San Sebastián
Después de épocas de altibajos, Eduard Fernández (Barcelona, 1964) vive un momento esplendoroso en lo personal y en lo profesional. Ganó el Goya el año pasado por su transformación en Enric Marco, un hombre que fingió haber sobrevivido a los campos de exterminio. Sin duda, ese trabajo y los que lleva acumulados en su carrera han servido para que el ministerio de Cultura le otorgue este año el Premio Nacional de Cinematografía. «Empiezo pidiendo perdón si me olvido de nombres o alguna cosa parecía, estoy muy emocionado», decía al actor al recoger el galardón en el marco del Festival de San Sebastián.
El actor ha estado rodeado de pareja, familia, representantes, para quienes ha tenido palabras de cariño, y amigos, o los directores Jon Garaño, uno de los directores de Marco, y Mar Coll que lo dirigió en Tres días con la familia. Todos han destacado el talento y la humanidad del actor para interpretar a personajes diversos, llenos de claroscuros y que son parte de la historia del cine. En presencia del ministerio de Cultura, que destacaba la unanimidad en torno a su calidad actoral, Eduard Fernández ha pronunciado un discurso emotivo y reivindicativo, siguiendo la línea que ha mantenido a lo largo de su carrera.
«Cuando me dieron el premio, la primera imagen que me vino a la cabeza fue en mi juventud», recordaba el actor. «Yo sentía que algo me faltaba, me sentía más seguro con las chicas que con los chicos, las conversaciones eran más íntimas, lo encontraba el lugar más seguro. Ese chaval buscaba un lugar en el mundo, un refugio, un lugar donde poderse expresar y complementar esa falta que yo sentía. Ese refugio lo busqué en un escenario, el lugar más expuesto. Por eso, me parece un lugar sagrado, porque tiene sus leyes, empieza y termina, tiene réplica y uno se puede arriesgar a lo más profundo, al vértigo más tremendo».
Forjado en el teatro catalán, con la compañía Els joglars, en el Lluire, donde ha trabajado a las órdenes de Calixto Bieito y Lluís Pasqual, debutó en la pantalla interpretando a dos hermanos gemelos en Zapping. Pero fue Los lobos de Washington, película que estrenó en 1999, como empezamos a conocer al gran Eduard Fernández.
Desde entonces ha ido adaptando grandes producciones, como Alatriste, con cine independiente, ahí está su papel en El método Grönholm. Tiene cuatro premios Goya recibidos por sus interpretaciones en las películas Fausto 5.0 en 2001, En la ciudad en 2003, Mientras dure la guerra en 2019 y Marco en 2025, convirtiéndose así, en el segundo intérprete más galardonado de estos premios, por detrás de su amigo Javier Bardem. También ha recibido la Concha de Plata al Mejor Actor aquí de San Sebastián y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. «Un personaje es alguien que mira desde un lugar. A base de hacer distintos personajes, de Millán Astray a Carrillo, pasando por Paesa, he ido, poco a poco, entendiendo a las personas, al mundo y, finalmente, a mi mismo, y el viaje se ha cerrado».
Personajes complejos, históricos, malvados o buenos, pero siempre con un una mirada que ha evitado estereotipos o juicios. «Soy incapaz de juzgar a un personaje, si lo juzgo no lo puedo interpretar. Buscar al personaje te hace empatizar con él aunque tengas una ideología distinta», explicaba el actor en su discurso. El propósito de una actuación ha sido, es y será, ofrecer a la naturaleza un espejo en el que vea su propia forma, citaba a Shakespeare para defender el papel de la cultura.
El suyo es un trabajo honesto, sobresaliente y comprometido. Destacaba el ministro que siempre se ha mojado al hablar de aquellos temas y problemáticas sociales que le importan. «La gente de la cultura somos un espejo del mundo en que vivimos. Y yo quiero reivindicar la barbaridad que está ocurriendo en Gaza. Discutir por la palabra genocidio es importante. Pongas la palabra que ponga, lo que vemos es que se quiere matar de la manera más bestia. Quien no se conmocione dentro de su ser ante las barbaridades que vemos en televisión, tiene un problema de humanidad. Cuesta encontrar palabras para nombrar lo que pasa en Gaza. Dice Shakespeare que quiere ser un espejo en el mundo, y Gaza es un espejo. No se puede poner de espaldas. Lo que ocurre en Gaza son gritos en el cielo y en la tierra son actos», parafraseando el poema de Celaya.
Eduard Fernández se ha quedado en silencio para ponerse un pañuelo palestino y mencionar algunos de nombres de esos niños a los que el ejército de Israel ha matado en la Franja de Gaza. «Algunos dirán ‘qué pesados sois con el tema’. Pero es que no podemos dejar de decirlo, porque ellos no se van a cansar de matar. No podemos dejar de decirlo constantemente, y, por lo menos, conservar nuestra dignidad como personas».
Recientemente le veíamos apoyar la salida desde Barcelona, su ciudad, de la Flotilla de Gaza. «En la vida está todo junto lo más bonito y lo más violento. Hoy me habéis dado un premio y estoy emocionado, pero lo de Gaza es una barbaridad», terminaba entre aplausos su discurso con el que el actor se suma a la lista de grandes profesionales que han recogido este galardón que cada año otorga el ministerio de Cultura. Después, en un corrillo con periodistas, ya más relajado, el actor decía que simplemente había hecho caso a William Shakespeare. ·A quien le parezca mal que debata, pero con argumentos. William decía eso. ¡Qué menos! Es que no hay palabras cuando ves a un niño que está muriéndose de hambre, con la comida a unos cuantos kilómetros y no la dejan entrar. ¿Quién tiene la poca vergüenza de decir que soy pesado diciéndolo? Eso es una barbaridad. Es una vergüenza», insistía.