Nacho Carretero nunca imaginó el éxito de Fariña. Su debut literario acabó convirtiéndose en un fenómeno cultural, que arrasó en ventas tras dispararse por un secuestro editorial provocado por una denuncia de un exalcalde de O Grove mencionado por sus vínculos con el narcotráfico. La adaptación a la pequeña pantalla y al teatro acrecentaron aún más este fenómeno.

Se cumplen diez años de Fariña. ¿Por qué se embarcó en este proyecto?

El narcotráfico en Galicia siempre me interesó. Casi todos los gallegos convivimos con esa realidad, directa o indirectamente, porque estábamos muy cerca de las noticias y de esa impunidad de los narcos. Siempre lo seguí como lector o curioso, pero cuando empecé a dedicarme al periodismo veía que en otros lugares se escribían libros y se hacían películas sobre fenómenos parecidos, mientras aquí apenas se pasaba de las páginas de los periódicos. El último libro, si no recuerdo mal, era de 1993. No porque los trabajos anteriores fueran malos —periodistas como Elisa Lois, Benito Leiro, Javier Romero o Víctor Méndez hicieron trabajos brutales—, sino porque faltaba sacarlo del ámbito estrictamente periodístico. Cuando me vi capacitado y Libros del KO me dio la oportunidad, pensé que era el momento.

¿En qué año surgió la idea?

La primera reunión con Libros del KO fue en 2013. Empecé a investigar, a hablar con protagonistas y con todo el que quisiera hablar, aunque en aquella época trabajaba como freelance y viajaba mucho cubriendo conflictos y crisis humanitarias, así que no podía dedicarle todo el tiempo que quería. Fue en la recta final cuando pude concentrarme más en el proyecto, y en 2015 se publicó.

Cuando el libro salió, ¿imaginaba que sería un fenómeno cultural?

Para nada. Mientras lo escribía pensaba: ‘A ver si en Galicia interesa y se vende alguno’. Mi madre me preguntaba si se iba a vender y yo le decía que no lo sabía, que quizá en Galicia sí, pero que no creía que tuviese mucho recorrido. Había una gran distancia entre mis expectativas y lo que ocurrió. No escribí con esa intención, lo hice con muchísimas ganas de contar ese capítulo oscuro de nuestra historia. Probablemente, si hubiera sabido la repercusión, no habría sido el mismo texto, porque lo habría escrito bajo presión. Pero esa inconsciencia fue parte del secreto: salió un libro sin complejos, cercano, y creo que eso también ayudó a que conectara.

¿Cómo recuerda el secuestro editorial?

Cuando fue secuestrado en 2018, el libro ya llevaba 40.000 ejemplares vendidos desde 2015, lo cual era muchísimo para un libro de no ficción. Yo estaba feliz, habíamos superado cualquier expectativa y teníamos un horizonte prometedor porque se iba a estrenar la serie. El secuestro llegó justo en ese momento, en plena feria del libro, y fue frustrante. No esperaba que viniera de una jueza. Hubo mucho eco mediático, se politizó y por un tiempo perdimos el control sobre Fariña. Tanto la editorial como yo decidimos mantenernos al margen y aguantar. Cuando se levantó, se produjo un efecto llamada enorme: la gente se interesó aún más porque un libro periodístico hubiese sido secuestrado en democracia. Eso disparó las ventas y compensó en parte la frustración.

¿Cómo fue el proceso de llevar el libro a la serie?

Muy rápido. A los pocos meses ya estaba hablando con Ramón Campos y Teresa Fernández, de Bambú. Apostaron muchísimo por la serie y por el libro, fueron muy cuidadosos conmigo. Eran gallegos y entendían la realidad que había que contar. Me hicieron muy partícipe y aprendí mucho, un aprendizaje que hoy sigo usando con mi productora. El resultado me dio muchísima felicidad: una serie considerada de las mejores de los últimos años, con un gran guion, estética y reparto. Fue un hito profesional y también personal, porque me cambió la vida en muchos sentidos.

¿Temía que se romantizara a los villanos como pasó con Narcos y Pablo Escobar?

En Galicia ya pasó con Sito Miñanco, que llegó a convertirse casi en un icono pop: camisetas, canciones… Es inevitable. Yo no lo veo como una culpabilidad. La ficción debe abordar estas realidades, aunque sean desagradables, porque resultan fascinantes para el espectador. Es cierto que a veces los personajes acaban romantizados, pero hablamos de ficción, que tiene que ser atractiva para el público. Yo respondo por el libro, por el trabajo periodístico, donde el rigor es esencial. Una serie de ficción no puede responsabilizarse de la realidad de los hechos, aunque pueda incomodar.

¿Cree que la serie contribuyó al auge del audiovisual gallego?

Sí, ayudó en dos aspectos: a romper el tabú del narcotráfico y a consolidar la calidad del audiovisual. El libro, la serie y la obra de teatro ayudaron a hacer sátira y cultura con el narcotráfico, a normalizarlo y a señalar a los narcos. Eso obliga a que se escondan, porque ya no hay silencio ni miedo. Y en lo audiovisual, Fariña sumó a un proceso que ya estaba en marcha con productoras como Bambú, Portocabo o Vaca. El talento estaba ahí, pero cada vez hay más vías para mostrarlo fuera de Galicia.

¿Cree que Fariña ayudó al género? ¿Qué papel tuvo Libros del KO?

El ensayo es complicado en ventas, pero creo que hay un relevo generacional, también de mentalidad: la no ficción se entiende como narrativa. Algunas editoriales ya no distinguen entre novela y no ficción. Eso abre mercado y es muy positivo. Libros del KO ha sido fundamental: apostó por una no ficción moderna y por autores jóvenes que quizá no tenían cabida en otras editoriales. En mi caso me dieron la primera oportunidad, y eso fue decisivo.

Después de Fariña publicó otros libros y montó su productora. ¿Cómo cambió su vida profesional?

Por completo. Me dio repercusión, confianza y oportunidades que antes eran más difíciles. Llevaba muchos años de freelance, escribiendo y viajando sin llegar a fin de mes. Fariña me devolvió esos años de esfuerzo y fue un gran impulso a mi carrera.

¿Cambió la percepción de la sociedad gallega sobre el narcotráfico?

Sí, se perdió el miedo y el tabú. Lo que antes se veía solo en entroidos disfrazados se generalizó, y eso es sano. Galicia ya no es la misma que hace 40 años: es una sociedad más madura, más autocrítica y más dispuesta a mirarse al espejo. Ahora entendemos que es un capítulo negro de nuestra historia, pero que al contarlo lo combatimos.

¿Se plantea una continuación?

No. No me considero un periodista especializado en narcotráfico, aunque lo sigo investigando y hemos trabajado en la serie Marbella. Me gusta explorar distintos caminos y abrir nuevas vías, pero siento que con Fariña ya hice lo que tenía que hacer.