Para las personas que amamos los libros, entrar en la cueva donde se guardan todos los tesoros publicados de una editorial como “La Uña Rota” es estimulante y placentero. Si además, siendo habitante de la ciudad de Segovia, conocemos  desde el inicio a los artífices de este necesario e importante invento editorial -especialmente a Carlos Rod su cabeza más visible y coordinador- enfocado principalmente en publicar textos escritos para la escena, la emoción se amplifica. Como se amplificó cuando supimos el diez de junio de este año que les habían concedido el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial. Algunas personas sentimos  que el premio nos lo habían concedido a nosotros. Un premio merecido por habernos descubierto a una multiplicidad de autores que, aun siendo diferentes entre sí y teniendo probablemente distintos lectores, los acoge un eco. Y es que hay una coherencia interna en el catálogo de las publicaciones de “la Uña Rota” aun abarcando distintos géneros como teatro, poesía, dibujo, fotografía, ensayo… El Premio Nacional de este año parece reflejar la búsqueda constante,  la tenacidad prolongada en el tiempo, la fe en uno mismo y en sus pequeños y humildes sueños alejados de lo que se lleva, el rigor y  la coherencia,  la valentía y el desafío, las inmensas ganas y búsqueda para traernos autores nuevos, sin dejar de arropar a sus leales (una lealtad alimentada por las dos partes: autores y  editores).

Las cosas parece que son como se presentan en el presente, pero no es así. Cuando a finales del año 1996, Carlos Rodriguez (Rod) y  Miguel Díaz, en la edad de hacer locuras, imaginaron e hicieron los primeros  cinco fanzines a mano, “cutres” (palabra empleada por el propio Carlos Rodríguez), pequeños (apenas veinte hojas con dibujitos y algunos poemas como para que pudieran  reposar en la palma de la mano),  extraviados de lo formal y lo conveniente; nadie imaginaba que el sueño bizarro de aquellos jóvenes llegaría hasta hoy como un riachuelo que avanza constantemente, despacio y sin prisa, hasta convertirse en una editorial de referencia merecedora del prestigioso premio.

Algunas personas hemos seguido la corriente de este fresco riachuelo desde su nacimiento con apariencia de disparate,  hasta el día de hoy con sus casi doscientos títulos en los que se recoge lo más trasgresor, interesante y granado del quehacer teatral: textos, ideas, imágenes, hechos escénicos de primer orden.  Aunque no sólo, otros géneros también componen su catálogo. Exiliados, o situados en territorios resbaladizos o inter fronterizos (como tierras sin patria), la Uña Rota les ofrece cobijo. Los autores son  tantos que da cosa nombrarlos no sea que me vaya a dejar alguno.

Recuerdo el día cuando Carlos Rod, siendo alumno del Taller Municipal de Teatro y casi terminados sus estudios de publicidad en la UVA, me mostró el primer fanzine, se titulaba “Fiasco” y llevaba pegado con celo una peseta, eran para regalar, el fanzine y la peseta. ¡Cuánta gracia gratis!  Estábamos en el teatro de San Nicolás, en su época dorada, la época en la que los sueños de algunos tuvieron alcance.

Le siguieron cuatro fanzines más: “Gazapo”, “Pingajo”, “Galleta” y un quinto que no se hizo. La maqueta sí, pero no los trescientos ejemplares que repartían por bares. Carlos Rod, la mañana en la que estamos en el local de la “Uña Rota” haciendo la entrevista que da lugar a este escrito, me cuenta que entonces fue cuando aprendió que es el arte conceptual: “y es que dijimos a la gente que el quinto ya estaba en la calle pero no era verdad, y lo gracioso es que la gente venía y nos decía que lo habían visto y les había gustado”.

 Jugar… hacer las cosas con alegría.

Los fanzines fueron la antesala de lo que estaba por venir. Un día, en la casa donde vivían Carlos Rod y Miguel Díaz, mirando por una ventana desde donde divisaban la meseta castellana y que les parecía “la ventana con vistas al mar”, embriagados de salitre deciden junto a Rodrigo González y Arcadio Mardomingo, (posteriormente se une Mario Pedrazuela, primero con parte de un poemario y más tarde como componente de la editorial), iniciar un proyecto editorial, el de los “libros inútiles”. En pleno entusiasmo encuentran el nombre: “La Uña Rota”, y el logotipo: un boxeador. “Porque un boxeador es valiente, recibe golpes y si se cae se levanta”, me cuenta Carlos Así es que pasaron de los fanzines a los libros pequeñitos que seguían aunando texto e imágenes, hechos en la imprenta y que costaban cien pesetas (¡anda!, como en las tiendas de todo a 100, así me pareció).  En total diecisiete libros publicados entre el año 1996 hasta el 2014, hechos poco a poco y con tiempo, como a ellos les gusta. Son libros heterogéneos, compuestos de relatos, fotografías y textos, donde se combinan diferentes géneros, desde la literatura a las artes gráficas, con un punto trasgresor y punki.

En la conversación que mantenemos Carlos Rod y yo para preparar esto que estoy escribiendo,   me cuenta que este tipo producción o de creación es más fácil que se de en lugares pequeños, me dice también, que “a finales de los años noventa en Segovia hubo una eclosión de arte y creatividad, parte de esa creatividad pasó por el Taller Municipal de Teatro que era un punto catalizador, cuando veías la programación de los “Viernes Abiertos” querías hacer también obras de teatro; estaba además la compañía “Ay Ay Ay Teatro”, el grupo “Teatro Mutis”. Había un interés por lo que hacían otros en las diferentes manifestaciones: músicos, pintores, escritores, cineastas. Existía un movimiento de gente con inquietudes y curiosidad. El otro elementos catalizador y vertebrador fue la casa del Siglo XV, en 1997 para celebrar nuestro primer año como editorial  hicimos la “Caja Azul” con su apoyo inestimable. Las cincuenta cajas, en las que se incluían textos de diferentes autores, se vendieron todas en el primer minuto”.

En ese ir poco a poco, pasito a pasito, pasan a la época de otros formatos y otros autores. Carlos Rod estudia dramaturgia en la Real Escuela Superior de Arte Dramático en Madrid y eso le pone en contacto directo con dramaturgos y creadores de teatro. Trabaja en tres de las mejores librerías de Madrid, en ellas aprende que siendo editorial ha de conseguir que sus libros se vendan en las librerías, tarea nada fácil, no en los “guetos” sino en las librerías más conocidas. Puntos de inflexión que configuran la cartografía de la “Uña Rota”. En 2003 aparece la colección “Los libros del Apuntador”. En 2005 nace la colección “Los libros robados” integrada por textos escritos para el teatro. Autores transgresores y sin embargo consagrados al hecho escénico, aplaudidos en los teatros nacionales e internacionales, que suscitan polémica o no, que barren los límites. Nombres de la escena contemporánea.

Cuando llave y cerradura se encuentran la puerta se abre. La “Uña Rota” es esa puerta por donde podemos colarnos y recorrer el mapa de nuestro tiempo en cuanto al teatro se refiere.

Ya no son aquellos libros pequeñitos y del mismo tamaño todos. A partir del año 2014 el formato de las publicaciones cambia. Y cada libro es diferente. Parecen adaptarse al autor como si estuvieran hechos de arcilla, moldeados para incluir en ellos el texto que corresponda, o es el texto que moldea la forma de libro. Libros como cajitas o recipientes cuya finalidad parece ser la de custodiar al autor y a su obra, y mostrarlo a la gente.

Desde donde estamos sentados, esta mañana del diez de septiembre en la sede de “La Uña Rota”, miro la estantería que tengo en frente. En ella  se muestra gran parte de la colección de  sus libros publicados. Los hay grandes y pequeños, gruesos y finos, altos y bajitos, tienden hacia arriba o se aplanan y estiran a los lados. Sus portadas muestran formas diversas. Así, todos juntos y conservando cada uno su ser, parecen una cordillera escarpada con sus picos, valles y hondonadas, un muestrario de humanoides o terrícolas que se dedican a la tarea de escribir, y un editor, Carlos Rod, que los publica.  Trabajando ambos en absoluta y estrecha complicidad. Porque si hay algo que caracteriza a la Uña Rota es el acogimiento y seguimiento de los escritores que publica. Unidos como la carne a la uña,  (y no está  rota, pues ha encontrado el pedacito que le faltaba), esta hermosa constelación de libros hablan entre sí, como si un hilo telefónico de los de antes  comunicara a unos con otros.

Por último, le pregunto a Carlos Rod qué ha significado el premio para ellos. Me cuenta que si bien antes del premio siempre hubo una labor incesante para comunicar a otros, lectores, libreros, lo que hacían, con sus porqués y paraqués, ahora, a partir del premio, la llamada viene de fuera a dentro, ahora los demás  llaman a su puerta. La dirección de la comunicación ha cambiado de sopetón y eso es estupendo, y se muestra profundamente agradecido, y conmovido, y estupefacto, pues este premio jamás pensaron ni imaginaron que podría ser para ellos.

Dije que no nombraría a los autores editados porque son muchos, pero invito a que entren en el espléndido catálogo de la editorial e investiguen, porque seguro que encontraran un libro para cada uno de ustedes y su momento: www.larota.es