24/09/2025


Actualizado a las 11:07h.

La cámara de Helen Levitt ha convertido a las calles de Nueva York y a sus niños y ancianos en auténticos iconos grabados a fuego en el imaginario colectivo. Su influencia en el mundo de la imagen es incuestionable. Porque no son fotografías que expliquen historias, ni que descubran la verdad detrás de la imagen, pero sí que te trasladan de forma instantánea a ese momento y lugar, como si de una máquina del tiempo se tratara, y te hacen vivir en primera persona esas experiencias.

Ahí radica la magia de esta alumna privilegiada de Henri Cartier-Bresson y Walker Evans y que ahora llega a la KBr Fundación Mapfre en la mayor retrospectiva reunida nunca alrededor de una obra que se extiende durante 7 décadas.

Un total de 200 imágenes, algunas conservadas en el archivo personal de la artista y que nunca se imprimieron, forman una muestra que quiere mirar la obra de Levitt desde su totalidad, no sólo como la fotógrafa de las calles y los niños de los años 40. Por supuesto, hay las imágenes que le han hecho entrar en la historia de la fotografía, pero también podemos ver sus fotos de México en 1941, cuando fue de viaje con la mujer de James Agee, sus interiores a casas de gitanos en el Spanish Harlem, sus fotografías en color a finales de los 50 y en los años 70 o alguno de sus proyectos de películas experimentales, en un momento en que llegó a colaborar con Luis Buñuel.

Todo esto convierte la exposición en una gran antológica que captura el talento y la ambición de esta artista en todas sus facetas. «Siempre le interesaron las personas, más que las historias. Sobre todo le movía captar la interactuación entre la gente y si fotografió sobre todo a niños fue simplemente porque en los años 40 estaban más libres y ‘salvajes’ en las calles», asegura Joshua Chuang, comisario de la exposición.

Levitt nació en Brooklyn, Nueva York, en 1913 y desde muy joven se interesó por el teatro y el cine. Los sábados no abandonaba las salas de doble o triple programa y ni siquiera quiso acabar el instituto, embargada por la mágica capacidad de las imágenes en arrastrarte dentro de ella. A los 17 años entró a trabajar en el estudio de un fotógrafo comercial y la fotografía se convirtió definitivamente en su máxima forma de expresión, alentada sobre todo por las instantáneas de Cartier-Bresson. En 1938, la fotógrafo conoció a Walker Evans y empezó a retratar a gente en el metro y en las calles, hechizada por los contrastes que encontraba en dichos fragmentos de vida detenida en un único instante. «Quiero aprovechar y registrar esos desajustes aparentemente accidentales que proporcionan una percepción más intensa de la realidad», aseguraba Levitt en los 40.

La exposición está dividida en nueve secciones y recuperan zonas hasta ahora desconocidas de su trabajo, como su viaje a México en 1941, en la única ocasión que abandonó los Estados Unidos. «Ella había ido a clases de danza de pequeña y siempre vio el movimiento de la gente en las calles como un dibujo de líneas en movimiento muy similar a la danza que ella conocía tan bien. Tenía un interés verdadero por la humanidad que supuraba de las calles de Nueva York, ya fuera ancianos sentados en bancos en la calle o niños subidos a andamios», dice Chuang.

Fuera de la fotografía durante 25 años

Desde su primera exposición en el MoMA en 1943 hasta la segunda en 1974 pasaron treinta años, muchos de los cuales se dedicó al cine, ya fuera como directora, productora, guionista o montadora, abandonando la fotografía de forma momentánea. Pero siempre tenía la necesidad de volver. Como en 1959, cuando los carretes en color mejoraron y empezó a realizar fotografía en color, algo que hasta ahora se pasaba por alto en su canon. La muestra incluso recoge la película experimental que realizó en los 60.

Su forma de trabajar le llegó inspirada por las enseñanzas de Walker Evans. El mítico fotógrafo la enseñó a utilizar un objetivo con el que podía pasear por las calles sin que los protagonistas de sus instantáneas se diesen cuenta. De forma no invasiva, podía captar mejor la naturalidad pura de estas personas. «Ella siempre decía que la misión de un artista no es alterar el mundo, sino capturarlo, percibir la cualidad estética de la realidad tal cual es y exponerla a los demás. Entendía la fotografía como un lenguaje visual muy elástico que se centraba sólo en una parte de lo que sucedía, nada más», concluye Chuang.

De esta forma, podemos ver niños jugando encima de columnas, persiguiéndose en medio de los coches o esquivando del agua que sale de los surtidores que utilizan los bomberos, así como ancianos sentados en el metro o dibujos de tiza en el asfalto. «Como no soy escritora, no sé como describirlo, sólo sé cómo fotografiarlo. Nunca tuve un proyecto. Salía a la calle y disparaba. Simplemente trataba de capturar la imagen para que otros lo vieran», decía Levitt. Y así se convirtió en la mejor escritora en imágenes del siglo XX.

Paralelamente, la KBr Fundación Mapfre acoge la exposición ‘KBr Flama’ donde cuatro jóvenes fotógrafos muestran sus últimos trabajos. Parte del programa de la fundación de apoyo al nuevo talento, la muestra recoge trabajos de Irina Cervelló, Abril Coudougnan, Bernat Erra y Patrick Martin de escuelas como el EASD-Serra i Abella, Elisava, Facultad de Diseño e Ingeniería de Barcelona, Idep Barcelona y IEFC. Ambas exposiciones podrán verse hasta el próximo 1 de febrero.

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