Lo de este sábado 20 de septiembre en Madrid se vendía como un festival concienciado con el ecologismo pero terminó siendo un (enorme) concierto de Gorillaz con Thundercat y varios DJs, varios de ellos muy buenos de teloneros en el antes y después de la actuación estelar de la noche.
Solo faltaba un vistazo a las miles de camisetas con los brillantes dibujos de Jamie Hewlett para saber lo que la mayoría había ido a ver, sobre el mensaje ecologista de este Pulse Of Gaia se quedó en unos mensajes en la pantalla y la venta de coches eléctricos. Eso sí, la organización y el sonido estuvieron muy bien, con un pero muy grande, que fue un único sitio de comida para más de 10.000 personas, las colas fueron perennes a lo largo de todo el evento…
Pero vayamos con la música, la gente había ido a ver a Gorillaz y no creo que nadie saliera decepcionado. Había muchas ganas, algo normal si tenemos en cuenta que este año celebran su cuarto de siglo de vida y este era el único concierto que daban fuera de su Inglaterra natal donde acababan de repasar sus dos primeros discos al completo, además de presentar uno nuevo, «The Mountain», que fueron el grueso del repertorio. Pero es que era solo la primera vez, que yo tenga constancia, que tocaban aquí y el resultado no ha podido ser más satisfactorio, recordando al título de aquel concierto de despedida (que en realidad fue un hasta luego) de LCD Soundsystem que se llamó “callaros y tocad los éxitos”.
El concierto comenzaba con Damon Albarn vestido de militar mientras sonaba ese punk hipnótico llamado «M1 A1» que aparecía en su primer disco. De primeras comprobábamos que el sonido era muy bueno y la banda, nueve músicos en el escenario con Albarn, un ciclón. Otra de las cosas que apreciábamos en esos primeros momentos es que un concierto de Gorillaz es perfecto en estos tiempos de pantallas e imágenes, porque su directo mezcla a la perfección con su rico universo visual y la actuación en directo y las imágenes de Hewlett casan a la perfección.
Albarn nos avisaba de que éramos las últimas almas vivientes y luego dejaba claro porque había aparecido vestido como un general, o generalísimo, cuando se puso a cantar «The Happy Dictator», el estupendo adelanto de su nuevo disco que han sacado junto a Sparks. No estaban allí los hermanos Mael pero la noche nos tenía guardada una buena cantidad de sorpresas e invitados (aunque increíblemente entre estos últimos no estuvo Thundercat que había tocado un poco antes).
Albarn seguía demostrando porque Gorillaz funciona tan bien y ha terminado incluso volviéndose más popular que Blur, el cantante sabe sacar el máximo de sus colaboradores, en este caso Sparks, en una canción que lleva el sello de los hermanos Mael, esa especie de glam inteligente, unido al ritmo y a esos recitados tan de la marca Gorillaz.
«Rhinestone Eyes» fue la primera parada en el otro disco fundamental de Gorillaz más allá de «Demon Days»(05), «Plastic Beach»(10). En ella la electrónica y la melancolía se entretejen, con el ausente recitado de Albarn y otro gran estribillo, con ese inolvidable «that’s electric-tric-tric-tric», resonando en todos los asistentes. Cuando suenan las otras dos canciones que rescatan de aquella playa plástica, «On Melancholy Hill» y «Stylo» ya parece claro que estamos ante un concierto prodigioso. La primera da muestra de la maestría melódica de Albarn mientras que la segunda suena explosiva, gracias a la aparición en persona de Booty Brown, el rapero de The Pharcyde.
Cuando llega el turno de «Kid With Guns» la audiencia alcanza el éxtasis cuando una de las cuatro coristas se pone el traje de Aretha Franklin y demuestra que encima del escenario hay muchos kilates, más allá de la presencia a Albarn. Suya es la ovación de la noche.
Por la razón que sea, las canciones de «Demon Days» siguen sonando muy actuales, y no es solo por su mezcla de música de baile y puentes melódicos, sino también por esa protesta implícita que llevaban contra el apetito destructivo de la humanidad, tanto hacia las personas como hacia el planeta. Y es que cuando suena «Dirty Harry» es imposible no pensar en Palestina, y no solo porque Gorillaz estuvieran hace un par de días en Londres actuando en el concierto ‘Together For Palestine’, sino por una letra en la que un coro de niños canta: «Los pobres se queman bajo el sol, pero no tienen ninguna oportunidad». Pero mejor nos seguimos callando y hablando (y tocando) los éxitos, no vaya a ser que nos pase como a Jimmy Kimmel…
Harry el sucio fue el inicio de la traca final de exitazos con el que Albarn y los suyos pusieron el broche de oro a un concierto espectacular, una traca que llegó a su fin con la versión extendida de «Clint Eastwood» (¿por cierto el bueno de Clint no es la misma persona que Harry?) Por supuesto, también hubo sitio para su canción más conocida (posiblemente, también, la mejor) ese «Feel Good Inc.» que encima vino con sorpresa añadida cuando sobre el escenario apareció el mismísimo Kelvin ‘Posdnuos’ Mercer para rapear las palabras de su añorado compañero en De La Soul David ‘Trugoy the Dove’ Jolicoeur, Dios (o Gaia o lo que haga falta) le tenga en su gloria a él y a «3 Feet High And Rising» (y ya que estamos al resto de su discografía).
El caso es que es casi imposible resistirse a una canción con la risa más contagiosa, una leyenda del rap y un Albarn volviendo a asomarse al atardecer de Waterloo melódicamente. Gloria pura a la que siguió una nueva sorpresa, la aparición del rapero argentino Trueno para cantar otro adelanto de «The Mountain», el disco que aparecerá el año que viene, y que si hacemos caso a las dos canciones que sonaron este sábado en la Autónoma tiene muy buena pinta. Ya he hablado de lo mucho que me gusta «The Happy Dictator» pero es que «The Manifesto», que creo que así se llama la canción, también tiene muy buena pinta, un ritmo latino pegadizo y machacón, Trueno rapeando y un estribillo casi infantil y muy pegadizo, con solo de armónica incluido, que da paso a un cambio radical que lleva a la canción a sitios más oscuros con el rapero Proof, antes de una triunfal y explosiva vuelta de Trueno, haciendo honor a su nombre.
Tras ella llega la canción que iba a sonar sí o sí, «Clint Eastwood», primero en su versión normal coreada por las 13.000 personas que asistieron al festival, con Albarn de nuevo en la melódica, y luego en la versión raggamuffin de Sweetie Irie, también allí presente. Y todos bailamos, saltamos y cantamos, y lo seguimos haciendo después con la sesión de Maceo Plex y el resto de DJs, pero será porque he visto «Sirat» hace poco, y un poco por lo que seguimos viendo a diario en nuestras televisiones, las palabras que seguían resonando eran las de «Dirty Harry»: ««La guerra ha terminado» Así lo dijo el orador con el traje de vuelo puesto. Quizás para él solo soy un peón para que él pueda avanzar. Recuerdo cuando solía bailar, tío, lo único que quiero hacer es bailar»…
Por cierto, antes ya habíamos bailado, nosotros que podemos, con Erez y también lo habíamos intentado con Thundercat, pero he de reconocer que el concierto del prodigioso bajista no estuvo a la altura de mis expectativas.
De primeras, vayamos con un nuevo (e innecesario) exabrupto de un pureta al viento. Ya está bien que te acerques a las primeras filas para poder disfrutar del concierto de un músico y lo que tengas alrededor sea una chica haciéndose un selfie en la primera canción para subirlo al Instagram o al TikTok o a donde cojones sea, y luego pasar de todo y ponerse a hablar. O a un grupo que desde el segundo uno da la espalda al concierto y se comienza a gritar entre ellos contándose el verano, sin importarle que haya allí gente que sí queramos escuchar al artista y ellos no tuvieron miles de metros cuadrados donde poder hacerlo sin molestar…
Y, ahora, también un mensaje al artista. Stephen, ¿puedo llamarte Steve? Soy un gran fan, se que has sido una pieza muy importante en mi disco favorito de lo que llevamos del Siglo XXI, «To Pimp A Butterfly«, tus colaboraciones con Flying Lotus y Gorillaz (¿cómo no aprovecharon para sacarle a tocar «Cracker Island»?) están muy bien, tienes dos discos más que aceptables, «Drunk» (2017) y «It Is What It Is» (2020) y, posiblemente, seas el bajista más increíble y dotado técnicamente de la actualidad…
Pero, siempre hay un pero, ¿es necesario que en todas y cada una de las canciones recorras el mástil de tu imponente bajo de seis cuerdas de arriba abajo, dando todas las notas posibles, mientras el émulo de Chick Corea al teclado y el increíble batería que te acompañan también se lanzan en vertiginosos solos en todos y cada uno de los temas?
Ellos parecieron disfrutarlo pero he de reconocer que yo no tanto. Mientras trataban de emular a Weather Report y a Return To Forever y se olvidaban de que lo que queríamos era liberar nuestra mente y que nuestro culo la siguiera. O puede que hubiéramos caído en la trampa de gritar ese «callaros y tocad los éxitos» que fue, básicamente, lo que hicieron, y muy bien, los triunfales Gorillaz.