Madrid

La imagen de un escarabajo perfectamente conservado en una muestra de ámbar amarilla y brillante lleva días abriendo la web exclusiva para prensa de la editorial que publica la revista Nature. Es parte del primer depósito de ámbar con bioinclusiones (organismos en su interior) del Cretácico hallado en el hemisferio sur y lo ha encontrado un equipo multidisciplinar e internacional liderado por Xavier Delclòs, el científico al frente del proyecto Amberia, dedicado al estudio de estas resinas fósiles.

Moscas, avispas y escarabajos que revolotearon entre dinosaurios en el hemisferio sur

Hace 112 millones de años los bosques estaban formados, principalmente, por coníferas que producían enormes cantidades de resina, tanto en sus raíces como en sus ramas y troncos. En ocasiones, los insectos apoyados en esos árboles quedaban atrapados por esa resina que, una vez fosilizada, es lo que conocemos como ámbar. «En el Cretácico, en todo el Mesozoico, lo que es la época en la que vivían los dinosaurios, no se habían encontrado depósitos importantes y con bioinclusiones en el hemisferio sur. Es la primera vez que salen insectos y arañas de un depósito de ámbar del Mesozoico en toda Sudamérica. Y eso, encontrar un yacimiento con bioinclusiones, es lo extraordinario», explica Xavier Delclòs, que se trasladó precisamente a este yacimiento de Ecuador con su equipo con la esperanza de encontrar lo que finalmente han hallado. Pero el depósito no sólo es excepcional en ese ámbito geográfico sino a nivel mundial. «La cantidad de ámbar que aparece en este yacimiento es muy superior a cualquiera del hemisferio norte de esa época».

Una mosca de hace 112 millones de años atrapada en una muestra de ámbar estudiada

Una mosca de hace 112 millones de años atrapada en una muestra de ámbar estudiada / Mónica Solórzano-Kraemer

AmpliarUna mosca de hace 112 millones de años atrapada en una muestra de ámbar estudiada

Una mosca de hace 112 millones de años atrapada en una muestra de ámbar estudiada / Mónica Solórzano-Kraemer

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Las muestras que han analizado y estudiado aquí en Europa están ya de vuelta en Ecuador. «Hicimos una selección de 60 piezas y nos han salido 21 con restos de insectos en su interior. Hemos de pensar que aquí en España en el mejor de los yacimientos por cada kilo de ámbar salen unas 12 o 15 bioinclusiones en el mejor de los casos», apunta el autor principal del artículo que hoy publica la revista Communications Earth & Environment. Hay moscas, mosquitos, escarabajos, hormigas y avispas que podemos ver casi como si estuvieran todavía vivos y que aportan información clave sobre el ecosistema en el que vivieron hace más de 100 millones de años.

«Hemos abierto una ventana al inicio de los bosques actuales»

Para dimensionar este hallazgo, Delclòs explica a la SER qué estaba pasando en el planeta en el momento en el que estos mosquitos quedaron atrapados en ámbar después de picar a un dinosaurio. «Hemos estudiado el polen del yacimiento y nos ha dado una edad de aproximadamente 112 millones de años. Es un momento muy importante en la evolución biológica del planeta. Hasta entonces los bosques eran fundamentalmente de coníferas, aunque había también algunos grupos de gimnospermas. Pero el sustrato arbóreo eran coníferas fundamentalmente, que son las que han dado estos depósitos de ámbar. Pero en ese momento empieza a aparecer otro gran grupo de plantas novedosas que son las angiospermas, las plantas con flores, que son las que dominan los bosques tropicales hoy en día. Por lo tanto, hemos abierto una pequeña ventana a lo que es el inicio de los bosques actuales porque en las mismas rocas que contienen el ámbar hemos encontrado angiospermas, hojas de las plantas con flores. Es un momento muy excitante para estudiar», relata el investigador, porque «hasta ahora no teníamos ningún tipo de información» sobre ese ecosistema concreto, y de ahí que lo considere «muy relevante».

A partir de las bioinclusiones que han analizado antes de devolverlas a Ecuador, estos investigadores han descubierto que «los grupos de insectos que aparecen los encontramos también en otros ámbares de la misma época en el hemisferio norte. No son muy diferentes a nivel de familias. Cuando empezamos a bajar a nivel de género o de especie, ahí sí vemos diferencias», explica Xavier Delclòs. Pero el ámbar ha conservado hasta hoy algunos bichos que han dado a estos científicos información de cómo era aquel ecosistema: uno en el que las grandes coníferas estaban cerca de depósitos de agua y en el que las hembras de mosquito picaban a vertebrados, como dinosaurios. «Hemos encontrado unos mosquitos cuyas larvas es imprescindible que se desarrollen en el medio acuático. O sea, que el medio acuático debería estar muy cerca del árbol productor de la resina porque sus adultos han quedado pegados. Y hemos encontrado mosquitos que son hematófagos, o sea, mosquitos que en un determinado momento de su vida, las hembras necesitan succionar sangre de un vertebrado para tener la energía suficiente para poder poner los huevos. Eso quiere decir que en aquel ambiente también había vertebrados y seguramente estos insectos se dedicaban a picar a dinosaurios, a algunas aves o incluso a lagartijas. Son pequeñas informaciones que nos dan los grupos de insectos que han aparecido aquí».

No se puede resucitar a los dinosaurios… de momento

Para toda una generación, o incluso varias, de aficionados al cine, ante imágenes de mosquitos del Cretácico conservados en ámbar surge inmediatamente la pregunta de si podrían contener restos de ADN de dinosaurios, como en la película de Spielberg. Y es una pregunta que no es la primera vez que Delclòs y su equipo tienen que responder. «Para contestar a esto hemos hecho también investigación», reconoce. «Hemos estado trabajando sobre la conservación del ADN en resinas y lo que se ha podido observar es que la resina si bien conserva muy bien el exoesqueleto de los insectos y los organismos en su interior, lo que es la molécula de ADN, que es muy lábil, se destruye con muchísima rapidez, en muy pocos años. Eso quiere decir que cuando nosotros tenemos un yacimiento de ámbar de 120 millones de años la posibilidad de encontrar ADN de un organismo es prácticamente imposible. Al menos, con las técnicas actuales».