Primero que nada, hablemos de los panelák, esos bloques de hormigón que pueblan las ciudades de Europa del Este y que solían representar la antítesis del buen diseño: repetitivo, frío, co viviendas idénticas a la de los vecinos. Hoy, sin embargo, muchos arquitectos e interioristas han encontrado en esas cajas uniformes un campo fértil para demostrar que con imaginación también pueden convertirse en espacios sorprendentes. Algo parecido a lo que ocurrió con los lofts neoyorquinos en los años setenta, cuando fábricas abandonadas pasaron a ser templos del arte y la vida urbana.

En el barrio de Žižkov, al este de Praga, una joven familia estuvo a punto de renunciar a su piso en uno de estos edificios. La idea era venderlo y mudarse a un inmueble “mejor”. Pero la ubicación —en la frontera entre la parte vieja y la nueva de la ciudad— y la visión de Iva Hajkova Studio cambiaron el rumbo. De una decisión pragmática surgió un proyecto lleno de carácter: darle una nueva vida al hormigón, con la naturaleza y la luz como aliados.

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