La muerte de Robert Redford esta semana no solo significó la pérdida de una leyenda del cine. También cerró un capítulo en la historia de Hollywood: el de una industria que durante décadas se asumió como la conciencia progresista de Estados Unidos.

Redford fue Woodward en «Todos los hombres del presidente», el periodista que destapó el caso Watergate, y fuera de cámara se convirtió en activista ambiental y defensor de los derechos indígenas. Representaba un Hollywood liberal, abierto a voces independientes y narraciones con compromiso social.

Pero, la misma semana de su fallecimiento, llegaron señales de que ese Hollywood ya es cosa del pasado. El negocio del entretenimiento estadounidense se desplaza hacia la derecha, con un mapa cultural cada vez más cercano al Estados Unidos de Donald Trump.

Suspensiones y cancelaciones polémicas

La reacción al asesinato del activista ultraderechista Charlie Kirk lo dejó claro. La cadena ABC suspendió «indefinidamente» al comediante Jimmy Kimmel, luego de que este sugiriera que el homicida podría haber sido un republicano MAGA (o sea, parte del electorado de Trump, cuyo lema es «Make America Great Again», o «hacer a EE. UU. grande otra vez»). La decisión llegó después de que el jefe de la Comisión Federal de Comunicaciones advirtiera que sancionaría a la emisora.

El caso se suma a la cancelación del Late Show de Stephen Colbert en CBS, oficialmente, por motivos financieros. Pero la noticia se conoció poco después de que el presentador criticara un pago de 16 millones de dólares que la cadena hizo a Trump para cerrar una demanda sobre una entrevista con Kamala Harris. Colbert calificó la operación de «soborno gordo y descarado». A pesar de haber ganado un Emmy el domingo pasado, su programa terminará en mayo de 2026.

El avance de David Ellison

En paralelo, el magnate David Ellison, hijo del multimillonario de Oracle Larry Ellison y aliado de Trump, concentra cada vez más poder en Hollywood. Tras adquirir Paramount por 8.000 millones de dólares, ahora busca quedarse con Warner Bros. Discovery, propietaria de CNN, HBO y los estudios DC (responsables de éxitos como Superman y Batman).

En otro momento, la operación habría encendido todas las alarmas antimonopolio. Pero bajo Trump, la prioridad de los reguladores ya no es la competencia, sino la «neutralidad política».

Ellison, además, nombró a un asesor de Trump como defensor del público en CBS News y mantuvo conversaciones con la periodista Bari Weiss, fundadora del medio «antiwoke» Free Press, para darle un puesto en la cadena.

Demandas y autocensura

Las presiones legales también pesan. ABC pagó 15 millones de dólares para resolver una demanda por comentarios críticos hacia Trump de George Stephanopoulos. Y tanto el New York Times como el Wall Street Journal enfrentan litigios millonarios similares.

primer plano de Donald Trumo, con boca abierta, vociferandoAmazon incorporó a Prime Video las siete temporadas completas de The Apprentice, el reality que lanzó a Donald Trump a la fama.Imagen: PicturePerfect/IMAGO

En este contexto, Nexstar ―propietaria de decenas de afiliadas de ABC y en proceso de fusionarse con Tegna en una operación de 6.200 millones de dólares― prefirió retirar a Kimmel de pantalla antes que arriesgar la aprobación gubernamental de su fusión.

El resultado, advierten analistas, es un efecto paralizante: cadenas y estudios evitan cada vez más contenidos que puedan despertar la ira presidencial.

Adiós a la diversidad, hola al conservadurismo

Disney también dio un giro. Su director ejecutivo, Bob Iger, declaró que la misión de la compañía es «entretener», y no «impulsar una agenda». Desde la reelección de Trump, Disney, Amazon y Paramount desmantelaron discretamente sus programas de DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión), tras la orden ejecutiva de la Casa Blanca que eliminó las políticas federales al respecto.

El cambio se refleja en pantalla. Amazon invirtió 40 millones de dólares en dos documentales sobre Melania Trump, uno de ellos dirigido por Brett Ratner, cineasta cuestionado durante la era del #MeToo. La plataforma también volvió a emitir The Apprentice («El aprendiz»), el reality que convirtió a Trump en estrella mediática.

En paralelo, las producciones de inspiración cristiana viven un auge. Angel Studios, con sede en Utah, arrasó en la taquilla con Sound of Freedom («Sonido de libertad»), protagonizada por Jim Caviezel, que recaudó 250 millones de dólares.

Más negocio que ideología

Detrás del viraje conservador no hay solo política. La economía explica mucho: la taquilla sigue por debajo de los niveles previos a la pandemia, el streaming mató el negocio del DVD y la televisión por cable pierde suscriptores a gran velocidad. Con presupuestos ajustados, los estudios buscan apuestas seguras y baratas. Y las producciones de tono conservador, sin grandes estrellas y con costos reducidos, garantizan audiencias fieles y buenos márgenes.

El riesgo es que Hollywood esté cambiando un tipo de conformismo por otro. La llamada «gran deswokeización», como la bautizó The New Republic, refleja menos los gustos del público que la desesperación de una industria en crisis.

Robert Redford encarnó un Hollywood que creía en desafiar al poder. Hoy, la meca del cine parece menos preocupada por incomodar y más enfocada en sobrevivir. Y sobrevivir, al menos por ahora, significa acercarse al ideario MAGA de Donald Trump.

(md/rml)