Navacerrada, lunes por la tarde. La sierra madrileña se despereza entre nubes bajas y olor a leña húmeda, mientras en una villa amplia, con cocina generosa y sofás gastados, la Selección Española de ciclismo ultima detalles de un plan que no tiene que ver solo con vatios. No hay recepción ni llaves de hotel, sino una casa que late como campamento: bicis apoyadas en las paredes, maillots secándose en el tendedero y el aroma de café que se mezcla con la charla. “Mini-concentración”, la llama Alejandro Valverde, que debuta como seleccionador y al que todavía “le queda el chándal como cuando corría”.
El murciano no fue a la crono para estar con los ‘ruteros’. Hasta el miércoles, cuando vuelen a Ruanda, este es su cuartel general: un hogar improvisado para hacer piña antes de la batalla. “Cuando eres corredor te controlas a ti; como seleccionador te calientas más la cabeza: que no falte nada, que los chicos estén bien, escucharles…”, confiesa el murciano. “Tenemos opciones. Como grupo, de los más fuertes. Y un corredor que puede ganar. Hay que salir convencidos”.
Una villa para coser el grupo
La elección de una casa no es casual. Carlos Verona lo explica: “Estamos en una casa rural y me parece positivo. En un hotel te encierras con tu compañero; aquí la convivencia fluye”. Carlos Canal, debutante, sonríe: “Es como la casa de ‘Gran Hermano’. Sirve para conocernos mejor. El resto del año somos rivales y aquí nos leemos sin necesidad de hablar”. Por suerte para los intereses de todos, «no se puede hacer ‘balconing’ porque la piscina está lejos de la terraza».
En esa misma línea aparece Abel Balderstone, recién aterrizado en la absoluta: “Es divertido, más íntimo entre todos. Yo no conocía a muchos y esto ayuda. No es lo mismo que un hotel, aquí hasta discutimos por quién pone la música o quién limpia la cocina”.
Valverde alimenta ese espíritu de convivencia, aunque tampoco perdona la exigencia. “Hoy entrenando me ha hecho un esprint y aún me estoy recuperando”, bromeaba Juan Ayuso, el único que no habló con ningún medio de forma personalizada. Canal lo corrobora: “Es raro tener al seleccionador tirando de ti en la grupeta… pero aprieta como siempre”. El murciano, en cualquier caso, no fue el más madrugador. «Ese fue Soler y, el que más tarde se despertó, Ayuso», confiesa Verona.
El espejo de 2018
La idea es recuperar la fórmula que en 2018 llevó a Valverde al oro en Innsbruck: cercanía, unidad y roles definidos. “La convivencia fue clave entonces”, recuerda. Ahora, los mismos ingredientes, pero con Ayuso como eje.
En la mesa larga se debaten escenarios: un recorrido interminable de 267 km, altura constante, humedad pegajosa y la trampa de repetir el bucle una y otra vez. “No creo que acaben más de 30”, anticipa Valverde.
Ayuso, el centro del plan
El alicantino no esconde la ambición: “Sí me veo de arcoíris, mentiría si dijera que no. Aquí no firmo la plata”. Sus compañeros lo confirman. Canal: “Está con piernas para luchar por una medalla”. Verona: “El objetivo es ser protagonistas hasta la última vuelta”. Y Balderstone, que llega de una gran Vuelta, se apunta a las fugas: “No sabes cuándo arrancarán Pogacar o Evenepoel, quizá a 100 km de meta. Será una guerra entre gallos, pero también se puede hacer muy largo”.
El plan B podría ser Adrià, que estuvo en la pomada el año pasado en Zúrich hasta el último suspiro. «Puede haber opciones. Llego con mucha ilusión y creo que en buen estado. Vamos a intentar hacer un gran papel entre todos», contesta al micro de la ‘M’ roja ya dentro de la casa, con frío tras un largo rato atendiendo a los medios uno por uno.
Roles, convivencia y sombras
Valverde escucha más que habla. “He podido charlar con todos en el entreno. Vas viendo qué necesita cada uno”. Humilde, sencillo, con voz baja, sigue siendo termómetro del grupo. Roles claros, como la lista adelantada por este medio: Ayuso como referencia y el resto (Adrià, Verona, Soler, Canal, García Pierna, Romeo y un Balderstone que sustituyó a última hora a un tocado Landa) como escuderos de lujo. “Tener gente por delante puede ser decisivo”, apunta Verona.
Las sombras, inevitables: Pogacar y Evenepoel. “Para mí, Pogacar es el favorito máximo”, reconoce Valverde. Ayuso espera que ambos se vigilen: “A 100 km de meta todo explotará en el puerto”. Balderstone asiente: “Será una guerra entre los buenos. Nadie sabe hasta dónde podrán controlar”.
Rumbo a Ruanda
El primer Mundial élite en África genera expectación. “Es histórico y bonito”, dice Verona. Canal pide cautela: “Vamos pocos días; con cuidado, se salva. La ilusión está por encima”. Valverde cierra con pragmatismo: “Que la selección corra bien, que no nos pillen a contrapié. Si traemos una medalla, me da igual el color”. El miércoles tocará hacer maletas. El domingo, el examen más duro del año. En 2018, España ganó juntándose. En 2025, vuelve a intentarlo desde una mesa larga en Navacerrada.