Ana María Bravo, durante una de sus clases de Lengu y Literatura de 4º de la ESO en el IES Miraflores de Oleiros GONZALO BARRAL

Editores, profesores, escritores y bibliotecarios debaten sobre la pertinencia de introducir a los autores clásicos durante la educación. Y no hay una respuesta única
19 sep 2025 . Actualizado a las 15:29 h.

El Lazarillo de Tormes, La Celestina, Don Quijote de La Mancha, Bodas de Sangre, Follas Novas, Memorias dun neno labrego, A esmorga, Os vellos non deben de namorarse… Es la narrativa que ha acompañado durante décadas a los estudiantes gallegos en sus clases de lengua y literatura; lecturas obligatorias entre las que se van intercalando otros títulos más contemporáneos —que ya empiezan a ser considerados también como clásicos—, como Nada, La colmena, Cartas de inverno, O lapis do carpinteiro… Una lista en la que, con mayor o menor rapidez, se van colando autores y autoras de literatura infantil y juvenil con libros que tienen a adolescentes como protagonistas y que tratan de asuntos cercanos a ellos, con los que se pueden enganchar más al hábito lector. «Durante os anos oitenta e noventa os clásicos estaban moi vivos nas listas escolares. Neste novo século, é a literatura actual a que predomina e se preescribe», destaca Fran Alonso, director de la editorial Xerais, que explica este hecho por el cambio de tendencias pedagógicas, marcadas por la realidad sociocultural de las distintas generaciones de profesorado, pero también por la calidad de la literatura infantil y juvenil de esta época.





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Los clásicos, sí, son libros que todo el mundo debería leer al menos una vez en la vida, pero ¿es la adolescencia el mejor momento para hacerlo? «Para gozar dos clásicos ás veces é necesaria unha madurez lectora, cognitiva ou emocional que non sempre se posúe aos 15 anos», reflexiona Andrea Maceiras, licenciada en Filoloxía Galega e Hispánica, doctora por la UDC, donde ejerce como profesora en la Facultade de Ciencias da Educación. Especializada en literatura infantil y juvenil, es autora de varios títulos recomendados por docentes en sus aulas, como O que sei do silencio o Alma de elefante. En su opinión, «se o hábito lector se consolida, a lectura dos clásicos chegará, aínda que sexa aos 80», porque la temporalidad ya consolidada de estas obras permite que esperen al lector.

¿Cómo se ve este debate desde dentro del aula? Ana María Bravo, profesora de Lengua y Literatura en el IES Miraflores de Oleiros, reconoce que el canon escolar está demasiado centrado en los clásicos: «A partir de 4.º de la ESO es importante trabajarlos, pero en los cursos pequeños podría innovarse más». En su opinión, los docentes deben escoger títulos que puedan aportar de forma realista a ese momento vital en el que está el estudiante. Y subraya la importancia de optar por buenas adaptaciones: «Ya les cuesta leer como para ponérselo en un castellano que ni hablan ni entienden». Creadores como Rosalía de Castro, Federico García Lorca o Miguel de Cervantes, insiste, no pueden faltar en las listas que se encargan a un adolescente: «Les aportan todo, aunque no sepan verlo; y transmitirlo también es un reto», confiesa. Son tres autores que deben mostrarse como ejemplo de la lucha por la identidad, la justicia y los derechos humanos: «Rosalía puso voz femenina en alto y manifestó sentimientos oprimidos en una lengua también oprimida; Lorca, la lucha de la educación, por la igualdad y el feminismo; y Cervantes es el mensajero de los valores que te hacen buena persona y la lucha disciplinada por cumplir tus sueños». El reto al que se refiere Bravo es el de conseguir que el estudiante empatice con lo que el docente quiere que lea, demostrarle que le puede aportar cosas reales, aunque se trate de una obra escrita hace siglos.

Cuando esto se consigue, el poso queda. «El camino segue a ser un dous meus libros favoritos de todos os tempos. Como esquecer a Germán el Tiñoso? Emocionoume e fíxome chorar», confiesa la escritora Érica Esmorís. O poder de Amabel, Nena e o mar o Ulises e as cronoamigas son algunos de los títulos de esta escritora que están recurrentemente en la agenda de maestros gallegos de primaria para introducir a sus alumnos en la lectura. Ella recuerda bien los libros que tuvo que leer en el instituto: El cantar del mío Cid, Os dous de sempre, A nosa cinza… «Uns gustáronme máis ca outros, pero todos deixaron pegada dalgún xeito», explica, y recuerda especialmente Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez: «Resultoume denso para a idade que tiña daquela, pero tamén foi a miña primeira vez diante dunha narración invertida e aquilo deixoume fascinada».

Lecturas compartidas

Y, al fin y al cabo, ese debería ser el objetivo de cualquier profesor de Literatura: lograr que sus alumnos queden fascinados con la lectura. «La escuela, la familia… deben acercar esas obras necesarias que formarán nuestro itinerario y nuestro gusto lector, y que motu proprio nunca escogeríamos, pero no de una forma impositiva y siempre acompañados», opinan desde la red de bibliotecas de A Coruña, que contestan de forma colectiva tras preguntar en varias de ellas. Hay más voces vinculadas a la literatura infantil y juvenil que insisten en la necesidad de eliminar el término obligatorio en las lecturas que los profesores piden a sus alumnos, ya que puede resultar desmotivador. «Optar por outras denominacións como lecturas conxuntas ou compartidas resulta máis atractivo», comenta Andrea Maceiras, que también cree que se deberían eliminar los exámenes sobre dichas lecturas porque «reducir a un exame unha obra literaria significa equiparar a un libro de texto. A literatura é moito máis, ten finalidade en si mesma».

Desde Xerais, Fran Alonso también prefiere referirse a «lecturas de prescripción» más que de obligatorias, y valora la importancia de estos catálogos incluidos en las aulas en el caso de la literatura en gallego: «Serve para formar lectoras e lectores na nosa lingua e para establecer esa conexión cultural imprescindible que dá o coñecemento do territorio, da cultura e da sociedade a través da literatura». Y tanto el editor como las bibliotecarias reconocen que, más que imponer un título concreto, resulta más operativo ofrecer listas abiertas de libros dentro de cada estilo para que sean los propios jóvenes quienes elijan el título que les resulte más interesante.

En lo que también coinciden todos es en la necesidad de abrirse ay cita nuevos formatos an la novela gráfica: «O sistema educativo debería abrirse ao xénero do álbum ilustrado, que ten un enorme potencial narrativo». Desde las bibliotecas aseguran que es un género que cala mucho en su público infantil y juvenil y que puede ser una buena manera de acercarles a los propios clásicos, con las adaptaciones de títulos ilustrados. Desde el aula, Ana Bravo lo sabe, pero también apunta que los precios son más elevados y no hay suficientes ejemplares en las bibliotecas, lo que puede ser un problema a la hora de pedir ese material para que lo compren los estudiantes.

Al final, la clave está en que la lectura en el aula se convierta en una experiencia colectiva: «É imposible que un libro conecte con todos e, ao mesmo tempo, é imposible que non conecte con ningún. Aí tamén está a riqueza», reflexiona Esmorís. Ella lo vio claro coordinando un club de lectura infantil: «O libro que menos lles apetecía acababa sendo, moitas veces, o que máis lles gustaba. Só precisaban un pequeno empurrón».

«No te tiene que gustar leer, no eres peor ni mejor persona por leer más o menos, pero tu misión es intentarlo», resume Bravo. «Una vez que descubras el placer de la lectura, puedes correr el peligro de quedar atrapado para siempre», advierten las bibliotecarias.

Las propuestas de los expertos para leer en clase

  • «Romancero Gitano», Federico García Lorca
  • «El camino», Miguel Delibes
  • «El sí de las niñas», Moratín
  • «Be water», Antía Yáñez
  • «Persépolis», Marjane Satrapi
  • «La trenza», Laeticia Colombani
  • «Prohibido leer a Lewis Carroll», Diego Arboleda
  • «La noche más oscura», Ana Alcolea
  • «Agu trot», Roald Dahl