Ciento once años cumplía la Corrida de la Prensa. Tras el paseíllo, los representes del Colegio Oficial de Periodistas, Miguel Massotti, decano, Chema Serrano, Juan … Antonio de Eras, y Rafael Fuster, autor de la portada de la revista ‘La prensa en 7 tardes’, entregaron unos recuerdos a la terna de este año, compuesta por Castella, Emilio de Justo y Marco Pérez, que se enfrentaron a una entipada corrida de Juan Pedro Domecq en la que solo dos toros tuvieron fondo de verdad, el quinto y el sexto. Empezaremos por ese último, al que saludó Marco Pérez con una larga cambiada pegado a tablas para estirarse después a la verónica y rematar a una mano. Empujó el de Juan Pedro a la cabalgadura montada por Sandoval y, tras el puyazo, entró al quite Marco por chicuelinas cerrando con la revolera. Había brindado el toro de su presentación al respetable y repitió brindis en este toro que cerró la corrida. Desde la distancia se dejó venir al astado para enjaretar dos pases cambiados por la espalda de mucho riesgo en el inicio de su faena.
Tuvo mucho motor el toro y lo cuajó fenomenal el salmantino. Pronto comenzó a sonar el pasodoble, pidiendo el matador a la banda que parara. Fue un acierto, porque el público pudo disfrutar y seguir con pasión otra sinfonía, la de la partitura que escribió Marco Pérez con ‘Ollero’, un toro que terminó por embestir gracias a una privilegiada cabeza, el pulso, el temple y el valor para esperar y tirar de la embestida del animal hasta el final. Todo eso, acompañado por la ambición con la que afrontó Marco la tarde, hizo que al toro no le quedara más remedio que sacar lo mejor de sí en una faena que, sin la música, permitió al público apreciar todos los sonidos de la lidia, en el caminar del morlaco, en los cites -«vente bonito», le decía al toro al llamarlo-, e incluso disfrutar de los silencios. Faena importante de un torero capaz de conectar con el público con una facilidad asombrosa. El estoconazo volcándose sobre el morrillo provocó que se le pidieran los máximos trofeos. Paseó dos orejas de muchísimo peso.
-
Plaza de toros de Murcia.
Quinto festejo de abono. Corrida de la Prensa. Un tercio de entrada.
-
Seis toros de Juan Pedro Domecq.
Buenos quinto y sexto, en un encierro bien presentado y de dispar comportamiento.
-
Sebastián Castella.
De azul marino y oro, silencio y ovación con saludos.
-
Emilio de Justo.
De catafalco y oro, una oreja y dos orejas.
-
Marco Pérez.
De blanco y oro, una oreja y dos orejas con fuerte petición de rabo.
-
salieron a hombros.
salieron a hombros.
Un trofeo había paseado ya del toro de su presentación, de nombre ‘Camelista’, número 173, de 521 kilos. Lo saludó con garbo a la verónica el joven salmantino que intentó el quite por navarras truncado al quedarse corto el burel, especialmente por el lado derecho. En el tercio de banderillas puso en complicaciones a los peones y atento estuvo Alberto Zayas para cortar. En la muleta no fue fácil el Domecq, al reponer sus embestidas, pero le tomó el pulso pronto el chaval para componer una serie diestra y otra al natural en la que tuvo que tirar de recursos para darle remate, al no terminar de desplazarse el cornúpeta. Esa falta de celo y clase del toro no permitió una faena artística, pero entre las rayas, Marco Pérez, sí pudo demostrar su capacidad para entender a los animales. Muy por encima del toro cortó una oreja después de matar de una estocada precedida de un pinchazo.
Otra tarde importante
Otras tres orejas se llevó en el esportón Emilio de Justo, que firmó en Murcia una de las tardes importantes de su temporada. El segundo de la tarde se entretuvo en observar el punto de cal que marca el centro de la circunferencia antes de embestir al capote del extremeño, que utilizó la chicuelina como lance fundamental en su toreo de capa, primero en el saludo, ganando terreno, y luego en el galleo para conducir a la res hasta la jurisdicción del picador, que le recetó un buen puyazo. El brindis de Emilio de Justo tuvo como destinatario a Rafaelillo: «Con admiración y respeto», le dijo en su discurso. Tuvo nobleza el toro de Juan Pedro, sin terminar de entregarse en la faena del extremeño que aprovechó, con oficio, los viajes del astado ayudando con la voz a que embistiera para cerrar un final de faena de mucho mérito, al natural, con la muleta retrasadita para componer la figura en el embroque. Un pinchazo en el que el animal le puso los pitones en la pechera precedió a una estocada en lo alto que le sirvió para pasear la primera oreja de la tarde.
Al quinto lo recibió con una larga cambiada para caminar después hasta los medios dibujando chicuelinas. Por ese palo le gustó torear con el percal estes sábado a Emilio de Justo. Apenas se picó y dejó el diestro que el cornúpeta llegara entero a la faena de muleta que brindó al público. Está el extremeño en un momento que ve toro por todas partes y este de Juan Pedro fue, además, un toro bravo, por lo que llegó mucho a la grada desde el inicio de rodillas en los medios, ligando el toreo en redondo. Se lució especialmente en los remates de las tandas, con el torero muy bien colocado para darle continuidad a los muletazos. Una serie con la diestra, sin ayuda, tuvo muchísima expresión por la manera de acompañar el muletazo con el cuerpo y por la verdad con la que la ejecutó. Las manoletinas del final, que el público siguió con olés, tuvieron un gran remate con la espada. Muy merecidas fueron las dos orejas que paseó en una vuelta al ruedo eterna. El toro recibió la ovación en el arrastre.
No terminó de servir el lote de Castella, que solo pudo lucirse con el capote. Al primero de la tarde, ‘Pocholo’ de nombre, lo toreó con ritmo con el percal, tanto a pies juntos como en le galleo por tapatías para llevar al toro al caballo. Muy variado, realizó también un quite enlazando chicuelinas y tafalleras, rematado con la revolera. Apenas recibió castigo en varas este primero que, a falta de ahormar en la puya, protestó al final de cada pase. No llegó a conectar con el tendido y pinchó dos veces. Hubo algunas palmas para el toro y silencio para el torero.
Salió con brío el cuarto de los toriles, un toro fino de cabos al que toreó con facilidad Castella a la verónica. Se paró muy pronto el castaño, muy deslucido. Abrevió el francés y el público le tributó una cariñosa ovación.