Para algunos, los grafitis son una forma de expresión artística; para otros, vandalismo. La realidad es que no son pocos los que se pueden encontrar … paseando a lo largo y ancho de Santander. Desde firmas sencillas hasta murales impresionantes, la capital cántabra acoge todo tipo de manifestaciones artísticas. Unas expresiones que suelen generar controversia y contar con opiniones divididas en la sociedad, a favor y en contra, sobre todo por el tipo de espacio donde se realizan y si se llevan a cabo con el debido consentimiento o no de los propietarios afectados.
En un pequeño recorrido por la ciudad se puede apreciar cómo las pinturas vandálicas se han convertido en un elemento más del paisaje urbano santanderino. Sin ir más lejos, en una de las entradas de la ciudad –en la Avenida de Parayas– se pueden encontrar una colección de firmas en algunas paredes de naves industriales. Unos pocos metros más tarde, ya en los aledaños del Hospital Valdecilla, tampoco se libran de los actos vandálicos –en concreto, en una de las casetas técnicas situada en la zona de Valdecilla Sur–. Una localización especialmente castigada por las pintadas realizadas en convoys –ya parados y sin ningún tipo de uso– y en las instalaciones de mantenimiento de ámbito ferroviario.
La Avenida de Los Castros cuenta con muchas paredes pintadas.
Javier Cotera
Otra de las grandes arterias de la ciudad en las que se concentran este tipo de prácticas es la Avenida de Los Castros. Su amplia longitud permite observar todo tipo de manifestaciones, entre las que se incluyen reivindicaciones en forma de frases o dibujos con formas no reconocibles. Uno de los sitios más castigados en esa vía se sitúa frente a la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Caminos de la Universidad de Cantabria: las vallas de unas obras se convierten en un lienzo para los grafiteros. Asimismo, en la zona del skatepark, pocos son los metros que se han quedado sin los estragos del uso del spray.
Las playas de Santander tampoco se escapan del vandalismo. Uno de los ejemplos más representativos es el balneario de La Horadada, en Los Peligros, un edificio medio derruido y plagado de pintadas, que se concentran tanto en su interior como en su exterior. Si las pintadas en el muro de las instalaciones de la Real Sociedad de Tenis de La Magdalena acechan a la propia península, el conjunto de piedras vandalizado en el espigón construido en la playa de La Magdalena revelan una mayor presencia de artistas callejeros que actúan sin ningún tipo de permiso en espacios inimaginables hasta hace unos años.
La Horadada es uno de los ejemplos más representativos en las playas.
Javier Cotera
Pese a este tipo de manifestaciones que dañan la imagen de la vía pública, Santander cuenta con su propia ruta de murales urbanos –compuesta por más de cincuenta obras– que sirven para contar historias y representar un parte de la cultura local. Este recorrido permite conocer de primera mano la creatividad y la diversidad artística que se respira en cada esquina y rincón de la ciudad.
Polémica sin resolver
Una de las últimas muestras de arte callejero –que ha acaparado muchas miradas– han sido los grafitis en las instalaciones del Tenis, junto al recinto de La Magdalena. Tanto por su polémica ubicación, a un paso de uno de los lugares más turísticos de la capital, como por la responsabilidad a la hora de afrontar su eliminación del paisaje urbano.
Desde el propio Ayuntamiento se sigue estudiando «la delimitación de la propiedad del muro», pero en la jornada de ayer fuentes municipales consultadas por este periódico seguían sin dar una respuesta concreta sobre la resolución de este suceso.