El miedo no es algo que normalmente se asocie con Dwayne Johnson. Desde luego, no en el ring, como aquel carismático villano de ceja arqueada, ni en Hollywood, donde se ha consolidado como una de las estrellas y productores de acción más rentables y singulares de la industria. Todo apuntaba a que la fórmula funcionaba. Y, sin embargo, durante años tuvo la sospecha de que podía hacer más, aportar más, como actor.

Pero cuando llegó el momento de sumergirse en algo más crudo, más vulnerable, con The Smashing Machine, un drama sobre el luchador de MMA Mark Kerr en el que llevaba pensando más de una década, se dio cuenta de algo: tenía miedo.

«No es fácil pensar: “Eh, soy capaz de hacer esto y sé que puedo hacerlo”», contó Johnson, de 53 años, a Associated Press en una entrevista reciente. «Puede que parezca, que tengas un barniz, de que eres capaz y de que tienes confianza. Pero estaba muy nervioso y asustado de hacerlo porque era algo que no había hecho antes».

Johnson ha hablado abiertamente de su infancia difícil, de su turbulenta relación con su difunto padre, Rocky Johnson, y de la inestabilidad económica que vivieron. Pero como artista había mantenido esas viejas heridas al margen… hasta ahora. Por primera vez en su carrera, decidió coger ese trauma y canalizarlo hacia algo que ama: la interpretación y la narración. Y eso le ha puesto en la conversación de los Óscar.

The Smashing Machine, que se estrena en cines el 3 de octubre, no fue solo un salto al vacío para Johnson. Para su compañera de reparto Emily Blunt y el cineasta Benny Safdie, que dirige por primera vez un largometraje en solitario, también fue una oportunidad de mostrar otras facetas de sí mismos. «A veces es difícil saber de lo que somos capaces», dijo Blunt.

Como actor, Johnson nunca pasó por el circuito independiente. No le hizo falta. En 2001 irrumpió en escena con el taquillazo The Mummy Returns y nunca miró atrás. En menos de 25 años, sus películas han recaudado más de 12.500 millones de dólares en la taquilla mundial. Para cuando vio el documental de John Hyams sobre Kerr, su carrera de dimensiones descomunales ya estaba en pleno ascenso, con Luke Hobbs y la franquicia de Jumanji aún por llegar. Aquello se le quedó grabado y, unos años más tarde, adquirió los derechos a través de su productora Seven Bucks.

Pasaron más años hasta que otra película encendió de nuevo la chispa: la frenética y electrizante Uncut Gems. Decidió llevar The Smashing Machine a sus creadores. ¿Y si ellos también podían ver algo distinto en él? Johnson incluso anunció el proyecto en noviembre de 2019. Luego llegó la pandemia, y The Smashing Machine quedó en suspenso.

Pero Safdie no dejó de pensar en ello. Incluso le envió a Johnson una versión de una sudadera Navy que había llevado Kerr (talla XXL), junto con una carta escrita a mano en la que decía que, pasara lo que pasara, esperaba poder estar implicado de alguna manera. Johnson nunca respondió. La obsesión de Safdie se disparó: «Se me metió en el cerebro».

La verdad es que Johnson nunca recibió ni la carta ni la prenda. Pero se abrió otra puerta cuando Safdie coincidió con Blunt en Oppenheimer. Sabiendo que ella se había hecho amiga de Johnson durante Jungle Cruise, se arriesgó a hablarle de The Smashing Machine, no solo para Johnson, sino también para ella.

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Dwayne Johnson, Benny Safdie y Emily Blunt posan durante la promoción de ‘The Smashing Machine’

Rebecca Cabage / Ap-LaPresse

Blunt también tenía ganas de ver a Johnson exigirse más. Cuando le conoció en Jungle Cruise pensó que estaría más cerca de The Rock y pronto comprendió que aquello no solo era un personaje, sino “la interpretación de su vida”. Empezó a preguntarse si Johnson no sería, en realidad, un gran actor de carácter que aún no lo sabía. En The Smashing Machine vio «una oportunidad visceral y emocionante para que todos nos pusiéramos a prueba».

Kerr fue un pionero en la UFC, mucho antes de que las MMA se convirtieran en un deporte de masas. Aunque respetado por los aficionados más fieles, su popularidad fuera de la jaula nunca alcanzó la fama ni las riquezas de estrellas modernas como Ronda Rousey o Conor McGregor. También luchó contra la adicción a los analgésicos y sufrió dos sobredosis antes de rehabilitarse. Y estaba su relación, a veces volátil, con su entonces novia Dawn Staples (con la que más tarde se casó, tuvo un hijo y acabó separándose).

Todo esto exigía a Johnson un tipo de preparación distinta: debía transformar sus músculos en los de un luchador de MMA en lugar de un luchador de wrestling. La metamorfosis también incluía una nueva voz, nuevo cabello y prótesis faciales. Para cuando las cámaras comenzaron a rodar, tanto Dwayne Johnson como The Rock habían desaparecido por completo.

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Eso, dijo Blunt, fue clave durante sus escenas de peleas domésticas, donde no se lanzan puñetazos, pero la devastación emocional es inmensa. «El ambiente que crea Benny es de tal espontaneidad que realmente difuminas las líneas entre ficción y realidad», explicó Blunt. «Hace que las escenas sean terriblemente emocionantes, pero también creo que hace que sea muy difícil desconectar después, porque realmente estás bajo un hechizo».

Independientemente de si The Smashing Machine logra o no atraer la atención de los premios, Johnson se alegra de haber superado el miedo y de no haber escuchado esa voz que le decía que se quedase en su carril. «No quería despertarme mañana pensando: Dios… ojalá hubiera salido de mi zona de confort en aquel entonces. Quería despertarme y decir: “Me alegro tanto de haber salido de mi zona de confort”. Y me alegro muchísimo de haberlo hecho».

Blunt añadió: «Nosotros también».