Max Verstappen dominó a su gusto en las calles de Bakú, con una de esas victorias que solían aterrorizar a sus rivales. Mientras Oscar Piastri, líder del Mundial, seguía la carrera repantingado desde una de las escapatorias, víctima de un error de principiante, el tetracampeón completaba el sexto grand chelem de su vida, liderando de inicio a fin, con vuelta rápida (1:43.388) y 15 segundos de ventaja sobre George Russell. El otro triunfador del domingo fue Carlos Sainz, autor de su primer podio con Williams tras una carrera donde su arrojo sólo tuvo que ceder ante la estrategia de Mercedes.

Tras 16 decepciones consecutivas, esta tercera plaza en Bakú debe interpretarse como un nuevo inicio para Sainz, elegido piloto del día con el 28% de los votos. Los abrazos con sus mecánicos, en las cercanías del podio, suponían una recompensa tras tantos sinsabores frente a su compañero Alex Albon, tras tanta mala suerte. «El podio tenía que llegar así. Esto es una lección de vida. Tienes que confiar en lo que haces porque tarde o temprano da resultado», dijo Sainz, confesando sentirse más feliz que tras su primer podio en aquel GP de Brasil 2019.

Albon, que partía último, quiso trabajar en favor de su compañero con una madrugadora parada. De este modo podrían extraer los datos necesarios en la desigual batalla frente a Mercedes. Perdió Sainz la posición frente a Russell, aunque la mantuvo ante Andrea Kimi Antonelli. Sin errores, fiel a su espíritu de smooth operator. Aguantando el ritmo inicial de Verstappen y conteniendo el aliento cuando a 11 vueltas para la meta, su ingeniero Gaetan Jego, le informó de la amenaza del italiano. «Déjamelo a mí, por favor», replicó Carlos.

Alonso, decimoquinto

Su formidable protagonismo contrastó con el anonimato de Fernando Alonso, decimoquinto en la meta, sin opción alguna de pelear por los puntos. Desde el arranque, cuando fue penalizado con cinco segundos por soltar el embrague antes de tiempo, el asturiano rodó a contrapié. Las largas rectas de Bakú impedían la configuración idónea de los alerones del Aston Martin.

Aún peor rodaron las cosas en McLaren, que aspiraba a cerrar su título en el Mundial de Constructores y acabó con los seis puntos de Lando Norris como exiguo botín. Sin Piastri en escena, el británico tampoco supo aprovechar su opción. Nada más apagarse el semáforo, el líder del Mundial se saltó la salida, así que tuvo que rectificar con un par de frenazos que le convirtieron en presa fácil para el resto. Desde el farolillo rojo, devorado por la desesperación, el australiano se marcó un recto en la curva 5, destrozando su McLaren contra las protecciones.

De pronto se abría una ventana para Norris, con 31 puntos menos en el Mundial. Sin embargo, justo cuando se ordenaba la retirada del safety car, el británico se despistó ante Charles Leclerc. Desde entonces, el alerón trasero del Ferrari supuso un escalón inalcanzable para Lando, penalizado por las conocidas dificultades de McLaren a la hora de rodar en aire sucio.

A todos estos percances pretendía mostrarse ajeno Sainz. Sus opciones de podio pasaban por una carrera tranquila, sin sobresaltos, mirando más hacia atrás que hacia Verstappen, autor de la pole. Durante el primer tercio de carrera, el objetivo de Carlos fue obtener un margen con el que protegerse del undercut de Antonelli, con los medios, y el overcut de Russell, con los duros. Por supuesto, Mercedes suponía una amenaza real. Con lo que nadie contaba era con esa reacción de Williams.

Los estrategas de James Vowles aguardaron hasta la vuelta 28 para el pit-stop. Se hizo eterna la espera, porque siete giros antes, Racing Bulls sí había detenido a Liam Lawson. Williams sabía que cada minuto que aguantasen ese primer relevo con la goma media supondría un tesoro durante el tramo final. A primera vista parecía una jugada de riesgo extremo, porque Russell aún se veía con fuerzas para estirar su primer stint con los duros. Igual que Yuki Tsunoda, al fin competitivo con Red Bull.

Si el británico seguía exprimiendo un calzado tan viejo, el éxito de su overcut ante Sainz quedaría asegurado. En la vuelta 39, Tsunoda pasó por boxes, aunque al reincorporarse tuvo que ceder sitio frente a Lawson. Una más tarde entró finalmente Russell, que ya sabía de su jugada ganadora. La celeridad de los mecánicos de Mercedes ni siquiera hizo necesaria la pelea con Williams. Russell volvía al asfalto en segunda posición, con 1,3 segundos de ventaja. A partir de ahí, sólo había que controlar a Antonelli. Y Carlos cumplió con su cometido.