras del presidente, de la periodista Patricia Navarro-Molina, libro en el que relata sus 117 días al frente del Ministerio de Comunicación en el gobierno de Rodrigo Chaves.Es un volumen dividido en siete partes, distribuidas a lo largo de 316 páginas.
En definitiva, el libro periodístico es una alternativa a la inmediatez y un espacio para la profundidad, por la que se apuesta en el ámbito iberoamericano y anglosajón, y que en Costa Rica todavía se mantiene en ciernes.