Esta tarde regresa Diego Urdiales a una de sus plazas talismán. Logroño le ha visto crecer como torero temporada tras temporada y su presencia en … La Ribera es una de las más esperadas. Hace años que Urdiales dejó de ser el torero de casa para ser el diestro que interpreta el toreo con una pureza inusitada y esta tarde, si acompaña su lote, volverá a emocionar con su alquimia del toreo más clásico.

– Hace un mes y un día consiguió abrir por cuarta vez la puerta grande de la plaza de Toros de Bilbao, ¿se ha repuesto de todo aquello?

– Sí, pero me ha costado mi tiempo. Porque vivir una tarde así y sentir momentos tan fuertes, tan intensos, es lo que un torero desea: el poder expresarse de esa manera delante de un toro y poder sentirlo de esa manera. Cuando llegas a un punto tan fuerte cuesta asimilarlo todo y volver a centrarte en tu día a día para que llegue otro día igual. Ojalá sea hoy.

– ¿La carga emocional toreando en casa es mayor?

– Sí, por supuesto, porque todos sabemos que cuando pasa algo que tiene que ver con nuestra tierra la emoción que sentimos es especial. Pues añádale eso a lo que ya de por sí conlleva una tarde de toros.

– Antes de Bilbao toreó a placer en Alfaro y Málaga.

– Fue una semana increíble. Primero, por darle la alternativa a un amigo, compañero y paisano… ¡y riojano! Es algo único en la historia el que un riojano sea padrino de alternativa de otro y fue un día precioso porque él estuvo extraordinario, vivimos una tarde preciosa y fue un privilegio que fuera en Alfaro. Después vino Málaga, donde sentí cosas increíbles. Y por último Bilbao: otra plaza en la que, curiosamente, me han pasado cosas increíbles a lo largo de mi trayectoria.

– ¿Qué sensaciones tiene en esta su temporada 26?

– La empecé muy bien en Arnedo, luego toreé un toro en Sevilla en una de las faenas también importantes de mi vida. Y con todo lo que ha pasado últimamente estoy lleno interiormente, en un momento bueno y feliz. Llevo una temporada bastante regular que me está llenando mucho.

– ¿Qué se siente al salir de la cara del toro y ver la emoción del público?

– No soy muy dado en las faenas a mirar hacia la gente. Cuando siento tanto es muy íntimo, y lógicamente en esos momentos hay una concentración máxima. Cuando surge algo especial te dejas llevar y no controlas el exterior. Pero lo que sí me llega es el sonido y la intensidad con la que se vive.

–¿Agota esa intensidad?

–Cuando se torea desde lo más profundo es lo que más agota. Luego, cuando todo se fusiona, la gente está feliz, la gente llora, la gente se abraza… es algo que lo dicen después y abruma. Tu estas en otro estado y la gente te abraza y se emociona al verte. Con la faena de Bilbao me dan más las gracias que la enhorabuena. Es increíble, porque sientes que la gente se ha emocionado y eso es la gasolina que nos hace falta para la vida, para el día a día, porque el arte es fundamental.

– Cada día entrena buscando ser mejor, ¿aún hay margen de mejora?

– Siempre lo hay. El camino del toreo es muy amplio: el conocimiento del toro, de las embestidas y de tu forma de interpretar. Afortunadamente es inagotable, porque es el motor de la ilusión, el que seas capaz, creas que eres capaz o vas a ser capaz de ser mejor y de torear mejor. Es lo que uno busca en el día a día. Y luego, si eres capaz de hacérselo al toro y hacerlo desde lo más profundo de ti, pues es cuando llega el éxtasis.

– Una vez comentó que cada día busca las sensaciones que tenía cuando era niño y empezaba en esto, ¿las encuentra?

– Hace años que empecé a conectar con ese niño y sigo haciéndolo y es fundamental. Cuando eres ese niño, lo que tienes es intuición, tienes algo dentro y es lo que expresas, lo más natural, lo más salvaje que tienes dentro, y a través del conocimiento tienes que volver a llegar a ese niño porque vas a sacar lo más profundo de ti. Si a eso le unimos el paso de tiempo, todo lo que he vivido, lo que me he preparado, lo que he pensado en el toreo, conecto con ese niño y es cuando toreo verdaderamente desde lo más profundo. Hoy, como cada día, seguiré buscándolo.