Matías Almeyda se había convertido en el único soporte creíble para un Sevilla que necesita personas cercanas a las que agarrarse. Creer en algo y en alguien. Y en un partido donde la agrada podía perdonar cualquier error de uno de sus jugadores, algo … a lo que ya está acostumbrado, más ante un Villarreal que es mucho mejor equipo y plantilla que la nervionense, el daño vino del lado que menos se esperaban. El entrenador argentino colocó una alineación con ocho cambios con respecto a la buena imagen y victoria en Vitoria para, con el empate conseguido en la segunda parte, realizar cinco cambios en un suspiro. Deshacer su osadía, con la mala suerte y más imprudencia que otra cosa que dejar a los suyos con uno menos más de un cuarto de hora con el alargue por la ya habitual lesión de Nianzou. No hizo nada bien el técnico, quien se ha ganado demasiado pronto al sevillismo, pero que a su vez puede perderlo con la misma velocidad porque todavía no le ha dado nada. La construcción no puede comenzar por tirarte piedras contra tu propio tejado. Eso nunca.

Almeyda apostaba por una alineación novedosa o, mejor dicho, extraña. Ocho cambios con respecto al equipo que compitió y venció en Vitoria, quitándole del once inicial a jugadores básicos como Vargas y puntales en la medular como Agoumé y el recién llegado Mendy. Era una moneda al aire. El famoso asado y la intención de mantener al grupo cohesionado, aparte del poco descanso por la jornada intersemanal, empujaron al entrenador a tomar una determinación que recaía sobre sus propios hombros. Para bien o para mal. De no sumar de tres en Mendizorroza habría hecho cambios, nunca tantos.

Y su equipo, como era de esperar, apenas carburó en el primer periodo. No es que el Villarreal fuese una apisonadora, pero se veía a leguas que el once dispuesto no tenía ni siquiera los automatismos aprendidos para construir algo de fútbol y ni siquiera para defender. Marcelino detectó que debía jugar en largo por detrás de los centrales lateralizados, es decir, Azpilicueta o Kike Salas. Lo mismo hizo el Alavés a las espaldas de Marcao. Era la estrategia dentro de un equipo que también hizo numerosas rotaciones, aunque en una plantilla Champions, evidentemente, se aprecian en menor medida.

  • Sevilla FC
    Vlachodimos; Juanlu (Carmona, min. 71), Azpilicueta, Castrín (Nianzou, min. 53), Kike Salas, Suazo; Gudelj (Mendy, min. 71), Sow; Januzaj, Ejuke (Alexis Sánchez, min. 54) y Akor Adams.
  • Villarreal CF
    Arnau Tenas; Mouriño, Renato Veiga, Rafa Marín, Cardona (Solomon, min 84); Comesaña (Pedraza, min. 29), Parejo (Thomas, min. 84), Gueye; Buchanan, Oluwaseyi (Mikautadze, min 69) y Moleiro (Pepe, min. 69) .
  • Goles
    0-1 Oluwaseyi (min. 17); 1-1 Sow (min. 51); 1-2 Solomon (min. 86)
  • Árbitro
    Soto Grado (. Castellano-Leonés). Amonestó a Gueye, Pedraza, Gudelj, Rafa Marín y Carmona.

Al Sevilla le costaba un mundo dar dos pases seguidos. Recuperar en campo contrario era una quimera. Todo lo bueno que se pudo ver en las dos últimas jornadas de Liga, con Agoumé o Mendy provocando errores y ayudando a que las jugadas de ataque fuesen directas se había perdido de un plumazo. Ni Gudelj ni Sow tienen características para robar con intensidad arriba. Ni siquiera para jugar fácil con sus compañeros. En una zona tan poblada, donde las camisetas amarillas campaban a sus anchas, su presencia era casi anecdótica, por lo que el trío defensivo se las veía y deseaba para tratar de contener los ataques castellonenses. Sobre todo, por el costado de un nervioso Kike Salas. Cada vez que le mueven la pizarra sufre el de Morón. Aprendió junto a Sergio Ramos en este tipo de esquema, pero se había hecho ya a la línea de cuatro. E Iba a más. Ante el Villarreal no olía el rastro de Buchanan, mucho más veloz.

El Sevilla se dedicaba a aguantar. Sin saber salir de atrás. Y eso lo aprovechó el Villarreal para dar un paso al frente y castigar el desorden en las marcas. En un pase en largo, con Azpilicueta siguiendo a otro rival fuera de zona, ni Gudelj ni Castrín llegaron a la cobertura con Cardona, quien asistió a Oluwaseyi para que empujara a la red. Fácil. Demasiado sencillo. Una de las grandes sorpresas del once como Adnan Januzaj trató de echarse el Sevilla a sus espaldas. La pedía y trataba de hacer jugar a los suyos acercándose mucho a un Juanlu parecido al de las malas épocas. Tímido. Cortado. Insulso. No encontraban los espacios, también bloqueados por un Ejuke fallón y un delantero que parece jugar a otro deporte. Ni está ni se espera apenas nada de Akor Adams.

El Villarreal incluso pudo sentenciar en los primeros 45 minutos con disparos de Moleiro y el propio goleador del partido, aunque no encontraron portería. El público del Sánchez-Pizjuán se desesperaba. Había visto a los suyos competir de verdad, como hace tiempo, en las primeras jornadas de este inicio de Liga y se encontraban con una especie de caricatura de su propio Sevilla. Con toda la responsabilidad para un entrenador que había decidido que tocaba hacer algo estrambótico. Le quedaba la segunda mitad, pero en un Sevilla tan falto de alegrías con su gente, dar la sensación de que el grupo está por encima de los puntos es peligroso, por mucho que Almeyda haya caído medianamente de pie en Nervión.

La lesión de Nianzou

Demostraba el argentino ser de ideas fojas cuando no hizo una sola sustitución al descanso, por mucho que lo demandase la imagen de la primera parte de los suyos. No quiere cargarse a nadie ni tampoco señalarlo, pero el fútbol no perdona al que llega tarde, menos al que no toma decisiones. Tras un disparo de Gudelj altísimo, el equipo de Marcelino tuvo dos peligrosos acercamientos por la banda de Juanlu, siempre superado. Sin embargo, este Sevilla tiene por momentos la moneda de cara. Un poco. En una jugada al ralentí de Januzaj en la banda, un centro malísimo con la derecha al primer palo, la echó hacia atrás Akor Adams, para que después de algunas indecisiones en el área el balón llegase a Sow para que el suizo golpease con violencia con su izquierda al fondo de la portería. Se metía de nuevo el Sevilla en el partido. Debía hacer algo más para ganarlo.

Januzaj demostraba que la calidad no la ha perdido. Ser un futbolista recuperable ya es otro tema. Se tuvo incluso que retirar porque no podía más. No está acostumbrado a esos esfuerzos. Vargas entraba en su lugar. Ya lo habían ingresado en el partido Nianzou y Alexis. El público del Sánchez-Pizjuán apretaba sin descanso y el equipo tuvo un momento de venirse arriba. La banda de Suazo y Alexis provocaba peligro. Incluso Gudelj apareció por allí en una acción para dejar un balón atrás a Rubén Vargas, que se terminó estrellando en la defensa. Eran los mejores minutos del Sevilla, aunque corriendo riesgos ante un rival que a la mínima te castiga. Almeyda decidió agotar sus sustituciones con más de 20 minutos por delante. Otra vez moneda al aire. Todo o nada. Marcelino sacaba a sus mejores atacantes.

Alexis conectaba un difícil cabezazo que se marchaba alejado de la portería, demostrando que en los pocos balones que toca siempre hay intención, peligro. Y en un error de Nianzou, con la colaboración de Carmona, provocó que Vlachodimos tuviera que sacar su segundo mano a mano de la noche. Pepe intentó picarle la pelota y el griego aguantó estoicamente para enviarla a córner. Lo peor de esa jugada era que Nianzou decía que no podía seguir y ya se habían agotado los cambios. Riesgos innecesarios de un entrenador con perfil temerario. Y Nianzou, que no aguanta dos o tres semanas sin romperse. Cristal. El Sevilla se quedaba con diez casi 15 minutos más el descuento.

Y cuando uno va decidiendo de forma negligente toda la noche, lo normal es que te acaben dando la puntilla. Jugadón a la contra de Mikautadze, que espera que la defensa se pase de frenada para cederle el balón en bandeja a Solomon. Se acababa el partido para un Sevilla fundido, que sigue sin vencer en su estadio, delante de una afición a la que sólo da disgustos. Almeyda tiene pinta de buen entrenador, pero él solito se ha bajado del pedestal con una actuación impropia de la élite. No sólo debe aprender su equipo. Esos tres puntos de menos van en su mochila. Sin palabras huecas. Mendy pudo empatar en el alargue. El Sevilla tiene alma, pero a base de tantos errores es casi imposible resistir.