Un chico de unos 20 años se da la vuelta, abre su mochila y saca un cohete en pleno Boulevard Voltaire, en el centro de París. Primero se cubre el rostro subiendo la braga que lleva al cuello, y luego enciende el artefacto, que sale zigzagueando en el aire hacia la melé de antidisturbios cubiertos con cascos y escudos. Vuelan otros objetos, arden las bengalas. Y en ese momento, comienza la carga contra un grupo de unos 200 manifestantes escindidos de la marcha principal que recorre el centro de París desde las dos de la tarde. El malestar, la protesta y la tensión han regresado a la calle en medio de la parálisis que atraviesa el país.
Francia ha vuelto a la huelga este jueves, justo una semana después de la última movilización contra el plan de recortes que presentó el ex primer ministro, François Bayrou, antes de dejar el cargo. Ni Bayrou ni su plan siguen ya en el Palacio de Matignon, pero el malestar creciente a causa del bloqueo que vive el país y la marginación de la izquierda en la toma de decisiones han vuelto a sacar a la calle a centenares de miles de personas en Francia. Una especie de protesta preventiva dirigida al nuevo primer ministro, Sébastien Lecornu, y al presidente de la República, Emmanuel Macron, que han secundado unas 430.000 personas, según el Ministerio del Interior (más de un millón, según el sindicato CGT). La más numerosa desde que hace un año y medio el país se echase a la calle para protestar contra la reforma de las pensiones.
La huelga y las manifestaciones celebradas en las principales ciudades habían sido convocadas por los ocho entes sindicales representativos de Francia, a diferencia de la del día 10, que tuvo un origen difuso y se propagó con el lema “bloqueemos todo” por las redes sociales. En esta ocasión está teniendo especial incidencia en los sectores del transporte, la educación y la sanidad. Pero el Ejecutivo francés ha cifrado el seguimiento en un 11% de los trabajadores.
El Ministerio del Interior ha desplegado a 80.000 agentes por todo el país y hasta la tarde de este jueves al menos 140 personas habían sido detenidas. Las principales tensiones se están viviendo en París, donde hay varios focos de enfrentamientos con la policía.
La marcha ha partido desde la plaza de la Bastilla sobre las dos de la tarde, con unas 20.000 personas. “Macron es el responsable de esta parálisis. Hasta que no se vaya, Francia no volverá a funcionar correctamente”, explicaba Franc Giraud, un bretón de 63 años, al comienzo de la manifestación en París. Hasta las 16.00, la policía había arrestado a 26 personas en la capital. Pero pasada esa hora, comenzaron los incidentes entre los antidisturbios y algunos centenares de manifestantes, especialmente en la plaza de Nation, donde debía terminar la protesta. Ha habido gases lacrimógenos, cargas, disparos de morteros artesanales y lanzamiento de objetos.
Las cifras de asistencia no son tan altas como las de hace un año y medio, cuando Francia salió a la calle para denunciar por la reforma de las pensiones, pero invitan a tomar en serio las protestas.
La jornada ha venido marcada también por las marchas convocadas por los sindicatos en las principales localidades del país, con miles de personas en las calles. Ciudades como Nantes, Lyon (tres heridos) o Marsella, con unos 15.000 manifestantes, han centrado las protestas.
Los paros se iniciaron a primera hora, sobre todo en los transportes, con redes urbanas que han contado solo con la mitad del servicio en muchas grandes ciudades. En París, la entidad del transporte metropolitano RATP ha avanzado que solo funcionarían con normalidad tres de las 16 líneas del metro, las automáticas que circulan sin conductores (1, 4 y 14). En los ferrocarriles se mantiene el 90% de los trenes de alta velocidad (TGV), pero únicamente circula la mitad de los metropolitanos y el 60% de los regionales.
Tras una asamblea general en la estación de Lyon, un centenar de personas, encabezadas por Fabien Villedieu, secretario general del sindicato de trabajadores ferroviarios SUD-Rail, logró entrar en el recinto del Ministerio de Economía.
Ni la presencia policial ni la de los agentes de aduanas encargados de la seguridad del lugar disuadieron a los manifestantes, a quienes los organizadores habían dado la consigna de “no romper absolutamente nada”. De hecho, permanecieron en el patio rodeado por las oficinas de los funcionarios de Hacienda.
La huelga pretende tener un impacto muy notable también en la educación, donde, según los sindicatos, un tercio de los docentes tiene intención de sumarse a la convocatoria.
Las centrales exigen que el nuevo primer ministro nombrado por Macron, Sébastien Lecornu, abandone el proyecto de presupuestos de su predecesor, que califican de “brutalidad sin precedentes” y que preveía un recorte del gasto público para el año próximo de casi 44.000 millones de euros. Lecornu no se ha pronunciado al respecto, aunque tampoco ha dicho nunca que fuera a seguir adelante. De hecho, ha comenzado ya a suprimir algunas medidas de Bayrou, como la que pretendía eliminar dos días de fiesta del calendario laboral.
Agentes de policía retiran una barricada improvisada con cubos de basura en el centro de París, este jueves. Tom Nicholson (REUTERS)
“El mundo del trabajo no puede ser el único que contribuya a los esfuerzos”, ha subrayado Marilyse Léon, la secretaria general de la principal central sindical del país, la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), en una entrevista al canal BFMTV. Léon ha calificado de “museo de los horrores” y “catálogo inadmisible” los presupuestos que preparaba François Bayrou.