A la tribu Ho-chunk se la denominaba antaño los Winnebago de Wisconsin, conocida dentro del desconocimiento por ser la que gestiona casinos, hoteles y … restaurantes en aquel estado. A ella pertenece el videoartista estadounidense Sky Hopinka, que por enfermedad no pudo estar este jueves en la inauguración de su obra ‘Desmayos’, concebida expresamente para su exhibición en la sala Film&Video del Guggenheim. Pero de nada sirve este dato de los casinos, pues no tiene que ver con el espectáculo inmersivo con el que el visitante se adentra en una especie de templo de los espíritus indígenas, convocados gracias a la ‘xqwiska’ o ‘pipa de indio’, también llamada ‘planta fantasma’ o ‘planta cadáver’, la que emplean para reanimar a una persona que ha perdido el conocimiento.

Sky Hopinka.

Sky Hopinka.

No existía un mito que determinara el origen de esta hierba, así que él ha dado ese paso creando una especie de iconografía centrada en una fantasmagórica figura encapuchada que se pasea por el vídeo, proyectado en tres pantallas gigantes que envuelven al espectador. La planta aparece en un momento, pequeña y blanca, y recuerda a polluelos con la boca abierta reclamando alimento a la madre. De fondo, los cánticos en la voz del padre del artista, una melodía indígena suave que transmite espiritualidad, calma y bienestar, ese tipo de música tranquila y profunda que parecería capaz de parar una guerra, un genocidio. Imágenes de campos quemados, como se prepara esta hierba para convertirla en polvo para uso terapéutico, cielos azul profundo salpicados de nubes, lejanas tormentas eléctricas, atardeceres y un hermoso poema manuscrito que va acompañando al relato visual.

Un momento del vídeo.

Un momento del vídeo.

Hopinka agrupa en su propia web otras muchas películas suyas que sí abordan aspectos como la economía del pueblo al que él pertenece, o revisiones de su historia, como el trato otorgado por las autoridades de su país a su comunidad. Pero esta obra, que dura unos diez minutos y podrá disfrutarse hasta el 18 de enero de 2026, transporta al visitante a un lugar extrañamente agradable donde los espíritus acompañan y no atemorizan, donde es posible entrar en una especie de ensoñación de la que nadie quiere salir. Filmado en Washington, Colorado, Wisconsin, Oregón y Nuevo México, solo falta el olor a tierra mojada. «El deseo que tenía de hacer películas respondía en parte a la necesidad de contar historias indígenas que fueran propias de mi comunidad y de mi identidad», dice el creador.

Otro fotograma.

Otro fotograma.

«El videoartista -explica la comisaria Geaninne Gutiérrez Guimaraes- explora la cultura, la historia y las creencias tradicionales indígenas a través de temas como la identidad, la memoria, el lenguaje y el mito. Perteneciente a la nación Ho-Chunk de Wisconsin y descendiente de la Banda Pechanga, del pueblo de los luiseños del sur de California, el Pacífico noroccidental ocupa un lugar destacado en su obra, especialmente cuando profundiza en la investigación de conceptos como la patria, la identidad personal y el paisaje. Sus películas proponen una reflexión sobre las complejidades de la vida indígena contemporánea, al fusionar el cine no narrativo y las imágenes abstractas con un enfoque ‘etnopoético’, una reacción contra la mirada etnográfica que durante mucho tiempo ha cosificado las culturas indígenas en el formato audiovisual».

Miren Arzalluz destacó en la presentación de la muestra que las películas de Hopinka, quien vive en Nueva York y es profesor en el departamente de Arte, cine y estudios visuales de la Universidad de Harvard, Cambridge, han sido exhibidas «en prestigiosos festivales como los de Sundance en Utah; Toronto en Ontario; Courtisane en Gante; el Punto de Vista en Pamplona, y el de Nueva York, además de ser reconocidas internacionalmente en museos de todo el mundo».