Oskar Belategui

Jueves, 18 de septiembre 2025, 00:09

«Sólo te falta ser negro para la marginalidad total», le espetó Juan Antonio Bardem una noche de estreno. Eloy de la Iglesia (Zarautz, 1944-Madrid, 2006) les resultaba incómodo hasta a sus propios compañeros del Partido Comunista. «Al final solo se le conoció como heroinómano, pero fue director de cine, comunista y maricón», se escucha en ‘Eloy de la Iglesia, adicto al cine’, apasionante documental que se estrena el próximo 24 de septiembre en la sección Zinemira del Festival de San Sebastián.

El autor de ‘El diputado’, ‘Navajeros’ y ‘El pico’ vivió al límite, como sus personajes. «A veces tengo una sensación terrible que trato de rehuir: no ser una persona que vive, sino un superviviente», confiesa al periodista Ángel Casas en unas imágenes de archivo. Fue en su época más oscura, cuando, desdentado, hablaba sin ningún pudor de sus adicciones en televisión. El cine fue indivisible de su vida. «He sufrido toda clase de desengaños, pero el cine es lo único que nunca me ha fallado, el único enganche que jamás superaré», reflexionaba.

Fotocromo de 'Colegas' (1982).

Fotocromo de ‘Colegas’ (1982).

De la Iglesia no supo ser sutil pero sí honesto. Ahí es nada estrenar en 1983, en plenos ‘años de plomo’ en Euskadi, ‘El pico’, la odisea de un heroinómano, hijo de guardia civil y compañero de aguja del hijo de un diputado abertzale. Política, drogadicción, homosexualidad. La poética del lumpen concretada en el póster del filme: un tricornio y una jeringuilla manchada de sangre. Han pasado cuarenta años, pero ese Bilbao de cielos grises, trenkas y Seat 1.430 parece de otro mundo. Los quinquis del zarauztarra permanecen grabados a fuego en la memoria sentimental de quienes crecimos en cines de barrio.

José Sacristan resume en el filme del portugalujo Gaizka Urresti su mirada tremendista: «Donde otros ponían la cámara, él ponía la genitalidad». De la Iglesia, que comenzó a consumir heroína precisamente en el rodaje de ‘El pico’, empleó dieciséis años de su vida en descender a los infiernos. Y a su regreso con ‘Los novios bárbaros’, su testamento fílmico en 2003, la marginalidad ya no atesoraba ninguna poética. Podemos llamarle director maldito, pero también fue muy, muy taquillero.

«Eloy de la Iglesia es un personaje conocido pero no lo suficientemente reivindicado», matiza Urresti, ganador de dos Goyas por su documental sobre Labordeta y el corto ‘Abstenerse agencias’. «Sus películas fueron muy populares en su día, su estreno era un evento. Tenía una conexión con el público innegable». Pedro Olea, gran amigo, confiesa en el documental que sus largometrajes iban a festivales y tenían buenas críticas, pero los de Eloy arrasaban en taquilla.

Fragmento de ‘El diputado’ (1978), de Eloy de la Iglesia.

De la Iglesia creció en el seno de una familia burguesa con casa señorial en el Paseo de Gipuzkoa de Zarautz. Su padre, de origen gallego, había hecho fortuna gracias a negocios de importación. Él pagó la primera película personal de su hijo, que había fantaseado incluso con tomar los hábitos antes de intentar estudiar cine en Madrid. ‘Algo amargo en la boca’ (1969) fue masacrada por la censura, al igual que ‘La semana del asesino’ (1971), en la que el protagonista se deshacía de seis cuerpos triturándolos en la empresa cárnica donde trabaja. Al director se le ocurrió publicitarla en la Berlinale entregando bolsas al público para vomitar.

José Sacristán, María Luisa San José, Fernando Méndez-Leite, Pedro Olea, Claudia Gravy, José Luis Garci, La Otxoa, Fernando Guillén Cuervo y su biógrafo, Eduardo Fuembuena, aportan, entre otros, su testimonio en el documental. Aparecen fragmentos de ‘Los placeres ocultos’ (1977), la primera película del cine español en la que el protagonista es un homosexual, con todas sus contradicciones, al tiempo que se retrata con ánimo sociológico los urinarios donde mantener contactos, los bares de ambiente… Y el pánico ante la delación. También se recuperan las increíbles imágenes de ‘El sacerdote’ (1978), en la que unos niños abusan sexuamente de una oca.

Todo era muy loco, sórdido y morboso en el cine de Eloy de la Iglesia, capaz de rodar un primer plano de un sexo femenino utilizando a la script y los pelos de su propia barba. O de invitar al estreno de ‘El diputado’ (1978), en la que un político comunista es extorsionado por un grupo terrorista que amenaza con desvelar su condición homosexual, a Santiago Carrillo, Rafael Alberti y La Pasionaria.

‘Colegas’ (1982), de Eloy de la Iglesia.

«Lo prioritario para Eloy no era lo cinematográfico, la puesta en escena, sino la visceralidad de sus historias», confirma Gaizka Urresti. «No hemos querido hacer sangre, pero los críticos le tacharon de amarillista y panfletario, de hacer un cine formalmente descuidado. En las entrevistas ves que Eloy siempre saca el tema, le dolía que la crítica le calificara de zafio y obsceno. Pero le podían las ganas de epatar».

Al igual que Pasolini, también comunista y homosexual, De la Iglesia buscó a actores naturalistas de entre el lumpen. Con José Luis Manzano, protagonista de ‘Navajeros’ (1980), ‘Colegas’ (1982), las dos partes de ‘El pico’ (1983) y ‘La estanquera de Vallecas’ (1987), actuó de pigmalión. Fue su gran amor. Falleció en 1992 a los 29 años en casa del cineasta, presumiblemente víctima de una sobredosis.

‘Eloy de la Iglesia, adicto al cine’ tiene, dentro de lo que cabe, un final feliz. El director vasco sobrevivió en un hostal de la Gran Vía madrileña durante años gracias al dinero de amigos. Pero la retrospectiva del Festival de San Sebastián organizada por Diego Galán en 1996 posibilitó que volviera a rodar un ‘Calígula’ para TVE en 2001 y despedirse del cine dos años más tarde con ‘Los novios búlgaros’. Un error médico ajeno a las drogas acabó con su vida a los 62 años. Sus amigos Pedro Olea y Fernando Guillén Cuervo se recuerdan cubiertos por sus cenizas en la playa de Zarautz tras un golpe de viento. Indómito hasta el final.

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