VALÈNCIA. El Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (MuVIM) se prepara para afrontar una transición que cambiará de manera significativa su misión. Tras un más que agitado verano para el museo, la Diputació de València ha puesto sobre la mesa una nueva hoja de ruta en la que ganará peso la colección artística de la corporación, que no cuenta un espacio fijo para su exhibición y que ganará peso en las salas del MuVIM.
Este movimiento, que adelantó Levante-EMV, comienza a tomar forma con la intención de ceder algunos de los espacios del centro para la muestra de los “tesoros que tiene la Diputació”, relata el diputado de Cultura Francisco Teruel a este diario, un cambio de pesos en la programación en el que gana presencia la colección aunque también dejará espacio para las eclécticas propuestas que propone habitualmente el museo.
“La idea es utilizar el MuVIM para exponer la colección porque no tenemos otro espacio para mostrar los tesoros de la Diputació. Seguimos con la idea de mantener el grueso expositivo del MuVIM, pero vamos a aprovechar también otros espacios para hacer estas exposiciones”. Teruel, además, ha destacado que ya están trabajando en el primer proyecto de exposición, que podrá verse antes de que acabe el 2025. Cabe recordar que el museo trabaja en una exposición sobre el Santo Cáliz, cuya inauguración está prevista para principios de noviembre, así como una propuesta sobre Memoria Democrática que marcará el final del año.
Por su parte, Amador Griñó, el jefe de exposiciones del museo, ha añadido que esta propuesta pretende arrojar luz sobre el patrimonio de la Diputació, más allá de las piezas que se conocen por ser sus “grandes éxitos”. “Queremos ir más allá de las grandes obras de pintores de caballete, hay piezas como muebles, relojes y otros tesoros de Castelló, València y Alicante. Hay que poner en valor las obras patrimoniales que poseemos”.
El reto, tal y como lo comprende el director del MuVIM, Rafael Company, está en encontrar la ubicación exacta de las piezas de la colección, un complicado trabajo de museografía que supone un encaje de bolillos para ver “qué salas podrían albergar las piezas”, que tal y como explica Griñó podrían ser variables: “El gran reto es adecuar las salas a las piezas. Tenemos un museo que es muy bonito por fuera, pero que tiene un interior complicado con difícil distribución. Hay que estudiar qué salas encajan más con según qué piezas, mientras el museo sigue acogiendo las muestras propias del museo de la Ilustración y la Modernidad”.
“El museo no va a dejar de ser casa de todo este tipo de exposiciones, sino que además podría albergar otro tipo de cosas. Primero se expondrá el contenido que mejor se adapte a las condiciones del museo, materiales hay de todo tipo”. Materiales y obras que Company defiende que siempre han estado a manos del “público especialista” pero que ahora se dejarán ver también por el público general, que nunca ha podido acceder a esta parte del patrimonio que podrá verse “más pronto que tarde”.
Echar tierra con Talea
Este cambio en el museo es a corto plazo, aunque no inmediato, el museo abre temporada esta misma semana con la inauguración de la muestra Talea, del artista valenciano Sime Llicer. Una exposición que tal y como la define Teruel busca conectar con la experiencia más sensorial y de juego del espectador, planteando un paseo único por un “proyecto expositivo de contrastes” pensado para sorprender a los más pequeños. La Sala Alta del MuVIM estará invadida por los animales, los insectos y las frutas hasta el próximo 7 de diciembre. La muestra, que reflexiona sobre la construcción del mundo y sus organismos, reflexiona a través de más de 360 piezas sobre el inicio de la vida y sobre el mundo que nos rodea.
Esta reflexión arranca desde la entrada del museo, con una enorme jirafa y un cocodrilo que dan la bienvenida al visitante, hasta la Sala Alta del museo, donde le reciben todo tipo de animales que le invitan a unirse a su “jungla”. En palabras del artista Talea es una suerte de mercado central en el que cada visitante puede encontrar “lo que quiera” mientras él mezcla técnicas tradicionales y contemporáneas para crear su mundo: “Es una muestra que se comprende como un juego libre para el espectador. Los gusanos se esconden por todas las piezas, el acero inoxidable refleja en el juego como si fuera agua y hay piezas que funcionan como un puzle”. Hay que salirse de la sala para comprender la magnitud del cultivo artístico de Llicer, quien busca encontrar en la cultura una nueva forma de cultivo del disfrute.