Sébastien Turzack Castella, o Sebastián Castella a secas, traía el gemelo como un tonel después del percance sufrido pocas horas antes. Las corridas no hay que matarlas corriendo, por lo que aun mermados, los toreros siguen siendo de otra pasta y no se bajan del carro como el resto de los mortales.
Pocholo Martínez-Bordiú es un personaje de la farándula, Pocholo a secas fue el nombre del primer juanpedro, de buenas hechuras y algo pasado de peso en solidaridad con el gemelo del francés.
Lo lució con un vistoso quite por chicuelinas y gaoneras, pero el toro tenía poca gracia. Y poca fuerza. Lo pasó el espada a media altura a fin de no dinamitar su fondo, aunque la faena no llegó a despegar por causa del insípido toro. Falló con la espada. Quizá perdió una oreja. Silencio.
El Colegio de Periodistas entregó un recuerdo a los toreros, al ser Corrida de la Prensa. | ENRIQUE SOLER
A Emilio de Justo le salió Jarcio por chiqueros, otro bello ejemplar con el hierro de Veragua. Galleó hasta el caballo muy pinturero. Por el pitón izquierdo dejó lo mejor de la faena. Por el derecho se quedó algo corto. Poderoso, superior a su oponente. Templado al natural. Otro toro sin excesiva gracia. Mató a la segunda. Oreja.
Diversión en los
tendidos de sol. | ENRIQUE SOLER
Marco Pérez fue el único que hizo el paseíllo desmonterado, pues aunque ya estuvo imperial en la novillada del año pasado, la liturgia ordena entrar descubierto cuando uno se presenta de matador. Dejó verónicas buenas y navarras menos lucidas. Marco construyó su obra tirando del toro. El animal tampoco tenía mucho sabor, por lo que la faena fue algo fría, con cierto aspecto mecánico. Era una mona, pero una mona muda, porque no decía nada. Hizo el joven matador un esfuerzo. Pinchazo y estocada. Oreja. «Tiene diecisiete añicos». Merienda.
Emilio de Justo en un pase de pecho, muy ajustado. | ENRIQUE SOLER
La máxima figura del toreo es el pastel de carne. En eso La Condomina es insuperable. Se trata del torero que más gente coloca ante la taquilla año tras año, pero no recibe muchos aplausos, porque sus partidarios le tienen bienagarrado para evitar el descuajeringue habitual del hojaldre: lo sabroso es efímero.
Sebastián Castella
embarcando al toro. | ENRIQUE SOLER
Castella tuvo pocas opciones. Una res de tranco extraño le dejó hacer poca cosa. Caballazo en varas. El toro se quedó pasado por agua. Nada de nada. Cuando no se puede, no se puede. Pitos en el arrastre. Ovación saludada.
De Justo salió arreando con las espuelas. Una larga junto a las tablas puso a la gente loca. Brindó al público y se puso de rodillas. El animal, muy bravo, metió muy bien la cara ya desde el capote. Con la mano derecha estuvo realmente bien, muy profundo, serenando la embestida a cada pase. Por el izquierdo parecía que iba a armar la tremolina, porque usando ese pitón, el animal se empleó con mucha clase ante todos los capotes que encontró. Pero en la muleta no, porque los toros cambia en los tercios como las estaciones. Lanzó el estoque para torear desmayado con la diestra, dejando los mejores muletazos de la tarde. Magnífico. Cierre por manoletinas y un volapié ortodoxo para fulminar al toro. Dos orejas que parecían dos chuletones de Ávila.
La segunda máxima figura es el clarinero, que anunció al último floreando la diana. Apretó desde banderillas. Marco Pérez se fue a los medios dando brincos de gacela Thompson. Brindis al respetable. Se pasó por todas partes a una res muy exigente. Arrancó la banda. El salmantino, misófono, pidió al director el fin de la música, lo que casi le costó un percance cuando el toro le quiso encimar. La faena se embelleció en el silencio. En los toros hay que estar como en misa, y La Condomina supo escuchar. «Vente», «vamos los toros buenos». También por encima del animal. Muy toreado, afianzándose a cada tarde. Parece que le parió una vaca. Dejó muletazos con mucho empaque y ligazón ante un toro algo manso con el que tuvo que insistir mucho. La viveza del animal fue resuelta con soltura que, unida al mutismo impuesto, envolvió su actuación de mucha emoción. Le pegó un cañonazo con la espada para certificar las dos orejas. El público pidió el rabo con insistencia, no accediendo el juicioso presidente. A Marco le está cambiando la voz. Está echando cuerpo de hombre; él también come pasteles de carne.