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El famoso refrán “A quien madruga, Dios lo ayuda” parece tener una validez científica. Hemos tenido que esperar años para confirmarlo, pero así lo indica el estudio publicado recientemente en la revista científica Nature Communications Medicina.

El estudio longitudinal, a cargo de profesionales del Hospital General de Massachusetts, registró durante 30 años los horarios de comidas en adultos mayores y sus asociaciones con la morbilidad y mortalidad.

Cómo se relacionan las comidas y la mortalidad

La muestra consistió en 2.945 personas entre 42 y 94 años con una edad media de 64 de las ciudades de Newcastle y Manchester, en el Reino Unido. Desde 1983 hasta 2017 registraron los horarios de sus cuatro comidas al día. Lógicamente, hubo algunos que fallecieron durante ese período. En promedio, desayunaban 31 minutos después de despertarse y 5.38 horas antes de irse a la cama.

Mujer turista cigarrillo electrónico

Además, los participantes completaron encuestas de salud, hábitos de vida y calidad de sueño para evitar que el estudio de la trayectoria de alimentos se viera afectado por otras variables.

Una de las primeras conclusiones es que a medida que pasan los años, el intervalo entre el desayuno y la cena es más breves. Esta ingesta desfasada puede ocurrir por problemas de salud o cambios de entorno y tiene implicaciones metabólicas. La desviación vespertina se retrasó 7.20 minutos en promedio durante el desayuno, 3.10 en el almuerzo y 3.88 en la cena.

Los cambios modestos por década se acumularon a una diferencia más sustancial con el paso del tiempo, especialmente con el desayuno, que fue de 45 minutos. Para el análisis se dividieron a los que mantuvieron una trayectoria de horarios de comida similar y los que se desfasaron hacia horarios más tardíos.

Las afirmaciones del estudio son concluyentes:

Enfermedades físicas y psicológicas, como la fatiga, los problemas de salud bucodental, la depresión, la ansiedad y la multimorbilidad, se asocian principalmente con un desayuno más tardío. Los perfiles genéticos relacionados con un cronotipo vespertino, pero no la obesidad, se vinculan con comidas más tardías. Un horario de desayuno más tardío también se asocia con una mayor mortalidad”.

La diferencia entre grupo tardío y temprano

La tasa de supervivencia a 10 años del «grupo tardío» fue del 86,7%, en comparación al 89,5% de la ingesta temprana. La variabilidad en el almuerzo, en cambio, fue mucho menor entre ambos grupos.

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Al contar también con información de salud por encuestas lograron identificar que quienes desayunaban más tarde tenían más problemas físicos o psicológicos. La importancia de la primera ingestade alimentos del día se presenta como la más importante porque es la primera tras el ciclo de sueño y cuando el ritmo circadiano requiere energía.

Los límites del estudio tienen dos cuestiones clave: en primer lugar, que los efectos observados fueron moderados y, en segundo lugar, que puede que el desayuno tardío en realidad sea un síntoma y no la causa de que algo de la salud no está bien en los adultos mayores.

Estos cambios tienen consecuencias para la morbilidad y la longevidad, afirman. El estudio también concuerda con investigaciones previas que afirmaban que saltarse el desayuno implicaba una mayor mortalidad en adultos mayores.