Todos hemos recibido consejos de nuestros familiares y profesores. Todos hemos tenido una pasión. Todos hemos sido niños y nos hemos enfrentado a adversidades. Desde la revista Interiores hemos conversado con la interiorista, con más de 25 años de experiencia, Raquel Chamorro, para conocer, de primera mano, aquello que ha marcado su carrera profesional, desde sus inicios hasta hoy. Es, sencillamente, inspirador. Ponte cómodo y disfruta de sus anécdotas. 

«De pequeña pasaba horas reorganizando mi habitación y movía todos los muebles de las habitaciones de los hoteles a los que iba» Raquel chamorro, interiorista.

Tu pasión por el diseño de interiores, como ya adelantaste en una entrevista con Interiores, te viene desde pequeña. ¿Recuerdas alguna anécdota sobre tus inicios profesionales en este mundo?

Sí, desde muy niña sentí una fascinación instintiva por los espacios. Recuerdo que pasaba horas reorganizando mi habitación, además de mover todos los muebles de las habitaciones de los hoteles a los que iba. ¡Ja, ja, ja! Con 19 años hice mi primera intervención: modifiqué todas las telas de una casa de 400 metros. Estudié el efecto de la luz en las texturas, los componentes de cada tejido en las zonas más transitadas y en los salones de menos uso. Me intrigaba cómo la luz, los objetos o los tejidos podían transformar un lugar común en algo especial. Fue tal el éxito en Valladolid que continué con despachos de amigos de mis padres. Ese fue el primer “encargo” que recibí, pero para mí fue revelador. Me enseñó que, incluso en los proyectos más sencillos, existe la posibilidad de emocionar y de crear atmósferas que perduran en la memoria. Comprendí que esa inquietud infantil tenía raíces más profundas: me interesaba la huella del tiempo en los objetos, la memoria de los materiales, el relato oculto en cada pieza. Estaba estudiando interiorismo, cursando cinco años de Historia del Arte y también muy metida en subastas de arte. Así que entelaba paredes, ponía pedestales con bustos, utilizaba de forma muy práctica la mesa de trabajo, diseñaba la iluminación para las librerías y creaba salas de espera muy agradables. Mis padres pasaron más de una vez vergüenza con sus amigos porque no me callaba nada, siempre sincera, sin molestar. Pero a mí me mereció la pena, y a sus amigos también. Así abrí el estudio con las primeras carreras terminadas, seguí preparándome y estudiando en las siguientes, viniéndome a Madrid. Fue entonces cuando entendí que mi vocación consistía en crear espacios que emocionaran y acompañaran la vida de las personas.

raquel chamorro salón con ventanales

Foto: Raquel Chamorro

Robert Redfort

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¿Quiénes han sido tus referentes? ¿Podrías compartir algunos de los mejores consejos que te hayan dado?

El catedrático de Arte del Renacimiento y del siglo XX, Plaza, fue una auténtica revelación para mí: era música para mis oídos. Fue él quien me impulsó a profundizar en figuras como Leonardo da Vinci o Van Gogh, y me transmitió la pasión por entender el arte no solo como algo estético, sino como reflejo del alma humana. He tenido la fortuna de nutrirme de grandes referentes, tanto en el mundo del diseño como en la vida. De Pascua Ortega y José Carlos, su brazo derecho, entré de lleno en el mundo de los tejidos y texturas, así como de todo tipo de materiales. Ambos me mostraron un mundo de posibilidades y me enseñaron también la importancia de la contención y la elegancia atemporal, cualidades que valoro por encima de tendencias pasajeras. Posteriormente, seguí con Diego Rodríguez, un gran amigo con quien he compartido Casa Decor y también Millesime, y de quien aprendí a dar un paso más hacia la depuración y el concepto, convirtiéndose en una persona muy admirada y querida para mí. Fue una época dorada con la mezcla del yute en traseras y laterales de sofás, con terciopelos, tachuelas y sedas en los cojines y respaldos, además de los famosos galones y flecos… Con el tiempo, mis trabajos se volvieron más limpios, menos cargados, más conceptuales, pero con calidez y solidez. Abrí otro estudio posteriormente con exposición de muebles diseñados por mí, otros internacionales, papeles y telas. Un consejo que siempre guardo es que un espacio no debe deslumbrar solo al entrar, sino seguir revelando su belleza y armonía con el tiempo.

«De mi abuela, en cambio, conservo la idea de que un hogar debe reflejar hospitalidad, un lugar en el que cualquiera se sienta acogido» Raquel chamorro, interiorista.

Hablando de familiares, siempre se ha dicho que los consejos de nuestras madres y abuelas son los mejores. ¿Has heredado alguno de sus consejos?

Sin duda. Mi madre, académica como mi padre, me transmitió la sensibilidad y el amor por la cultura clásica. Gracias a su interés por el latín y el griego, terminé estudiando paleografía. Me fascinaba poder transcribir aquellos textos del Renacimiento que hablaban de su mobiliario, moda y sociedad. De ella heredé la importancia de los detalles, mientras que, de mi padre, la practicidad y el rigor en el trabajo. Ese equilibrio ha sido esencial en mi vida y en mi manera de proyectar. De mi abuela, en cambio, conservo la idea de que un hogar debe reflejar hospitalidad, un lugar en el que cualquiera se sienta acogido. Todas ellas coincidieron en una enseñanza fundamental: la verdadera elegancia nunca es ostentosa, sino contenida, natural y auténtica. Ese legado me ha acompañado siempre, tanto en mi vida personal como en lo profesional.

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Foto: Foto: Arturo + Lauren Interiorismo: Raquel Chamorro

La interiorista Pilar Cinca, de Punto y Seguido Estudio, y Paula Peña, de D'azulcobalto  Fotografía de Jal Lux

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De entre todos tus proyectos, ¿ha habido alguno en el que hayas hecho algo que en realidad no te gustaba?

Sí, claro. Como ocurre en cualquier carrera creativa multidisciplinar, uno se enfrenta a decisiones que no reflejan del todo la visión personal. Pero ahí radica la grandeza de nuestra profesión: ser capaces de empatizar, escuchar e interpretar los deseos del cliente con delicadeza, manteniendo la base de sus gustos y dirigiendo el proceso para que todo quede más bello. Creo que ese es el reto del interiorismo: interpretar los sueños de otra persona y darles forma. A veces los clientes llegan con miedo a pedir lo que desean, dudando de si sus ideas son posibles o elegantes. Nuestro trabajo es acompañarlos como si fuéramos un “confesor espiritual”, darles esa tranquilidad, ser alguien con quien puedan volcarse y transformar esos deseos en una propuesta armónica y bella. Esa capacidad de empatía, combinada con criterio y dirección, es la esencia de lo que hacemos en el Estudio Raquel Chamorro. De cualquier modo, ningún proyecto me ha parecido terrible: los encauzas, muestras y enseñas otras posibilidades a los clientes, de modo que se mantenga la esencia de lo que buscan, pero expresado de forma más armónica, sostenible, noble y con carácter. En fin, para eso nos llaman, para que el resultado quede óptimo.

¿Qué es lo más raro que te ha pedido algún cliente? ¿Y qué es lo que más te piden?

El universo de los clientes es tan amplio como fascinante. He recibido peticiones singulares, como diseñar espacios que evocaran recuerdos muy personales. Sin embargo, nada extraño, simplemente poco habitual: hacer una capilla, una zona de fitness con boxeo, salas de shiatsu —tanto de la escuela europea como de la japonesa—, cocinas para chefs, talleres de pintura, galerías de arte y otros. Todos muy bellos, aunque no tan frecuentes como los encargos residenciales, contract o despachos. Sin embargo, lo que más me piden, con diferencia, es crear hogares que respiren serenidad. La gente busca refugios donde reencontrarse consigo misma, espacios donde la estética y la emoción se entrelacen de manera natural. Lo que más valoran es mi conocimiento sobre arte, tanto pictórico y escultórico como de artes menores —alfombras, cerámicas, cristal—, así como el trabajo con materiales nobles, sostenibilidad y naturaleza. El cromatismo y la iluminación también son claves en nuestros proyectos. A raíz de los dos últimos años en Casa Decor, donde ganamos el primer premio por votación popular, el exterior se integraba con el interior y viceversa, el Estudio Raquel Chamorro fusiona la elegancia de los salones con la naturaleza. Porque la exquisitez y la sensibilidad no son solo para nuestras casas, sino también para nuestros jardines, patios o terrazas. En definitiva, los encargos conllevan en muchas ocasiones trabajar tanto la propia casa como el exterior. Lo que buscan es que les puedas crear un entorno en la ubicación que necesiten, sea una finca o un chalet. El resultado siempre impacta al cliente, no porque no se acerque a sus emociones, sino todo lo contrario: porque se sienten identificados, arropados, reflejados en sus sentimientos más auténticos, sean estos poco convencionales o más tradicionales. Cada espacio es un reflejo de quienes lo habitan: su historia, sus anhelos, su forma de estar en el mundo. Mi propósito no es imponer un estilo, sino acompañar, escuchar y dar forma a esos deseos para transformarlos en atmósferas que perduren en la memoria. Porque, al final, el interiorismo no se mide solo por lo que se ve, sino por lo que se siente.