En su aniversario 70º, Lolita sigue provocando las peores interpretaciones
Este mes de setiembre se cumplen setenta años de la aparición de Lolita (1955), la más célebre novela de Nabokov y acaso uno de los textos literarios más controversiales de la segunda mitad del siglo XX. Desde entonces hasta hoy, la historia de Humbert Humbert y de su obsesión por la niña de doce años Dolores Haze no ha dejado de ser objeto de las más diversas y opuestas lecturas: una denuncia sobre la pedofilia, una reflexión acerca del poder del lenguaje, una sátira de la cultura estadounidense y, también, la más perversa y persistente: una historia de amor imposible.
Alrededor de esta última lectura ocurre la siguiente anécdota:
Sucede durante la FIL Lima 2022, cuando L decide comprar una edición reciente de Lolita, publicada por la editorial española Innisfree. Revisamos juntos el libro. Yo aprovecho para mostrarle aquello que siempre me ha fastidiado: aunque se suele citar el «Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas» como uno de los comienzos más icónicos de la literatura contemporánea, en realidad Lolita comienza páginas más atrás.
La novela abre con un falso prólogo en el que el personaje de John Ray Jr. explica que lo que estamos a punto de leer son las memorias de un tal Humbert Humbert, un hombre que acaba de morir en la cárcel, a poco de que empiece su juicio. «Es horrible, es abyecto, un ejemplo flagrante de lepra moral», dice de él John Ray Jr., así como que el texto «habrá de ser, sin duda, una obra clásica en los circuitos psiquiátricos». Luego de aquella breve introducción, el lector queda listo para comenzar el relato que ya todos conocemos.
El ejemplar de la editorial Innisfree, sin embargo, se salta por completo ese pedazo de la novela.
Me comunico con la editorial por Twitter (hoy, X) y el community manager admite que, en efecto, han sacado el prólogo de su edición. Para justificarlo, ensaya distintas razones. Por «la belleza», dice primero. Después, que no son «muy amigos de los prólogos», que él «hubiese preferido leer la obra sin saber de antemano que HH está muerto», que «el libro funciona mucho mejor sin el prólogo» y que ese fragmento es «totalmente prescindible».
En el medio, hay momentos exasperantes en los que el CM de Innisfree no parece entender qué cosa es un falso prólogo: intenta explicarme que John Ray Jr. es un seudónimo de Nabokov y que es discutible si ese texto forma parte de la novela, «pues es un prólogo». También dice que no es la primera vez que reciben esa queja y que, si queremos, pueden enviarnos el texto faltante. La conversación se atasca cuando el tipo al final se lava las manos y me dice que le lleve el problema a sus jefes.
Regresamos al stand donde L compró Lolita. Al inicio, ocurre la misma discusión —«Es que el prólogo no es parte de la novela», nos dicen—, pero, cuando les explicamos que la propia editorial ha admitido quitar esa porción ausente a propósito, aceptan devolvernos el dinero [aunque pasarán muchos meses antes de que la librería deje de vender aquella versión mutilada de la novela].
De todas formas, una suspicacia se activa, así que busco información sobre Innisfree.
Los dueños de la editorial no solo niegan el cambio climático, comparten noticias antivacunas y se definen como anarcocapitalistas, sino que además destacan ser antifeministas, y en 2017 se jactaban de presumir la inocencia de los cinco acusados en el caso La Manada. En esa entrevista para el diario El Español, afirman no creer «en un mínimo de edad para establecer el consentimiento». Y, en esa línea, han publicado una novela titulada Encuentros sexuales con menores (2018), de un tal Datre Vilo [En los años siguientes, publicarán dos secuelas: BDSM Edition y Japan Edition].
Sigo investigando y al rato descubro que la única persona detrás de la editorial —community manager incluido— es un tipo que va por la vida bajo el seudónimo Oliver Tad. ¿Suena a algo? Escrito al revés, Oliver Tad es Datre Vilo, el autor de Encuentros sexuales con menores. Como el título indica, el libro narra encuentros sexuales con chicas menores de edad en España y Brasil. Según consta en distintos posts que hizo en redes sociales y que fueron difundidos por una denuncia previa, Oliver habría pasado varios años entre estos dos países.
La denuncia también recopila publicaciones que podrían ser de autoría de Oliver en una cuenta ya dada de baja: @Efebofilo. En ellas, se leen estas afirmaciones: «Solo diré que si eres hombre y no te gustan las mujeres de 16 y 17 años, eres gay, subnormal o un hipócrita»; «Pocos treintañeros seguimos atrayendo a mujeres de 16 y 17 años. De ahí la envidia e insultos de los que ya no pueden acceder a ellas»; «A muchos les parece poco. A mí me parece excesivo meterle 2 años de cárcel a un tipo por tocamientos durante unos segundos a una niña»; «Estoy enamorado. Solo tengo ojos para ella. Sí, tiene 13 años y es una diosa».
A pesar de lo repugnante, el caso nunca llega a mayores. La editorial ha seguido ampliando su catálogo, pendulando entre obras provocadoras —como las del Marqués de Sade—y tratados de economía y política muy en sintonía con lo que le gusta a Javier Milei. Asimismo, el responsable, Oliver Serrano, se pavonea de trabajar solo tres meses al año y ha escrito un libro —bajo nombre real— para compartir sus secretos: El millonario del tiempo (2025).
La pregunta acerca de por qué una editorial le arrancaría a la obra de Nabokov sus páginas iniciales queda resuelta. Es evidente la lectura sobre la que Oliver e Innisfree quieren encarrilar a sus lectores, evitando que accedan a cualquier clase de advertencia sobre su narrador.
Lo inquietante es que no se trata de un caso aislado.
Un ejemplo: si uno lee el resumen de la obra que acompaña la edición de Anagrama, encontrará que catalogan Lolita como «una extraordinaria novela de amor».
Otro más: en la edición que guardo en casa (Vintage International, Random House, 1997), los editores decidieron sacar de contexto las palabras de un artículo de Gregor Von Rezzori para Vanity Fair y colocarlas como blurb en la portada, que luce con mucha audacia lo siguiente: «La única historia de amor verdaderamente convincente de nuestro siglo».
Lo mismo sucede cuando revisamos las portadas que acompañaron a la novela. Haciendo caso omiso a las indicaciones de Nabokov —«Quiero colores puros, nubes que se funden, detalles dibujados con precisión, un resplandor solar sobre un camino que se aleja con la luz reflejada en surcos y huellas, después de la lluvia. Y nada de niñas»—, casi la totalidad de ellas se han centrado en la figura de Dolores Haze: su cara, sus piernas, su ropa de niña de doce años.
La escritora Lola López Mondéjar, al hablar de cómo tantos lectores malinterpretaron la novela, lo explica bien: «La recepción de Lolita obvió el abuso, olvidó el falso prólogo que hubiera debido orientar su lectura y se regocijó en el deseo de Humbert, elaborando un mito que responde al erotismo oculto de muchos hombres».
En eso, quizás, radique la condena de esta obra. Y es que a lo mejor todavía hoy, para muchos hombres, el primer reflejo al leerla sea encontrar, en este paradigmático y terrorífico relato de abuso, un cuento erótico. Aquella gran y deseada historia de amor. La identificación plena con el patológico antagonista. Y un fuego que enciende, en ellos también, esa desbocada y acrítica obsesión por su objeto de deseo: Lolita.
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