Debía estar Zakaria Eddahchouri en el banquillo, antes de que empezase el partido, con la cabeza entre las piernas y preguntándose qué más tenía que hacer él para ser titular en el Dépor. La respuesta la obtuvo casi de inmediato. Desenrolló Mulattieri el muestrario, lo extendió sobre el tapete de Riazor y la grada solo pudo abrir los ojos y maravillarse. Cada pelota larga la hizo mejor, cada duelo era suyo, cada arrancada era terror puro para un Huesca minimizado y tembloroso. Un lujo, una fuente inagotable de recursos para un equipo al que le sobran. Una velada más la pelota voló en las piernas de Yeremay, Soriano y, sobre todo, Luismi y Mella. Las invidualidades realzadas por un grupo compacto, sólido y muy rico tácticamente. Extraña sensación de suficiencia para un Deportivo instalado en la épica y en las penurias en su pasado reciente.
Mulattieri empezó de falso extremo el partido para terminar esa hora de juego como un verdadero delantero, total, de esos que dan sentido y salida a un equipo. La pincelada que cierra el cuadro. Lo que tanto ha anhelado el Dépor desde hace tiempo, más allá de que Eddahchouri siempre tenga la escopeta cargada.
Ese primer gol en el que estaba pisando la cal siguiendo las consignas de Hidalgo para la presión fue su carta de presentación. Exquisita utilización del cuerpo y gran centro que buscaba a Yeremay para poner a Carrillo contra las cuerdas. 1-0, gol en propia puerta. Hizo lo que quiso y cuando quiso. Solo le faltó el gol. Lo tuvo con un disparo, con un cabezazo al que no llegó. Ya vendrán más. Como si tardan… con esa hoja de servicio…