El mayor de los hijos de Pilar Bardem, hermano de Mónica y Javier, es actor, escritor y guionista, pero su compromiso con los derechos humanos y su activismo le han convertido además en un reconocido pensador crítico y un brillante intelectual con voz propia. Hace unas semanas ganó el Premio La Cultura Comprometida que otorga la Asociación Arte y Memoria por su compromiso con los cambios sociales y políticos que han marcado la historia reciente de España y por su habilidad a la hora de reflejarlos en sus creaciones artísticas.
Con nueva novela en las librerías, Badaq, con una serie acaba de estrenar en televisión, La agencia, y con una película a punto de entrar en salas, In the grey, Bardem reconoce cómo ha conseguido pasar de estar en conflicto permanente con el mundo a caerse un poco mejor y cuidarse mental y físicamente.
Estamos asistiendo por primera vez en la historia a un genocidio en tiempo real en 4K. Muchas personas lo justifican y lo aplauden, pero esto no debe llevarnos a la desesperanza
Carlos Bardem62 años
Lee también
Xènia Lobo
Usted, que como actor y como escritor tanto ha indagado en la sociedad actual y en la complejidad humana, ¿ha llegado a entender por qué a veces nos sentimos tan cómodos sacando lo peor de nosotros mismos?
Yo diría que la gente que se deja llevar por estos comportamientos o por estas ideas es gente asustada. La violencia y todas las ideologías del odio tienen una raíz profunda en el miedo a perder lo que tienes, al cambio, pero la ciencia y la historia nos muestran que los grandes períodos de florecimiento de la humanidad siempre han venido de la mano de lo solidario, de lo colaborativo. La historia es dialéctica y, a momentos de mucha incertidumbre y violencia, se suceden momentos de profunda humanidad. Un ejemplo es la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que surge después de la atrocidad del holocausto nazi.
¿Cree que esa dinámica entre miedo, violencia y esperanza también se refleja en los grandes conflictos contemporáneos y en la forma en que reaccionamos ante ellos como sociedad?
Ahora estamos asistiendo por primera vez en la historia a un genocidio en tiempo real en 4K. Muchas personas lo justifican y lo aplauden, pero esto no debe llevarnos a la desesperanza, sino a actuar y a defender lo que sea necesario. Vivimos en un mundo donde predomina una visión muy cortoplacista de la política. Si la gente se une, sale, grita y boicotea a los genocidas, eso puede llevar a cambios prácticos e importantes en el caso del genocidio de Gaza.
Lee también
¿Cómo consigue ser tan optimista?
Una receta muy sencilla es aislarme del ruido permanente, de la intoxicación de las redes sociales, y procurar informarme, leer y escuchar a quienes verdaderamente saben de los problemas del mundo y ofrecen soluciones. Unas soluciones que siempre son complejas, porque los problemas lo son y hay que desconfiar de quienes ofrecen soluciones mágicas e inmediatas. Creo que en esta sociedad de la inmediatez tóxica en la que vivimos, uno de los mayores actos revolucionarios que podemos ejecutar de manera individual es abrir un libro. Cuando tú estás leyendo no puedes estar haciendo otra cosa, no puedes estar mirando pantallas ni escuchando gilipolleces, y tienes que estar concentrado en pensar. No hay nada más revolucionario que dedicar un rato al día a pensar.
Dicen que ese, de hecho, es el propósito de cualquier creación artística, ya sea literaria, pictórica o musical: despertar nuestra mente. ¿Qué le aporta a usted el arte?
Me aporta siempre inspiración, paz, conexiones sinápticas. Cuando tú escuchas una pieza musical o contemplas una obra plástica verdaderamente artísticas, inevitablemente se van a generar en ti pensamientos que no tenías antes. Esa es la función del arte, regalarnos lo más hermoso que puede producir la humanidad. Y nos hace mucha falta en estos momentos de horror. Mientras haya gente que ocupe y se preocupe de crear arte, hay esperanza para la humanidad.
Tengo un compromiso que comparto con Javier y con Mónica, mis dos hermanos: no hacer nada nunca que no enorgullecería a mi madre
Carlos Bardem62 años
Carlos Bardem.
Ana Mañez
Lee también
Paka Díaz
Después de escribir ocho libros y unos cuantos guiones de cine, usted también despierta la mente de sus lectores…
Siempre me gustó leer y, cuando te gusta leer, llega un momento que quizá te hayas dotado de las herramientas necesarias para empezar a escribir los libros que a ti te gustaría leer y que no encuentras. Por eso empecé a escribir. En la escritura he encontrado sobre todo una manera de reflexionar. Hay un dicho que dice que escribir es una manera de leer más profundamente y yo, cuando escribo mis novelas, principalmente lo que intento es entender, lo que intento es leer profundamente el mundo.
Sin embargo, la de escritor y guionista no es su única ocupación. También le reconocemos como actor y, de hecho, como miembro de una de las sagas de actores más populares y queridas de nuestro país, los Bardem. ¿Qué le mantiene con los pies en el suelo?
Agarrarme a la gente que quiero: a mi pareja, a mis amigos, a mi familia… Pero luego tengo una cosa que comparto con Javier y con Mónica, mis dos hermanos, que es una cosa que nos dijimos al poco de morir mi madre, Pilar Bardem: el compromiso de no hacer nada nunca que pensáramos que no enorgullecería a mi madre, hacer siempre lo que creemos que ella hubiera aprobado. Era un ser humano excepcionalmente comprometido, excepcionalmente bueno y excepcionalmente solidario y humano.
Lee también
¿Es ella su referente?
Pasados los sarampiones de la adolescencia, aprendí a admirar mucho a Pilar Bardem como persona. He amado con locura a mi madre, pero es que además admiraba mucho a mi amiga Pilar Bardem y ella ha sido siempre un modelo. Me miro y veo una persona con fallos, pero buena, que no pretende nunca aprovecharse de los demás. Con la edad, creo que he conseguido llevarme relativamente bien conmigo mismo y creo que eso es un buen logro: caerte bien a ti. He sido una persona bastante peleada con lo que me rodeaba y conmigo mismo, y hasta mayor vivía en guerra con el mundo. La edad me ha hecho entender que hay cosas que no puedo cambiar y cosas que puedo potenciar. Alguien decía que todos llevamos dentro un Hitler y un Mozart y que nuestra labor en la vida es estrangular a nuestro Hitler y alimentar a nuestro Mozart. Bueno, pues yo ando en eso desde hace algunos años.
Póngame un ejemplo de algo que quiere potenciar…
La empatía. Soy muy empático con el sufrimiento de los demás, pero no soy inmune al enfado y a veces me sorprendo con arranques que sé que no me hacen ningún bien y que no me ayudan a explicar mejor lo que pienso. León Tolstói escribió que si sientes dolor estás vivo, pero si sientes el dolor de los demás eres humano. Ahora hay una sobreabundancia de dolor e injusticia en el mundo, y cuanto más nuestro hagamos ese dolor, mejores personas seremos. Yo intento seguir eso.
Todos los seres humanos tenemos miedo a la soledad y más cuando encaramos el último acto de la vida
Carlos Bardem62 años
Lee también
Cristina Gaggioli
Usted ha practicado rugby durante muchos años. ¿Quizá era una manera de canalizar esos enfados y arranques?
Para mí es el deporte más maravilloso que existe: creo en los valores que te inculca, creo que es el deporte de equipo por excelencia, y tiene mucho de lucha y de aprender a sobreponerte a los golpes, en este caso no figurados… Cuando me cansé de darme golpes en un campo de rugby y busqué algo más individual, entré en el boxeo. Podría haber elegido las damas, pero aquel chaval en conflicto con el mundo encontró un sitio donde agotarse mejor en un ring.
¿Sigue practicando algún deporte?
Cuando has hecho deporte toda tu vida, es muy difícil dejarlo, pero he cambiado mis objetivos. He adaptado el deporte que hago a las necesidades de mi edad y sobre todo del hombre que voy a ser dentro de unos años, si no acontece ninguna desgracia. Procuro no fatigarme tanto, no hago deportes aeróbicos, no corro ni aunque me persigan, hago buenos entrenamientos de fuerza para mantener la armadura corporal y procuro trabajar movilidad y flexibilidad para ser un señor mayor que me pueda valer. Esa es la imagen de quien me gustaría ser: alguien independiente el mayor tiempo posible en esta película.
Lee también
Cuando cumplió 57 años, publicó un mensaje en sus redes sociales donde decía que llegaba ahí con “pocos pero eternos amigos”…
¡La amistad es una de las formas más importantes del amor! Yo de verdad envidio a esta gente que tiene muchísimos amigos, pero creo que con la edad vas descartando. Hay mucha gente con la que haces una parte de tu vida y luego, por una razón u otra, los caminos se separan. Yo tengo literalmente cinco o seis amigos, que lo somos desde hace más de cuarenta años y que cada uno somos de un mundo absolutamente distinto, cosa que me rescata de tener una sola visión de las cosas o del mundo. Con una salvedad: mi mejor amigo y mi amistad más profunda y más larga es con un actor, Javier Bardem. Tengo la suerte de que mi hermano es mi mejor amigo.
Uno de los grandes temores cuando nos hacemos mayores es estar solos. ¿Le asusta la soledad?
La soledad escogida es maravillosa, la soledad impuesta es terrible. Yo sé estar muy bien solo y, es más, como decía Fernan Gómez, estoy perfectamente capacitado para no hacer nada, para estar tranquilamente en mi casa pensando en la brevedad de la vida o en lo que sea. Dicho esto, creo que todos los seres humanos tenemos miedo a la soledad y más cuando encaramos el último acto de la vida. Como es inevitable, más vale afrontarlo con una predisposición a poner de tu parte para no aislarte. Es muy interesante el asociacionismo, integrarte en grupos de cosas que nunca hayas hecho antes. Aparte de que es bueno para la salud neurológica, a partir de cierta edad, si no lo has hecho nunca, es interesante ponerte a tocar la mandolina, a hacer macramé o apuntarte a un grupo de gente que cante.
El pilates me tiene fascinado y lamento no haberlo empezado antes porque soy de madera, un pinocho, y me encanta
Carlos Bardem62 años
Lee también
Ángeles Gómez
Le cojo la palabra. ¿Hay alguna actividad que usted haya iniciado recientemente?
¡Pilates! El pilates me tiene fascinado y lamento no haberlo empezado antes porque soy de madera, un pinocho, y me encanta. Y también estoy retomando algún idioma que estudié de niño y que luego abandoné. De todas maneras, en mi caso tiene trampa. Cada vez que actúo, tengo que ser otra persona y aprender su mundo, sus intereses. Y esto es incluso mucho más extremo cuando escribo, cuando tengo que crear situaciones, mundos y personajes de la nada. Mi trabajo me obliga a mantenerme curioso e interesado por cosas que en principio no están en absoluto conectadas con mi experiencia.
Alguien dijo que “el ser humano está condenado a la locura porque es el único animal consciente de que va a morir”. ¿Cómo lleva usted esa locura, Carlos? ¿Piensa en ello?
Sí, es inevitable, y cada vez más. Yo creo que la única receta contra eso es vivir de la manera más plena que podamos. Y vivir de una manera plena, insisto, para mí tiene mucho que ver no solo con la creatividad, sino con la empatía.
Lee también
El día antes de morir su madre, sus hijos le cantaron Bienvenidos de Miguel Ríos. ¿Ha pensado cómo le gustaría a usted que fuera ese instante en su vida?
Sé que a mi madre le hizo mucha ilusión ese momento, porque esa canción es muy especial para todos. Pero yo creo que a mí lo que me gustaría de cómo ella se fue es que lo hizo sonriendo a sus hijos. Me importa un poco menos la canción que me pongan, pero si me gustaría tener la oportunidad de sonreír a quienes quiero.