La docencia es una razón de ser de María Pilar Cuartero, pero es también una seña de identidad narrativa. Su última novela, «El voto nulo«, es un recorrido a distintos tiempos por ese contexto docente, eso, y, la insaciable búsqueda de la belleza que es otro rasgo definidor de su escritura tanto creativa como crítica. De hecho, el protagonista de la novela, Ramiro Lucerna, próximo a la jubilación, es profesor de Lengua y Literatura Españolas. Sobre ese hecho y la circunstancia de ir recibiendo anónimos envíos que bien podrían conformar un compendio de literatura, pues poemas infantiles, relatos didácticos, narraciones fantásticas, cuentos para niños, extractos de obras teatrales, novelas, leyendas, se sustenta El voto nulo, una novela bella, tierna y con ese hecho tan diferencial y poco común de expresar con sencillez y ternura lo complejo.

En cualquier caso, la autora nunca ha descuidado su faceta como escritora de ficción, pues ya en 1966, un relato infantil, titulado “Luna chiquita” fue galardonado con el Premio Nacional de Albergues Universitarios. Le siguieron las novelas El comprador de recuerdos (2006), novela que presenta unas sólidas credenciales, pues un músico compra recuerdos para componer música, y además con un lenguaje tan descriptivo como lírico logra aunar realidad y fantasía a lo que suma otros elementos metaliterarios, cartas, teatro, cuentos. El aplauso solitario (2013), aborda personajes introvertidos y reservados como Cristóbal Wert, pintor y escultor, que sorprende al fallecer dejando a la luz su faceta de poeta. El día de la fotografía anónima (2018), persiste en esa inteligente combinación de fantasía y realidad, argumentada con el recuerdo, la culpa, la amistad y las incidencias y consecuencias a partir de una nota en un diario de fotografías anónimas. El adiós solo eco (2021), de nuevo, la singularidad, lo metaliterario reforzado ahora por claves en latín, y, la quinta novela, El voto nulo, cuya lectura al haber fijado el placer del texto, recomiendo vivamente. Un título que no guarda relación con el mundo político, solo que la historia se inicia con las elecciones generales de 2019 y, nuestro protagonista, Ramiro Lucerna, visiblemente contrariado por haber sido elegido en una mesa electoral, declara abierta esta aventura literaria marcada por la lectura de su voto nulo, pero especialmente por la serie de votos nulos y mensajes subrayados. El primero, un viva La Cenicienta, por ser exacto “Viva La Cenerentola”. Rossini sigue alimentando el voto nulo, porque el siguiente que aparece es “Viva La donna del lago”.

El enigma entra de lleno, con el siguiente voto nulo “Solo hay una alumna creativa” y otro más “Políticos, aprended de Cincinato: tras cumplir su papel al servicio de Roma, se quitó la toga de dictador y se volvió al campo”. Con ese material en mano, la historia y la realidad se transforman en ficción y fantasía. El afán didáctico y la búsqueda de la belleza, hemos dicho anteriormente, estructuran sin duda, su escritura narrativa. No obstante, la memoria es el material más sustancioso y efectivo para su narrar. Cuando Rainer Maria Rilke, el insigne poeta austríaco afirmó que “la verdadera patria del hombre es la infancia”, solo habría que corregirlo, acaso añadirle que la infancia es patria del hombre y de la mujer. Precisamente, ese momento de la vida, es el punto de partida de la obra de Pilar Cuartero, pues el recuerdo y la esencia de la infancia son un lugar de referencia vital al que se quiere volver para recuperar el espíritu, la candidez, la ternura, la amistad, la belleza. De hecho, la dedicatoria va dirigida a sus seres queridos de la etapa de colegiala, escribirá “en especial a mis compañeras de Bachillerato y Preuniversitario del Colegio de Jesús-María de Zaragoza (1958-1965) a las que con tanto cariño recuerdo, y de cuyas vivencias en común se traslucen algunas en esta novela”. Sin trampa ni cartón, ni artificios ni artilugios, solo con el elegante discurrir del lenguaje novelesco y la transparencia de valores y principios universales, Pilar Cuartero nos entrega un libro genuino, sensual y enriquecedor.

Lo metaliterario y lo interdisciplinar subrayan su frase, la pintura, la música, la poesía, la canción, la fábula la dramaturgia van entretejiendo con ciertas dosis de enigma una novela que escapa al canon de la mediocridad y la violencia, si acaso de la glorificación de cháchara. Aquí, los personajes son también Antonio Machado, los recuerdos como arcoíris que no se borra del cielo, Robert Schumann, una sala de profesores como centro de acción y atención, la Arcadia, es decir, el idílico lugar de tranquilidad y felicidad pastoriles, las enseñanzas inexorables de don Quijote, los juegos de palabras como el seudónimo de Alejandrina Molina Pardina, los préstamos exquisitos como el de Goethe en El aprendiz de mago que tomó de Luciano, las orlas de alumnos y alumnas que van dejando rastros luminosos, la expedición de certificados para las personas insensatas y necias, o el sublime poema de Juan Ramón Jiménez, “El viaje definitivo” que no me resisto a transcribir: “Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;/y se quedará mi huerto con su verde árbol,/y con su pozo blanco./Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;/y tocarán, como esta tarde están tocando,/las campanas del campanario,/Se morirán aquellos que me amaron;/y el pueblo se hará nuevo cada año;/y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,/mi espíritu errará nostáljico…/Y yo me iré, y estaré solo, sin hogar, sin árbol/verde, sin pozo blanco, sin cielo azul y plácido…Y se quedarán los pájaros cantando”.

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