Cuando dentro de unos años se escriba la historia de cómo el alzheimer dejó de ser una enfermedad grave, la década actual se verá como el punto de inflexión en que llegaron los primeros fármacos que frenan la neurodegeneración, se extendió el diagnóstico precoz y se abrió la vía hacia un futuro sin demencias causadas por el alzheimer (aunque seguiría habiendo la minoría de demencias debidas a otras causas). Esta es la visión compartida por neurólogos entrevistados por La Vanguardia con motivo del Día Mundial del Alzheimer, que se celebra hoy.
“Estamos al principio de una nueva era”, declara Alberto Lleó, director de la Unidad de Memoria en el hospital de Sant Pau en Barcelona. Queda atrás el tiempo en que el alzheimer se veía como una fatalidad frente a la que nada se podía hacer y empieza una época en que se podrá prevenir y tratar. “Es un punto de inflexión, uno de esos momentos que se escribirán en la historia de la medicina”, coincide Mercè Boada, directora médica de la Fundación ACE.
Los avances que se esperan en los próximos meses y años, advierten los neurólogos, podrán frenar la progresión de la enfermedad, pero no revertirla ni curarla, por lo que no llegarán a tiempo para ayudar a personas con alzheimer avanzado. Su gran utilidad será para personas en las que se detecte alzheimer en fases iniciales, lo que supondrá un reto para el sistema sanitario, que deberá adaptarse para diagnosticar y atender al enorme volumen de población afectada.
Los fármacos que llegan: anticuerpos contra la neurodegeneración
El primer fármaco que frena la progresión de la enfermedad, el lecanemab de las compañías Eisai y Biogen, está aprobado en la Unión Europea desde el 15 de abril. El segundo, el donanemab de Eli Lilly, ha recibido luz verde de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y se espera que la Comisión Europea lo apruebe próximamente.
No curaremos el alzheimer, pero retrasaremos tanto su evolución que se evitará la discapacidad”
Alberto LleóHospital de Sant Pau
Ambos son anticuerpos que actúan contra la proteína beta-amiloide, que es una de las dos proteínas principales involucradas en el alzheimer (la otra es la tau). Se administran por vía endovenosa (cada dos semanas el lecanemab y cada cuatro el donanemab), por lo que requieren ir al hospital. En ensayos clínicos han reducido las acumulaciones de beta-amiloide en el cerebro y han frenado la progresión de los síntomas en personas con alzheimer en fases iniciales, aunque “en este momento aún no sabemos qué beneficio aportarán exactamente estos fármacos”, declara Raquel Sánchez-Valle, neuróloga del hospital Clínic y jefa del grupo de investigación de alzheimer en el instituto Idibaps.
El lecanemab está disponible en Austria desde el 25 de agosto y en Alemania desde el 1 de septiembre, los dos primeros países europeos que lo han introducido. En España las compañías farmacéuticas y el ministerio de Sanidad están negociando el precio, un proceso que suele durar meses, paso previo imprescindible para su comercialización.
Fármacos futuros: expectativas por el Ozempic y contra la inflamación
El descubrimiento fortuito de que la semaglutida (el popular Ozempic) parece reducir el riesgo de demencia en personas que toman el fármaco para la diabetes ha llevado a la compañía Novo Nordisk a realizar dos ensayos clínicos para evaluar su eficacia en personas con alzheimer en fases iniciales. Los primeros resultados de ambos ensayos, en los que participan nueve hospitales españoles, deben presentarse en diciembre en San Diego en el congreso CTAD (por las iniciales en inglés de Ensayos Clínicos de la Enfermedad de Alzheimer).
Dado que la seguridad de la semaglutida ya se ha establecido en estudios anteriores en personas con diabetes y obesidad, Novo Nordisk ha optado por realizar directamente ensayos clínicos de fase 3, los requeridos para demostrar eficacia en muestras amplias de pacientes. Si los resultados son positivos y concluyentes, la semaglutida se aprobaría próximamente para el tratamiento del alzheimer.
En comparación con el lecanemab y el donanemab -y suponiendo que su eficacia sea equivalente o superior-, la semaglutida tendría las ventajas de que puede tomarse por vía oral, probablemente será más barata, estará disponible en mayor cantidad y tendrá menos riesgo de efectos secundarios. “Pueden ser otro punto de inflexión en el tratamiento, espero que tengamos buenas noticias”, declara Mercè Boada.
Lee también
+Josep Corbella
En el campo de los anticuerpos contra la beta-amiloide, “el lecanemab y el donanemab son solo el principio; ya se están desarrollando más y mejores fármacos”, informa Marc Suárez-Calvet, neurólogo del Barcelona Brain Research Center y del hospital del Mar. Por ejemplo, fármacos que penetran mejor en el cerebro, por lo que se espera que sean más eficaces con dosis menores. O que se administrarán por vía subcutánea, en lugar de endovenosa, y no requerirán hospitalización.
También “son muy prometedoras las terapias para reducir la neuroinflamación”, que es uno de los fenómenos que más contribuye a la progresión del alzheimer, añade Suárez-Calvet. “Vamos hacia un futuro de terapias combinadas, igual que ha ocurrido en el campo del cáncer y del VIH, en que dispondremos de diferentes dianas para atacar la enfermedad, y buscaremos la opción más adecuada para cada paciente”.
Asimismo, se están explorando terapias contra la proteína tau, sin pruebas de eficacia hasta la fecha.
Diagnóstico precoz: detección con un análisis de sangre
Dado que los nuevos tratamientos frenan la progresión del alzheimer, pero no reparan los daños que ya se han producido en el cerebro, es necesario un diagnóstico precoz para iniciar la terapia antes de que se produzcan los daños.
Desde hace alrededor de un año, algunos hospitales ya ofrecen diagnóstico precoz con análisis de sangre en la práctica clínica (y no solo con fines de investigación como anteriormente). Concretamente, se analiza el nivel de la proteína p-tau217, que viene del cerebro y aumenta en la sangre desde las fases iniciales del alzheimer. “Es una revolución en el diagnóstico”, destaca Raquel Sánchez-Valle, del hospital Clínic, que también es coordinadora del grupo de demencias de la Sociedad Española de Neurología.
Con este análisis, ya no será necesario extraer líquido cefalorraquídeo de la médula espinal, ni hacer una tomografía del cerebro para visualizar las placas de beta-amiloide, pruebas eficaces pero costosas y complejas que no se pueden ofrecer a todas las personas con síntomas incipientes de deterioro cognitivo.
Por otro lado, “la eclosión de la IA permite el diseño y análisis de tests cognitivos cortos, rápidos, sencillos y asequibles que nos ayudarán mucho en el cribado y el diagnóstico precoz”, añade Mercè Boada.
El futuro que viene: el alzheimer no causará demencia ni discapacidad
Con el análisis de la proteína p-tau 217 en la sangre, se abre la vía a identificar correctamente a todas las personas con alzheimer en fases iniciales. Con los fármacos que frenan la progresión de la enfermedad, se abre la vía a prevenir la neurodegeneración y a evitar que el alzheimer progrese hacia la demencia. “No curaremos el alzheimer pero retrasaremos tanto su evolución que evitaremos la discapacidad”, vaticina Alberto Lleó, del hospital de Sant Pau.
Los neurólogos esperan que estos fármacos, que en un primer momento se administrarán solo a personas que ya tienen síntomas, se puedan ofrecer en un futuro también antes de que aparezcan los síntomas. Hay un ensayo clínico en curso en que se administra lecanemab a personas con acumulaciones de proteína amiloide en el cerebro pero todavía sin síntomas de alzheimer. Los resultados, muy esperados, se prevén para dentro de dos años.
“Si un tratamiento retrasa significativamente la aparición de síntomas, se planteará realizar un cribado a toda la población a partir de determinada edad”, vaticina Lleó. Este cribado tendría la misma lógica que los análisis de colesterol que se hacen para la prevención cardiovascular. En los casos en que se detecten niveles excesivos, se iniciaría una terapia para evitar daños.
“Aún no hemos llegado a este punto, pero tenemos que empezar a debatir qué haremos cuando sea posible”, declara Marc Suárez-Calvet, del hospital del Mar.
Retos pendientes: faltan neurólogos y equipos de resonancia
El 20% de la población tiene placas de proteína beta-amiloide en el cerebro a los 75 años y el porcentaje aumenta con la edad, informa Raquel Sánchez-Valle. Con más de 7 millones de personas mayores de 70 años en España, el sistema sanitario no tiene medios para diagnosticar y ofrecer tratamiento en el futuro inmediato a todas las personas con alzheimer en fases iniciales.
“Pienso que las terapias se extenderán como una mancha de aceite, no como un tsunami. Se empezará con pocos pacientes que cumplan criterios precisos y se ampliará a volúmenes cada vez mayores de población”, declara Alberto Lleó.
Un primer cuello de botella es que el lecanemab, el primer fármaco que frena la progresión de la enfermedad, debe administrarse en hospitales y los centros sanitarios deberán habilitar espacios para hacerlo.
Además, los anticuerpos contra la proteína beta-amiloide conllevan un riesgo de microhemorragias o edema en el cerebro, un posible efecto secundario que obliga a monitorizar a los pacientes con resonancias magnéticas del cerebro. Los equipos de resonancia magnética de los hospitales, sin embargo, suelen estar al límite de su capacidad y no pueden incorporar a muchos nuevos pacientes en poco tiempo.
Pero el cuello de botella que se antoja más difícil de resolver es la falta de personal. Según coinciden en destacar los especialistas consultados por La Vanguardia, faltan neurólogos y enfermeras especialistas en alzheimer para atender al gran volumen de pacientes que habrá que tratar.
Con la creación del HUB Alzheimer Barcelona en diciembre de 2024, los profesionales de las principales instituciones que trabajan en alzheimer se han dotado de un foro para analizar las nuevas necesidades sanitarias, coordinarse entre ellos y facilitar que los avances en el diagnóstico y el tratamiento lleguen cuanto antes a los pacientes.
Prevención: qué puede hacer cada uno para reducir su riesgo
A la espera de que lleguen los tratamientos que frenarán la neurodegeneración y se extiendan los tests de diagnóstico precoz, en los últimos años se han identificado medidas de prevención que los ciudadanos pueden adoptar para reducir su riesgo individual de desarrollar alzheimer.
La Comisión Lancet sobre demencia -un grupo de expertos internacional convocado por la revista The Lancet- presentó el año pasado 14 factores de riesgo modificables que podrían evitar el 45% de todos los casos de demencia. Los más importantes son el exceso de colesterol (que se puede reducir con dieta y fármacos) y la pérdida de audición (que se puede corregir con audífonos).
“Como norma general, lo que es bueno para el corazón es bueno para el cerebro”, señala Raquel Sánchez-Valle: actividad física, dieta sana, tensión arterial controlada y niveles de colesterol adecuados, además de evitar las agresiones del tabaco y la contaminación del aire, favorecen un buen riego sanguíneo del cerebro y reducen el riesgo de alzheimer.
Una buena higiene del sueño emerge también como un hábito que ayuda a prevenir el alzheimer. El efecto protector se atribuye a que el cerebro activa su sistema de limpieza durante el sueño, eliminando residuos a través del llamado sistema glinfático -entre ellos, formas de la proteína beta-amiloide que, si no se eliminan, se acumulan-.
Una mejor prevención hace prever que en un futuro muchos ciudadanos llegarán a edades avanzadas con buena salud neurológica y que la incidencia del alzheimer no se disparará por el envejecimiento de la población.
“Prevención y predicción supondrán un cambio copernicano” en la medicina del alzheimer, declara Mercè Boada, que observa entusiasmada cómo décadas de investigación están fructificando por fin en avances en prevención, diagnóstico y terapias. “Llegará un punto en que el alzheimer tendrá una sintomatología banal, insignificante para nuestra funcionalidad y autonomía”, vaticina. “Será una enfermedad crónica estabilizada. Nos faltan unos años, pero es el futuro hacia el que vamos”.