Mar Flores (Madrid, 56 años) no ha leído La letra escarlata, pero la trama de la novela de Nathaniel Hawthorne le suena tristemente familiar: una mujer es acusada de adulterio en la Nueva Inglaterra puritana del siglo XVII y es marcada a fuego por una sociedad hipócrita. Mar en calma (Esfera de los libros), las memorias que Flores acaba de publicar, cuenta una historia muy parecida: una modelo joven y atractiva es señalada en la España de los años noventa y se ve obligada a bajar la cabeza y a guardar silencio frente a una jauría machista desatada. “No he leído el libro que me comentas, pero sí que he leído muchos episodios y biografías de muchas mujeres que se han sentido de esa manera. Yo me he sentido así y lo sigo sintiendo. Hemos avanzado muy poco. La mujer sigue penando por el machismo que hay en España”, lamenta en conversación con EL PAÍS.
Mar en calma está escrito en clave feminista, desde una perspectiva de género. “Todo el mundo supuso que Mar Flores quería medrar económica y socialmente. A él, 32 años mayor que yo y mucho más poderoso e influyente, jamás se le cuestionó nada. ¿Cómo puede llamársele a eso? A mí solo se me ocurre una palabra”, reflexiona en el libro, a propósito de su mediática relación con el naviero Fernando Fernández-Tapias en los noventa. “A la prensa le convenía dar esta imagen de femme fatale que escogía con frialdad maquiavélica a sus víctimas. Todos se compadecían de quién caía en mis redes”, apunta en otro pasaje de las memorias.
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Flores narra en primera persona el rosario de humillaciones que padeció desde que la revista Elle la nombró “el rostro de los noventa”, en 1989, hasta que llegó a lo más alto de su carrera, a mediados de la misma década, y la caída que vino después. Describe los supuestos malos tratos que sufrió a manos de su primer marido y la violencia vicaria que este le habría infligido a través del hijo que tienen en común, con secuestro del niño incluido en 1995. Denuncia la inacción de los jueces ante este drama, señalando que un magistrado llegó a desestimar una de sus denuncias de violencia machista por el simple hecho de que era una mujer famosa. Enumera los comportamientos faltones de ciertos hombres y mujeres de la clase alta cuando salió con Fernández-Tapias y con el aristócrata Cayetano Martínez de Irujo, hijo de la duquesa de Alba. “Era una mujer de clase baja con aspiraciones grandes y eso despertaba mucha inquina”, señala la modelo a este periódico.
También recuerda la traición imperdonable de hombres de su confianza, que violaron su intimidad vendiendo unas fotos privadas a una revista por un puñado de pesetas (en 2004, el Supremo confirmó la condena a Coto Matamoros, pero ella siempre ha sospechado de más personas en esta trama de espionaje y despecho). Y hace un repaso a los incesantes comentarios machistas que hacía la prensa de la época, cristalizando el empecinamiento de la sociedad española de los noventa en convertir la legítima ambición de una mujer en arribismo y su libertad, en pecado mortal.
Retrato de Mar Flores en 1997. Gianni Ferrari (Getty Images)
Flores desempolva episodios escalofriantes que dormían en la hemeroteca. En 1997, protagonizó la película Resultado final, de Juan Antonio Bardem. En el libro recuerda la noche que llegó al estreno, en la Gran Vía de Madrid, y se encontró con una lona que decía “puta” colgando sobre el cartel del filme. En otra ocasión, por esas mismas fechas, alguien aprovechó la celebración de una fiesta en el antiguo Pachá de la capital para repartir entre los invitados famosos camisetas con una foto íntima, robada, de la modelo. “Me convertí en la persona que todo el mundo juzgaba. Me juzgaban los de Usera y los de las clases altas. En esa época el machismo fue brutal. Los hombres fueron muy machistas y las mujeres, influenciadas por los hombres, también lo fueron. Pero los hombres me han hecho más daño porque son los que tenían y tienen más poder: los jueces, los policías, los periodistas…”, dice.
Sus esfuerzos por hacer reflexionar a todos los implicados en esta historia y por arrancarles un perdón están siendo en vano. Algunos de sus ex —Carlo Costanzia, Alessandro Lequio, Cayetano Martínez de Irujo— han vuelto como espectros del pasado para acusarla, una vez más, de licenciosa o disoluta. “Se ha puesto todo el mundo muy nervioso. Debo ser naíf, pero no me lo esperaba. No escribí el libro para provocar ninguna reacción en los demás. Lo escribí porque estaba preparada para contar mi historia. Lo escribí desde el perdón a las personas que me han hecho daño en mi vida”, dice ella. Los medios, actores importantes en esta trama, también están repitiéndose con titulares de hace casi 30 años, queriendo reinstaurar unos debates antiguos y desfasados para estos tiempos modernos de amor líquido, relaciones abiertas y responsabilidad afectiva: si Mar fue o no “infiel” con tal y cual, si Mar fue o no una “mujer fatal”.
“He hecho siempre lo que he querido. Para eso me dieron libertad cuando nací», asegura Mar Flores.Albert Garcia
“Van pasando los años y se siguen contando las mismas historias sobre mí. No hay derecho al olvido”, denuncia Flores. “¿Por qué los medios, en vez de criticarme, no valoran que he hecho un proceso de reinvención? Todos tenemos derecho a aprender, a mejorar, a cambiar”. Afortunadamente, dice que desde que salió el libro ha recibido miles de mensajes de apoyo de gente anónima. “Son mensajes de hombres y mujeres apoyándome y pidiéndome perdón porque me han juzgado alguna vez en su vida. También me paran por la calle. Me dicen: ‘Oye, Mar, te pido perdón’. A mí se me saltan las lágrimas. La gente de la calle ha avanzado; los medios, muy poco. Es más listo el pueblo que los propios programas de televisión y los que están haciendo este circo”.
La modelo ha hecho un largo proceso terapéutico para poder escribir esta biografía. Ahora puede hablar con cierta calma y naturalidad de episodios que antes estaban prohibidos en sus entrevistas, como su ingreso hospitalario tras ingerir pastillas, en 1999. “Yo no me quería ir al otro barrio. Solo me quería dormir. Estaba agotada mental y físicamente. Influenciada por lo que decían, por la presión social, llegué a desgastarme. Ya no podía con lo que me caía, quería desaparecer”, recuerda. “Yo ya pensaba que todo lo que decían de mí era verdad: que era una mala madre, una mala hija, una mala novia… Me hicieron creer que era una mala persona”. En medio de ese drama, la prensa filtró los informes médicos del hospital.
Mar Flores y Javier Merino en un evento de la revista ‘Telva’, el 6 de noviembre de 2012, en Madrid.Europa Press/Getty Images
Dice que salió de ese agujero con amor. “Cuando abrí los ojos en el hospital, vi a toda mi familia en la cristalera, mirándome. Ahí me dije: ‘Si me quieren, no debo ser tan mala”. Fue entonces cuando se reencontró con un viejo amigo, el empresario Javier Merino. Empezaron a salir, se casaron, formaron una familia y tuvieron cuatro hijos. En los 2000, “el rostro de los noventa” se alejó de los focos. Mantuvo un bajo perfil durante casi dos décadas. En 2016 se separó de Merino y comenzó su regreso a la escena pública. “No tengo un marido o una pareja que me ayude, no tengo una herencia de mis padres ni de un ex. Tengo que seguir viviendo de esto. No me puedo permitir retirarme, tengo que seguir trabajando”, reconoce.
Esta semana empezó a grabar con su hijo mayor, Carlo Costanzia, fruto de su primer matrimonio, el programa DecoMasters, un talent show producido por Shine Iberia para La 1 de TVE. Madre e hijo estuvieron distanciados durante muchos años. “Cuando nació Carlo, no existía una ley de protección al menor en España. Yo no pude protegerle. Claro que me siento culpable y claro que él ha pensado que esto ha sido algo negativo en su vida. Pero ya hemos cerrado ese capítulo. Con el nacimiento de su hijo, mi nieto, y con su estabilidad emocional, cerramos un capítulo”, sostiene. “Vamos a pasar muchas horas juntos trabajando. Me hace mucha ilusión que me conozca como yo soy actualmente”.
Mar Flores quiere empezar a escribir un nuevo capítulo de su vida, uno en el que no sea la víctima de la historia. “El personaje Mar Flores me ha utilizado muchas veces para hacerme sufrir. Ahora quiero utilizar el personaje para aportar un testimonio de vida a quien me quiera escuchar. Quiero continuar, pero aportando a la sociedad mensajes interesantes: ‘Señores, reinvéntense’. ‘Señores, dejen de juzgar”, explica. “Me parece más decente utilizar tu libertad para hacer lo que tú quieres que para hacer dañar a otros. Yo he hecho lo que he querido siempre haciendo uso de mi libertad, para eso me la dieron cuando nací. Y si alguna vez he hecho daño, sin quererlo, he pedido perdón”. Por ahora nadie se ha disculpado con ella.