Santiago Ponzinibbio es todo mesura: lo contrario del deporte que practica. Ejemplo: “Tuve un problema de salud”, menciona al pasar, como quien cuenta un bajón de presión una tarde de 40 grados. Y no: resulta que el “problema de salud” fue una seguidilla de infecciones en una pierna y demás cuestiones espantosas que lo dejaron al borde de no volver a entrar a una jaula de artes marciales mixtas. Habló con Rolling Stone en 2018, antes de la pelea que le ganó por KO a Neil Magny en el UFC Fight Night 140, en su única velada de local (se hizo en el Estadio Mary Terán de Weiss del Parque Roca).
“Quizás tenga que hacer una pelea más o iré directo por el título, pero no tiene que pasar de mitad de año que yo pelee por el título de la categoría”, dijo aquella vez. Pero todo lo que podía salir mal, salió mal: la infección saltó antes del combate que tenía programado con Robbie Lawler para diciembre de 2019, y Santiago, el Rasta, la Daga Argentina, no volvió a subirse al octágono hasta el 16 de enero de 2021, cuando perdió con Li Jingliang en Abu Dabi. La pasó pésimo, pero lo cuenta con calma.
Hay más muestras de que el tipo es siempre así de tranquilo. “Antes de la pelea… te cagás de risa, pero duermo todo el día”, dice. El pionero que abrió la puerta para los argentinos en el Ultimate Fighting Championship, la máxima empresa de las MMA, el mismo que después sube a masacrarse mutuamente con alguna otra máquina de matar como él, se pasa el día en la cama con la luz apagada, come su plato de pastas, se arma el bolsito y sale para el estadio como quien tiene entradas para ver Intensa Mente 2.
Este año lo empezó noqueando: el 11 de enero dejó fuera de combate a Carlston Harris en su vuelta a la victoria después de un par de reveses. A sus 38 años, una edad en la que varios empiezan a pensar en el retiro, él va por todo lo contrario: “La inmediatez es estar activo. En este 2025, quiero hacer la mayor cantidad de peleas que pueda. Si puedo soñar, me gustaría hacer cuatro peleas. Y, si no, tres, pero meter buenas peleas. Seguir dando guerra”, dice.
Desde aquella charla de 2018 hasta hoy, no solo su realidad como atleta cambió: también pasó que el UFC se convirtió en un espacio político. La explicación de ello está en dos nombres: Joe Rogan y Dana White. Y los dos tienen algo en común: su apoyo a Donald Trump.
Santiago confirma. “Sí, es verdad, cien por ciento. Porque Trump va siempre a las peleas. Lo he visto un montón de veces, porque aparte de estar peleando, yo estoy comentando. Entonces, me ha tocado estar con él en un montón de eventos y, la verdad, cuando entra a la arena es una supercelebridad. La gente lo ovaciona”.
“Trump va siempre a las peleas. Lo he visto un montón de veces”, dice Santiago. (Foto: Chris Unger/Zuffa LLC)
El ambiente testosterónico del UFC y de las artes marciales mixtas en general (dicho esto sabiendo que pelean mujeres: se habla de la asociación entre reciedumbre y masculinidad que tanto atrae a las derechas del mundo) es caldo de cultivo para que encuentre su encarnación deportiva la broligarquía que rige Estados Unidos y, en una versión bastante más enclenque, Argentina. Pero nuestro hombre en el lugar de los hechos no ve tan claro un paralelismo entre el éxito del UFC y la conflictividad social: “No sé si tiene que ver con el crecimiento de la violencia. Creo que hay muchas más cosas envueltas. La compañía hace un muy buen show, un espectáculo impresionante que ha desplazado un poco al boxeo… todo eso se ve en los números”.
Hay otra tendencia en, ponele, deportes de contacto que a Santiago también le llama la atención: las peleas de boxeo entre influencers, streamers y youtubers, que en muchos casos se miden contra expúgiles o artistas marciales fuera de su prime. Con los hermanos Jake y Logan Paul a la cabeza, estos eventos reparten bolsas y generan ingresos que en muchos casos superan los de combates “reales” por títulos del mundo. Incluso, como sabemos, ya desembarcaron en la Argentina: Párense de manos lleva dos ediciones, la última realizada en diciembre en un estadio de Vélez colmado.
¿Se prendería Ponzinibbio en esa? “Yo te digo una cosa: no lo descarto. Eso es entretenimiento, no es un deporte de combate. No son peleadores profesionales, es gente que se sube a cagarse a trompadas, que tiene sus seguidores o que son conocidos, y genera un cierto entusiasmo en la gente”. Por lo pronto no tendría que aprender a boxear de cero. Santiago combate con todas las extremidades, pero se da especial maña con los puños.
“Es una compañía que no para de crecer, que es impresionante lo que genera en el mundo, y en Argentina también. En 2018 era el abanderado de este deporte. Hoy están llegando otras generaciones, chicos nuevos, y hay más que están por venir”, dice. En nuestra charla anterior, no había lista de argentinos en el UFC: era él y solo él. Hoy podemos contar entre los compatriotas que pasaron por la franquicia a Francisco Prado, Esteban Ribovics, Ailín Pérez, Kevin Vallejos, Guido Cannetti y Silvana Gómez Juárez.
Adelantado y veterano de mil batallas, el nativo de La Plata apuesta a mantenerse vigente, sin desbordes: “Ya fui un loco que entrenaba demasiado. Hoy busco más la calidad que la cantidad, escucho a mi cuerpo. Tengo que trabajar con mis lesiones, que obviamente las tengo después de tantos años. El cuerpo pasa factura: el deporte de alto rendimiento no es saludable”.