El año pasado, como la Copa América tenía prioridad, trasladaron la Semana del Libro del Muelle de la Madera al paseo Lluís Companys. Yendo ahora, pensé en esa jerarquía en relación al destino que Trump prevé para Gaza y su población una vez sometidas: dedicarlas al turismo.

El cambio de lugar, sin embargo, ha llevado a más público y ha comportado que se entre en la Semana por un Arco de Triunfo. No hay para menos. Este año, la Semana ha hecho récord de expositores. Pasearse te anima como siempre hace la cultura. Es de los pocos lugares públicos en el mundo donde la catalanidad no sólo está normalizada, sino celebrada con orgullo y justicia. Es un núcleo cultural de primer orden. Más de doscientas editoriales, y todavía no están todas. Cero turistas. El libro catalán –la lengua enloquecida– representa la vocación más ambiciosa, universal y libre de nuestra cultura. Podrán irnos vendiendo, enflaqueciendo y bombardeando, que, en el tuétano, eliminada incluso la lengua, en el último corazón de este país todavía habrá un libro catalán, en el formato que sea. Destruido el último libro, entonces sí, habrá terminado.

Este año, la Semana ha hecho récord de expositores. Pasearse te anima como siempre hace la cultura. Es de los pocos lugares públicos en el mundo donde la catalanidad no sólo está normalizada, sino celebrada con orgullo y justicia. ”

Toni Sala – Escriptor

Ahora, por ejemplo, puedo acercarme a la parada de Club Editor y comprar la edición de hace diez años deLos hermanos Karamazov. En el capítulo III del Libro Quinto, Iván dice a su hermano: «Quiero viajar por Europa, Alioixa. Sé que sólo encontraré un cementerio, ¡pero un cementerio tan querido! Muertos queridos reposan, cada losa es testigo de su vida ardiente, de su fe apasionada en la ideal, de la ideal».

En su estudio sobre Tolstoi y Dostoievski, Steiner dice que en Rusia, en tiempos de Dostoievski, la corte «era hostil a la literatura. La mayoría de la aristocracia vivía aislada en una barbarie feudal y sólo una minoría europeizada mostraba interés por el arte. Sin embargo, la literatura rusa y la americana fueron las más abiertas y ambiciosas del XIX, como si ya se anunciaran las dos grandes potencias mundiales del siglo XX.

Sí, por supuesto, una clara decadencia europea y una clara decadencia catalana, ahora mismo. Precisamente por eso, acérquese a la Semana y compre uno o varios libros. Busque La Escrita de Perejaume, o los cuatro poemarios reeditados de Carner, o Calles y otros relatos de Stephen Dixon, o puede pedir consejo a los editores mismos, que es un privilegio. Saldrá de toda esta estulticia interesada que busca igualarnos a la baja. Vaya a la Semana del Libro antes de encontrar la forma de estropearla o de cerrarla.