La vuelta de The Chameleons con nuevo material de estudio, después de casi veinticinco años sin grabar un elepé, siempre es motivo de celebración.

Aunque la banda ha mantenido una actividad regular, sobre todo en directo y con discos acústicos de sus clásicos, la sombra de sus primeras obras —hermosas, melancólicas y poéticas, con atmósferas otoñales— sigue siendo alargada, marcando a toda una generación y recordándonos cómo la nostalgia sigue alimentando gran parte del arte actual.

The Chameleons, al igual que The Sound, jamás pasaron del estatus de grupo de culto, a pesar de la calidad de su trabajo. A diferencia de otros contemporáneos como Depeche Mode, U2 o The Cure, las masas nunca se rindieron a su propuesta. Con el cambio de siglo, se convirtieron en un referente ineludible para el revival post-punk. Bandas como Interpol, Editors o White Lies retomaron su dramatismo sombrío, sus atmósferas épicas y esa tensión contenida que convertía cada canción en un pequeño apocalipsis emocional. Incluso proyectos más recientes, desde DIIV hasta Nothing, han retomado esa esencia para llevarla a terrenos shoegaze e indie contemporáneos.

¿Qué nos ofrece Arctic Moon (Metropolis Records, 2025)? Su arte, creado por Reg Smithies, guitarrista de la banda, mantiene la continuidad visual característica de The Chameleons. Con tonos fríos y una atmósfera lunar y distante, la portada refleja la melancolía y el misterio del álbum, funcionando como metáfora del aislamiento y la memoria. Más que un adorno, prepara al oyente y convierte el disco en un objeto artístico donde música e imagen forman un todo indivisible.

«Where Are You?» abre el disco como un sencillo eficaz, con una sólida base de guitarras que recupera el poderío de la banda. El tema se presentó el año pasado en el EP homónimo como adelanto del álbum. «Lady Strange» es la pieza más pop de todo el conjunto, estupenda elección para un posible tercer sencillo, y recuerda tanto al aire melódico y envolvente de What Does Anything Mean?… Basically (Statik, 1985) como a la energía contenida de «Intrigue In Tangiers».

«Free Me», con aires glam, se erige en un himno cercano a «Rock And Roll Suicide». Mientras que «David Bowie Take My Hand» es un homenaje sentido al fallecido Duque Blanco; Mark Vox Burgess siempre ha mostrado devoción por él, como ya lo demostraban los covers —«John, I’m Only Dancing» (1986) y «Moonage Daydream» (2002)— que The Chameleons realizaron en el pasado. No es necesario explicar el origen del nombre de la banda.

La producción, a cargo de Mat Mitchell —reconocido por su trabajo con Puscifer o A Perfect Circle—, brilla por su nitidez y claridad, donde cada instrumento y la voz encajan con precisión y armonía, logrando un equilibrio que permite que todos los elementos se integren perfectamente en la mezcla.

«Feels Like The End Of The World» evoca Script of the Bridge (Statik, 1983), aunque con un aire renovado gracias a los arreglos de cuerdas que aportan dramatismo y amplitud. A ello se suma un magnífico duelo de guitarras, que convierte al tema en, probablemente, el mejor del disco, y en un himno impresionante al estilo de «Second Skin».

La fórmula sigue funcionando en pleno siglo XXI. Vuelta al sonido post-punk de mediados de los ochenta, con composiciones largas y desarrolladas, sin concesiones a la radiofórmula. Arctic Moon podría haberse publicado perfectamente hace cuatro décadas sin perder vigencia.

La psicodélica «Magnolia», con su falsete, recuerda a «Anyone Alive?», del infravalorado Why Call It Anything (Artfull, 2001): un medio tiempo entre introspección y desafío.

De la formación original de The Chameleons solo permanecen Vox, cantante y bajista, y Smithies, guitarrista; se les unen Stephen Rice (guitarra), Danny Ashberry (teclados) y Todd Demma (batería). Algo similar ocurre con Simple Minds, donde apenas quedan miembros fundadores, pero la banda continúa activa con músicos distintos. Esta renovación siempre plantea un desafío: conservar la esencia del grupo frente a la inevitable transformación que trae el tiempo.

Y para cerrar, «Saviours Are A Dangerous Thing», la pieza más inmediata del lote, perfecta para funcionar como single, recuerda en estilo y energía a «Mad Jack» y podría haber encajado en Strange Times (Geffen, 1986). La voz de Burgess conserva la urgencia de antaño.

Las letras de Arctic Moon giran en torno a la nostalgia, la pérdida, la introspección y la admiración artística. Desde la melancolía y la búsqueda de alguien ausente en «Where Are You?» hasta el homenaje al creador de Ziggy Stardust en «David Bowie Takes My Hand», pasando por la urgencia crítica de «Saviours Are A Dangerous Thing» o la introspección de «Magnolia», el elepé mantiene la poesía y la atmósfera característica de la formación.

El álbum ha recibido muy buena acogida por parte de la prensa musical —Vive Le Rock, Uncut, MOJO, Louder Than War— aunque dudo que sea su trabajo más destacado: con solo siete temas deja sensación de escasez, y las viejas glorias siguen en un pedestal difícil de alcanzar. Como resurrección, Why Call It Anything fue más convincente.

Aun así, Arctic Moon no traiciona el legado de la banda y, más allá de la nostalgia, abre una puerta a un futuro posible. Esperemos que no tengamos que esperar otra eternidad para volver a disfrutar de nuevo material de The Chameleons.

Blog del autor.

Escucha The Chameleons – Arctic Moon

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