Hay exposiciones y exposiciones. Todas conllevan un incesante trabajo previo, preparativos muy atentos a los detalles, seguimiento minucioso de la propuesta curatorial, atención a lo … importante y lo accesorio, donde a veces enreda el diablo… La experiencia del visitante apenas tiene que ver con la acumulada por quienes trabajan para que esas piezas salgan a su encuentro, conmovidos también por la belleza depositada en las obras reunida pero preocupados además por garantizar que los planes que tiempo atrás detonaron esta propuesta que ahora ven nuestros ojos se cumplan con la mayor fidelidad posible. Cuando se trata de algunos de los lienzos más conocidos y prestigiosos de Joaquín Sorolla, esa clase de celo se agudiza. Nada puede salir mal. Y cuando se trata de traer algunas de las cimas de su producción de Madrid a Valencia, descolgándolas de los muros del museo hoy en obras para que abrillanten el otoño cultural valenciano desde la sede de Fundación Bancaja, las peripecias organizativas acaban por parecer a una operación militar. Una planificación pertinente para responder sin tacha a la pregunta que detona estas líneas: cómo se muda un Museo.
Primera fase, recurrir al método habitual en esta clase de encomiendas. Es decir, eliminar el factor sorpresa que, a diferencia de esas hazañas bélicas, aquí serían garantía de fracaso, no de éxito. «Se trabaja con proveedores altamente especializados que cumplen los estándares internacionales de calidad y seguridad en el embalaje y transporte de obras de arte», explican desde la Fundación. Un paso inicial al que seguirán otros, con la misma pretensión de estar a la altura del desafío que significa mover desde su emplazamiento habitual a cuadros tan icónicos como ‘Paseo a la orilla del mar’, ‘El baño del caballo’ o ‘La siesta’ los 360 kilómetros que median entre la calle General Martínez Campos donde tiene su sede el Museo hasta la plaza Tetuán, donde la producción del maestro valenciano podrá visitarse hasta el 8 de febrero.
La segunda fase de la ‘Operación Sorolla’ se desdobla en realidad en una serie de cometidos tan minuciosos como delicados. Las obras viajan en vehículos de carga especializados en transporte de obras de arte y hacen el camino por carretera: si usted, al volante de su coche, adelantó el otro día a semejante convoy debe saber ahora que se puso por delante de un pedazo de nuestra historia artística, y también sentimental, y de un valioso cheque al portador, porque la suma de todas esas piezas da como resultado una abrumadora cifra de euros. Por cierto que desde Bancaja anotan una curiosidad: cada una viaja en una caja de características especiales para mantener la seguridad de la obra durante el recorrido. ¿Y cómo se embalan? ¿Qué características debe reunir un traslado tan sensible? «Son cajas de cuerpo rígido», explican desde la Fundación, «fabricadas en madera contrachapada, que se sellan con una junta de cierre con cinta de caucho hermética».
El transporte requiere de otros mecanismos que aseguren el perfecto estado de salud de las piezas cuando se desembalen en el punto de destino. Por ejemplo, el interior de las cajas cuenta con un aislante rígido higrotérmico (es decir, que asegure una temperatura estable) e ignífugo, a prueba de potenciales e indeseadas llamas. «La base de la caja está enmoquetada y con amortiguación de sándwich de poliestireno», detallan en Bancaja, «porque cuentan con un acolche blando inerte hidrófugo que reviste la obra». Además, cada pieza se protege con material tipo tissue «de alta calidad de conservación, pH neutro y no abrasivo». Y también, por supuesto, ignífugo.
Ya tenemos por lo tanto a las criaturas de Sorolla en el camión. Llega el momento de su transporte, que no puede recurrir a cualquier método convencional. Las obras viajan en vehículos de carga «diseñados específicamente para el transporte de obras de arte con estructura isotérmica, control de temperatura y humedad, suspensión neumática, sistemas de estiba y ajuste de cargas», anota en la Fundación. ¿Cómo son estos camiones? Muy específicos para esta clase de traslados. Los vehículos tienen temperatura controlada (20º) en caja, independiente de cabina, con una humedad relativa del 50%… Además, disponen de alarma, un dispositivo de seguridad que incluye centralita antiincendios y también sistemas de alerta en caso de robo y gradúa cualquier oscilación en su temperatura. También registra modificaciones en variables como la humedad o su posición, una garantía adicional que incluye su conexión mediante radio y GPS con una central de alarmas.


A una semana de la inauguración
La magna exposición con los fondos del Museo Sorolla se abre al público el próximo viernes, día 3. A falta de una semana, en las salas que Fundación Bancaja reserva para esta cita clave en el otoño cultural valenciano triunfan ya algunas de las valiosas piezas recién llegadas desde Madrid, mientras a su alrededor transitan los responsables de que el visitante que dentro de unos días se las encuentre pueda admirarse como se admira quien esta mañana de finales de septiembre recorra este espacio y tropiece con un rosario de obras maestras saludando. Impresiona el itinerario por donde deambulan los correos llegado del museo madrileño para asegurarse de que Sorolla recibe en su tierra el trato que merece, afilando los utensilios los expertos en arte que pasean la mirada por las piezas ya desembaladas y compartiendo con los operarios que llevan las cajas todavía sin desembalar de una estancia a otra. E impresiona sobre todo tropezar cara con el genio valenciano. Su autorretrato surge al final de la caminata interpelando la curiosidad de quien se pregunte cómo será la exposición una vez abierta: la duda que se despejará en una semana pero que ya ofrece más bien una certeza. Será tan maravilloso como pasear ahora entre estas joyas de la historia de la pintura.
Tercera fase. La comitiva ha llegado hasta Valencia, custodiada por cierto en su recorrido «de punto a punto» por una escolta de la Policía Nacional. A su llegada a la sala de la exposición se procede a uno de esos procesos que siguen los astronautas cuando vuelven a la Tierra desde sus paseos espaciales. Unos días de descomprensión, durante los cuales cada obra se mantiene en el interior de las cajas sin abrir: un periodo de 24 horas para el proceso de aclimatación, superado el cual los organizadores de la exposición ya pueden respirar aliviados. Se abren al fin las cajas, se comprueba el perfecto estado de revista de las piezas y con todo el mimo del mundo un equipo formado por técnicos especialistas en diferentes áreas (desde la carpintería, a la electricidad y la iluminación, pasando por supuesto por expertos en conservación de obras de arte) pone rumbo a la fase final, la definitiva: colgar de las paredes de la Fundación esta extensión del museo madrileño. Sesenta obras; mejor dicho, 59. Una aguardaba en Valencia: ‘¡Triste herencia!’, la monumental pieza de la colección de Fundación Bancaja con que Sorolla ganó el Grand Prix en la Exposición Universal de 1900 en París y alcanzó su consagración internacional. Como sus hermanas, se dispone a a disfrutar de una experiencia inspiradora: dialogar entre sí durante cuatro meses. Y compartir con ellas casi una epifanía: disfrutar de nuevo de la majestuosa luz de Valencia con que fueron alumbradas.