A la televisión de hoy le cuesta superar el millón de espectadores. La mayoría de los programas se conforman con mucho menos. Y ni siquiera nos percatamos de esta pérdida de influencia del televisor, pues nos insisten en embotellados datos de cuota de pantalla en vez de la media de personas que están viendo cada espacio cada día.

Pasapalabra es infalible en ese share que tanto se recalca, es el porcentaje de gentes que está en un canal de todos los que están viendo la tele, aunque sobre todo el programa presentado por Roberto Leal es vigoroso en congregación de espectadores. Más de un millón y medio de seres humanos no fallan cada tarde al concurso de Antena 3, que ve cómo crece su audiencia en el colofón final de El Rosco. Ahí se dispara a dos millones y medio de personas bien atentas a una prueba que es tan concreta como épica.

Mientras tantos programas buscan retener la atención del público con tensión narrativa que muchas veces vende humo, la fidelidad que consiguen estos concursos está que aglutinan con arte las cuatro bases de la tele: escapismo, admiración, descubrimiento y participación.

En una sociedad en la que estamos aturdidos de impactos informativos y, a la vez, de discursos de ‘y tú más’, Pasapalabra te permite coger aire con un juego que es fácil de intentar contestar desde casa. Estés en familia o estés solo. De hecho, la dinámica del formato permite sentir que son de nuestra propia familia los concursantes. No son los empollones de la clase, podrían ser unos amigos del barrio que se superan un poquito cada día. Porque el programa tiene azar, pero también premia el esfuerzo de la preparación. Lo que nos hace empatizar todavía más con sus protagonistas que, para más inri, son anfitriones de personajes populares que son tan perfectamente imperfectos como nosotros. Y nos gusta conocer lo que nos acerca a los «famosos». 

El otro fuerte del programa está en que no se estira de más. Sabemos a qué hora empieza y a qué hora acaba, esencial en la programación televisiva actual. Y su escaleta no cesa de aportar contenido real. Cada prueba contiene respuestas de nuestra cotidianidad. Hasta llegar al chimpún de El Rosco, siempre puntual antes de las nueve de la noche. Así se crea cita. Así Antena 3 marca agenda transversal: con programas luminosos, que no solo distraen: el espectador ha venido a jugar y se implica. Lo mismo pasa, de otra forma más liviana, con La Ruleta de la suerte.

La parrilla de Antena 3 protege su imagen de gran cadena generalista. Los programas van definiendo diferentes tonalidades del día y sus historias se van complementando. Pero, al final, gana cuando hay reunión social desde la alegría de la curiosidad que te permite soñar con otros esperanzadores mundos sin salir de casa. Ese es el as en la manga de la tele clásica que no se puede permitir perder: ser punto de encuentro. Pasapalabra lo es, en forma, en fondo y en horario. El verdadero prime time de hoy. Porque hasta su emisión se ha hecho conciliador hábito diario de nuestras vidas.