Eugenia tenía tres años cuando Luis Martínez de Irujo falleció y, desde ese momento, empezó a ganarse a pulso el adjetivo de la más rebelde de la casa. Traía loca a su nana, Margarita, con sus travesuras. Por ejemplo, se empeñaba en galopar en su caballo más rápido que su hermano Cayetano. “Era valiente, muy valiente”, contaba en 2012 a esta revista la mujer con la que se crio. Durante su adolescencia, las broncas con la duquesa empezaron a ser bastante frecuentes.

V. F.: Cayetano contó en su día que, cuando su madre se enfadaba, “temblaban las columnas de palacio”.

E. M. I.: Temblaban las columnas y temblábamos todos.

V. F.: ¿Alguna vez pensó: “La he liado parda”?

E. M. I.: Sí. Por mi puesta de largo, que parecía más la de mi madre que la mía. Me cayó una bronca por el vestido [Eugenia escogió uno de color negro en lugar de blanco como manda el protocolo]. Los gritos se oían… No te puedo explicar. Luego, yo vivía en Madrid y casi todas mis amistades, salvo cuatro o cinco, también. Pues resulta que no invitó a nadie de Madrid. Así que falsifiqué 50 invitaciones. Las buenas eran preciosas, y las mías imagínate: una cartulina blanca. Mi madre se enteró por el administrador de Dueñas y me cayó una que no te puedes imaginar. Pero lo conseguí.

C. R.: Tú fuiste mucho más rebelde que yo.

RETRATO AL NATURAL. Bomber y falda de Dries Van Noten.

Javier Biosca

CAYETANA RIVERA (Sevilla, 1999), que debe su apodo familiar, Tana, a su abuela Cayetana —así es como la llamaba a ella su padre—, ha llegado a la sesión de fotos puntual, vestida con camiseta blanca, vaqueros anchos a juego y una bandolera de piel. Es una joven de hoy. Algo de lo que sus padres pueden estar orgullosos. “A mí no me molestan. Es raro que me paren por la calle y me pidan una foto. Me han enseñado desde pequeña que tenemos que lidiar con esto, pero que tu vida sigue. Gracias a Dios, no me dedico a nada que tenga que ver con la prensa o con la televisión. Yo los respeto mucho a ellos y ellos me respetan mucho a mí”, explica con naturalidad sobre la que quizá sea su mayor rebeldía: ser normal.

Si la duquesa de Alba protagonizó su primera portada —la de la revista inglesa Modern Girl— con apenas 15 años y su madre sale en la prensa desde que nació, la hija de Eugenia Martínez de Irujo y el torero y empresario Francisco Rivera Ordóñez fue uno de esos niños que crecieron pixelados por iniciativa de tres mujeres: su madre, Ana Obregón y Terelu Campos, que se dirigieron al Defensor del Menor para proteger su intimidad de la intromisión de los medios de comunicación. Hasta que alcanzó la mayoría de edad, las mismas crónicas sociales que aplaudieron la boda de sus padres, celebrada en 1998 en Sevilla, como la unión definitiva entre la aristocracia y la realeza del toreo, fantaseaban con los parecidos de la joven. La realidad no cumplió del todo las expectativas. Tana ha heredado los rasgos rotundos de su abuela materna, Carmen Ordóñez, y la pasión por Sevilla, los toros y el flamenco de la duquesa de Alba, pero no parece muy fan de los escándalos y los titulares. Hace unos días, en la presentación de su colaboración con la firma de moda E.R.A.X., reconoció que lo que más le imponía eran las preguntas de unos medios a los que, sin embargo, se ha ganado con su sencillez y simpatía. “Me producía muchos nervios. No voy a photocalls, no hablo con la prensa. Era la primera vez que los convocaba y, la verdad, me sentí muy a gusto. Me trataron muy bien. Hablamos de moda, de mi colección. No sacaron ningún tema que pudiese afectarme. Lo superé fenomenal”.