Josep Lluís Núñez Clemente fue el presidente más longevo de la historia del Barça, con un mandato que se prolongó desde 1978 hasta el 2000. Ni que decir tiene que durante tan largo periodo de tiempo hubo de todo, especialmente por el incontestable empujón patrimonial que le dio a la entidad, desde su amplio conocimiento como reputado constructor. No hubo prácticamente un solo momento en que las instalaciones blaugrana en que se estuviera llevando a cabo alguna obra nueva o de mejora de las existentes. Incluso algunas malas lenguas malmetían diciendo que era para que las constructoras que las hacían absorbieran a una parte de la plantilla de Núñez y Navarro. Leyendas sostenidas por una oposición latente desde el mismo día de su victoria en las urnas en unas reñidas elecciones presidenciales. Las primeras habidas en democracia.
El repaso de las obras del nuñismo es imponente. El Camp Nou fue objeto de transformaciones constantes. Empezando por la construcción del tercer graderío, que se prolongó más de una temporada, sin que se interrumpiera la disputa de partidos. Con la imagen, en algunos de ellos, como en el de homenaje a Rexach, de aficionados colgados peligrosamente de las columnas que sostenían la nueva construcción. La conversión en asientos de todas las localidades del estadio obligó al hundimiento del terreno de juego para ganar media docena más de filas sentadas, con lo que se intentaba compensar la pérdida de aforo con la desaparición de la general de pie. El parking de la explanada de la tribuna, la construcción del museo, que tantos ingresos proporciona de forma constante hasta convertirse en el más visitado de la ciudad, más la Botiga, otra destacada fuente de negocio, situaron al FC Barcelona como la entidad con mayor número de recursos económicos.
La conversión de la Masia en residencia para jóvenes promesas, junto a la edificación del Mini Estadi en el tiempo récord de un año, dieron a la cantera un gran impulso. Así como la adquisición de los terrenos de la Ciutat Esportiva Joan Gamper, para la que se le negaron a Núñez los permisos de construcción. Pero la mayor confrontación estuvo en el veto político contra el megaproyecto Barça 2000, que pretendía convertir la periferia del estadio barcelonista en un gran centro lúdico cuya actividad no se limitaría a los días de partido. El Elefant Blau, impulsado por Joan Laporta, se opuso de manera contumaz a un proyecto que pretendía poner a la entidad en condiciones de afrontar las exigencias del siglo XXI. Un reto que no se verá cumplido hasta que entre a pleno rendimiento el Espai Barça con el renovado Spotify Camp Nou.
Por ello no es fácil de imaginar el enojo que le ocasionaría a Núñez contemplar las enormes pérdidas que están significando el retraso de las obras actuales, sin que haya una respuesta enérgica de una directiva superada. Mientras el ‘soci’, al que no le podía engañar, vive conformado por las ilusionantes expectativas que le genera el Barça de Hansi Flick, y pendiente de saber el día en que recuperará su remozado asiento y a sus vecinos de localidad en el nuevo Camp Nou.