Siempre que una Ryder Cup asoma, la memoria rescata a George Orwell, escritor que era bastante crítico con el deporte porque creía que fomentaba el nacionalismo, la hostilidad y el odio. “El deporte serio —se podría entender por profesional— es la guerra sin disparos”, escribió.
La contienda que cada dos años celebran Estados Unidos y Europa tiene un cierto aroma en cada edición partiendo del propio concepto. Doce hombres dirigidos por un capitán. No se emplea el término seleccionador o entrenador como en otros deportes. Es el capitán.

Partidos de la primera jornada de la Ryder en horario local, seis horas más en la península.Ryder Cup
Además, el discurrir de esta competición que comenzó en 1927 enfrentando a los americanos y británicos —hasta que, aburridos de ganar 20 años seguidos, los estadounidenses admitieron ampliar al continente sobre todo para que jugase Seve Ballesteros—, recuerda a una operación de comandos. Son un grupo reducido en mitad de una selva en la que el golf pierde todas las etiquetas. El silencio reverencial que suele envolver al golf se transforma en una atmósfera pasional que desafía las normas no escritas de la compostura habitual.

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El hecho, además, de que ganar en campo contrario sea una de las cosas más difíciles del deporte acentúa esta sensación. En los últimos 30 años, sólo dos veces, ambas Europa (2004 y 2012), se consiguió el desafío de levantar la copa que da nombre un fabricante de semillas en las trincheras del enemigo.

El equipo de Estados unidos.Ryder Cup
El ‘salvaje Este’
Los discursos del miércoles de ambos capitanes Keegan Bradley y Luke Donald fueron encaminados a pedir respeto a un público, el neoyorquino, que cuando se ha asomado a Bethpage, un campo público que ha albergado distintas ediciones del PGAy el USOpen, suele ser patoso.
Se consume mucha cerveza, a pesar de que esta ocasión se puede frenar por los precios —entre 15 y 18 dólares el vaso— y en ocasiones el aficionado se mueve a destiempo, molestando al jugador. Incluso a propósito. O se le hacen comentarios hirientes como el que sufrió estos días Jon Rahm cuando le atacaron con lo de “¿dónde has dejado el Ozempic”.
Ajenos al ruido, el grupo de Luke Donald, que les proporcionó unos cascos y gafas de realidad virtual donde se simulaban las peores condiciones ambientales que uno puede imaginar para quitarles la presión en el tee del hoyo 1, Europa respira optimismo.

Scottie Scheffler, en un entrenamiento
Es un grupo cuajado, en el que repiten 11 de los 12 jugadores que maravillaron en Roma en aquel fulgurante comienzo de 4-0 en los foursome (golpes alternativos) y que se fueron a dormir el viernes sin haber perdido un solo partido. Son jugadores de talla mundial como Rahm y Rory McIlroy, el golfista que este año completó el Grand Slam con la victoria en el Masters. Sus lugartenientes son poderosos: Justin Rose, Tyrrell Hatton, Tommy Fleetwood, jugadores acostumbrados a meter putts decisivos y a jugar enequipo, algo trascendental.

El equipo de Europa posó junto al Puente de Manhattan.Ryder Cup
La mayor paliza
Estados Unidos presenta un equipo menos experimentado con cuatro debutantes —Spaun, Young, Griffin y Henley— y con poco palmarés en la Ryder en el resto de contendientes. Quien más tiene una victoria.
Pero el país apela a Scottie Scheffler, el indiscutible número 1 del mundo haya escisión o no, y al recuerdo de la última contienda que afrontaron como locales. En WhistlingStraits en 2021, con seis rookies, batieron a Europa por 19-9, el mayor tanteo por cualquiera de los dos bandos de la historia.
Tres días apasionantes, en los que como expuso Donald al público “les daremos algo que respetar y admirar, aunque no seamos su equipo”.