Alfil de dama y caballo f3, que es la casilla de destino en una doble partida. Una busca el jaque mate contra el rey negro del insomnio enrocado en su torre. La otra despliega una defensa siciliana frente al acoso de los sueños imperfectos y de los miedos. Isaac Rosa convierte ambas en un tablero y por sus escaques extiende las estrategias, las capturas, las retiradas, los sacrificios de los duelos contra el desvelo. La pugna con las amenazas existenciales que se comen a los peones que somos todos, equilibristas estrechos en casillas blancas, en casillas negras. Una cuadricula con 8 filas y 8 columnas que bien podría ser la estructura interior de Las buenas noches. La cama impresa por Seix Barral para despertar en quienes la lean muchos interrogantes comunes acerca de la fragilidad de lo cotidiano, del ámbito de lo íntimo y la conciencia social acerca del estresante ritmo de nuestras vidas.

Isaac Rosa siempre escribe historias perturbadoras, repletas de minas que bajo el argumento de campo al que nos atrae estallan a nuestro paso, descubriéndonos vulnerables, para que se despierten nuestros temores agazapados, para detenernos y hacer que pensemos los siguientes pasos, que nos preguntemos de qué manera dormimos, la calidad de aquello que nos altera el reposo nocturno y nos aqueja. Con Las buenas noches, el escritor de El vano ayer, de La mano invisible, de La habitación oscura, nos entrega una novela que desvela a los lectores. Igual que ese grillo de una luz encendida al otro lado de la calle, que se cuela por una rendija como una mosca que pone nerviosas las ganas de dormir y despierta la vigilia o lo hace más resistente, y no queda otra que hacer listas, tomar Dormidina o Lorazepam, el error de una copa que produce un somnoliento vapor. Trazar con tiza roja qué no estamos dispuestos a hacer en favor de una narcosis placentera. La felicidad ansiada perseguida por un hombre y una mujer sin nombre, desconocidos en la madrugada de un hotel, náufragos del insomnio y del anhelo que se les niega y que de repente los convierte en cómplices, en amantes clandestinos del sueño profundo donde se cumplen funciones cruciales para la salud como la consolidación de la memoria, la regulación emocional y la reparación del cerebro. Un nirvana que no entiende de sexo ni de amor, sólo de la confortable intimidad del garabato del cuerpo y en la que nada interfiere el placer de dormir.

«Hubo otros a los que también nombra. Voltaire, Balzac, Kerouac, Kafka y su creatividad insomne como un estado superior de conciencia»

Lost in Translation, de Sofia Coppola; Nosotros en la noche, basada en la novela de Kent Haruf y llevada al cine por Ritesh Batra con Jane Fonda y Robert Redford; Las bellas durmientes, de Kawabata. Isaac Rosa evoca sus atmósferas, sus introspecciones, hace guiños con sus soledades y necesidades cruzadas, y con su habitual lucidez reflexiva enfoca su mirada de nouvelle vague en el tratamiento emocional de la dificultad de amar, de las contradicciones en los comportamientos humanos, a menudo solos los personajes dentro de su propia historia. Un espejo sucio donde refleja agrietada la sociedad y la psicología de la época que confronta. Honesto, en carne propia, enmascarado como un diablo Cojuelo que levanta los tejados de nuestras noches en vela con las frustraciones bocarriba, la lista de planes incumplidos, la exigencia tiránica de sumar expectativas vitales, el matrimonio y sus silencios cardiovasculares, los sueños hipotecados. Monólogos interiores que ajustan cuentas sobre la economía laboral, sobre el coste de un divorcio, acerca de la precariedad de los autónomos rehenes de la burocracia, y en concreto de los que hacen malabares a destajo en el mercado de la cultura. Una lista más larga cada vez que dormir se hace más difícil y deficiente.

De cada tema y del eje principal de la novela, Rosa registra las jugadas que realiza, los avances y otros detalles relevantes como el nombre de los jugadores y las fechas de los movimientos en una libreta de ajedrez, a la que añade un cronómetro que cruza a través de la madrugada. Dos maneras de respirar a lo largo de la historia que narra el tiempo que desenvuelve y del que va contando la voz protagonista que piensa, que indaga, que vive, que fantasea en una excelente historia melancólica, inquietante y filosófica, con ecos de esa bella alegoría existencialista de Sólo los amantes sobreviven, de Jim Jarsmuch, y en la que, al igual que en Las buenas noches, sus protagonistas son vampiros. Hubo otros a los que también nombra. Voltaire, Balzac, Kerouac, Kafka y su creatividad insomne como un estado superior de conciencia.

«A él le interesa explorar las posibilidades del lenguaje, sus texturas, sus claroscuros, su musicalidad. En esta novela lo consigue al desplegar una corriente fluvial de ideas subordinadas, ágiles, pie chico, pie grande»

Isaac Rosa compone sus últimas novelas a modo de un caleidoscopio, cuyas imágenes brillantes se multiplican simétricamente al ir volteando el tubo de la trama, proponiendo fragmentos de colores emocionales que a su vez provocan al moverse la aparición de nuevos y variados patrones, en torno principalmente a la infidelidad del sueño de sus protagonistas. Y si la interesante humanidad de la historia de los ángulos aristados del insomnio, del que su autor documenta métodos como el Everyman entre otros o el de la CIA para torturar, lo mismo que el programa Facturae hace con los autónomos, mantiene en vilo la lectura también lo hace su poderoso lenguaje narrativo. Isaac Rosa no es un escritor ortodoxo de prosa mecánica, en ninguna de sus novelas se conforma con darle temperatura y movimiento a la narración. A él le interesa explorar las posibilidades del lenguaje, sus texturas, sus claroscuros, su musicalidad. En esta novela lo consigue al desplegar una corriente fluvial de ideas subordinadas, ágiles, pie chico, pie grande, que respiran y avanzan con destellos de imágenes sugerentes. Lo mismo que en otros capítulos las pespunta como nudos de una cuerda marinera, cuentas de un rosario en torno a confesiones, a más de 45 “quién no ha…”, o las desenvuelve resolutivas, secas, incómodas, políticas, comprometidas. Es lo que tiene Isaac Rosa, su lenguaje seduce, magnetiza al lector y con esa epidermis lo despierta para que piense NREM.

Postdata. Esta novela pesa 348 gramos. ¿Y el sueño cuánto pesa? Por cierto, Las buenas noches no debe leerse de madrugada.

—————————————

Autor: Isaac Rosa. Título: Las buenas noches. Editorial: Seix Barral. Venta: Todos tus libros.

5/5

(3 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)