Son tres, se hacen llamar Moriarti, como el villano de Sherlock Holmes, y en todas sus películas se reparten las funciones: dirección, guion, montaje… Jon … Garaño, Jose Mari Goenaga y Aitor Arregi nos han contado, entre otras, la historia de amor entre una amama de caserío de 70 años y una profesora de música a punto de jubilarse, las aventuras de un gigante vasco que arrampló diez Goyas, la biografía de un modisto genial de Getaria y la crónica de un mentiroso que nos convenció de haber sobrevivido al Holocausto.

Los directores de ’80 egunean’, ‘Handia’, ‘Cristóbal Balenciaga’ y ‘Marco’ siguen haciendo cine desde la periferia, en euskera y ajenos a modas y corrientes. ‘Maspalomas’, jaleada en el pase de prensa y primera favorita a la Concha de Oro en lo que llevamos de festival, es, sin duda, su proyecto más personal. O al menos lo es para Jose Mari Goenaga (Ordizia, 1976), que sabe muy lo que es salir de armarios, sobre todo en este País Vasco en el que nos conocemos todos.

Tráiler de ‘Maspalomas’.

‘Maspalomas’, que llegará a las salas el próximo viernes 26 de septiembre, un día antes del palmarés, arranca con las dunas de un desierto que se diría de Lawrence de Arabia. Pero estamos en el sur de Gran Canaria, meca del turismo gay mundial con una temperatura media de 26 grados. La mayor zona de cruising de Europa, esto es, de sexo con desconocidos. Tres kilómetros de playa con hombres desnudos que pasean en busca de contacto físico. Y ahí encontramos al protagonista, Vicente, encarnado por José Ramon Soroiz, el inolvidable Txato de ‘Patria’, en el papel de su vida.

Los directores guipuzcoanos no se cortan: ninguna otra película vasca (ni española) ha mostrado tantos penes desde el cine de Eloy de la Iglesia. Besos, felaciones, tríos… Los Moriarti reconocen que algún distribuidor les ha alertado de que el filme puede resultar muy subido de tono para el público maduro, que es el que irá a ver ‘Maspalomas’. Jóvenes, viejos, gordos, mazados… Libertad y hedonismo que Vicente disfruta desde que, a los 50 años, cortó toda relación con su exmujer y su hija, asumió su homosexualidad, dejó Donosti y se fue a vivir la vida loca a Canarias.

Esa primera parte luminosa y frenética captura casi con ánimo documental los chiringuitos en Maspalomas, las dunas, los cuartos oscuros, las aplicaciones de contactos y el centro comercial Yumbo, donde se celebra el Winter Pride, que reúne a 40.000 fiesteros y en el que los Moriarti metieron sus cámaras. El paraíso para Vicente. Hasta que un ictus le obliga a regresar a San Sebastián e ingresar en una residencia hasta que se recupere. Agur al sol, kaixo al sirimiri.

José Ramón Soroiz en 'Maspalomas'.

José Ramón Soroiz en ‘Maspalomas’.

Su estirada hija (Nagore Aranburu, con tres películas y una serie este año en el Festival) retoma el contacto con el padre que la abandonó. El protagonista vuelve al armario, como tantos otros internos en residencias, que así se garantizan una existencia más fácil ante un ambiente que les es hostil. ‘Maspalomas’ habla de renunciar a la identidad propia, pero lo hace de una manera inteligente y compleja, alejándose de caminos trillados. La residencia no es ningún infierno, sino un lugar acogedor con personal entregado. La película puede parecer a priori un dramón, pero está recorrida de un suave humor a pesar de abordar sentimientos como el miedo, la vergüenza y la homofobia.

Vemos a Kandido Uranga, casi siempre villano brutal, como compañero de habitación y nos tememos lo peor. Pero no. Lo fácil hubiera sido dejarse arrastrar por la rabia y la desesperación de un hombre cuya vida se ha ido al garete, y sin embargo ‘Maspalomas’ otorga esperanza a un amargado que no quiere que le vean solo como gay: «Yo soy muchas cosas, no solo eso», afirma el personaje.

Nagore Aranburu en 'Maspalomas'.

Nagore Aranburu en ‘Maspalomas’.

No hay apenas películas que traten de la vida en las residencias donde aparcamos a nuestros mayores, ni retratos LGBTIQ+ de la tercera edad. Goenaga, Garaño y Arregi siguen explorando, de alguna manera, el carácter vasco, el guardárnoslo todo dentro y no expresar nuestros sentimientos. Hasta hay tiempo de lanzar una pulla a cuenta de las muertes en las residencias en Madrid durante la pandemia y de citar a Vox, aunque con ánimo de concordia y entendimiento. ‘Maspalomas’, rodada en celuloide de 35 milímetros, como antes, es una cinta emocionante y honesta, que debería brindarle el Goya a José Ramón Soroiz y que figurará, sin duda, en el palmarés donostiarra.