Hasta ahora la Ryder ha dejado varias lecciones. El factor cancha solo es decisivo si el equipo local rema a favor, jugar esta competición como número uno del mundo es más un pasivo que un activo y Jon Rahm tendrá un lugar muy especial en la historia de la bienal el día que deje el golf profesional. El vizcaíno fue el mejor jugador en Bethpage Black (Nueva York) este viernes, una escabechina europea que comandó con dos victorias, una de ellas sobre el número uno del mundo, Scottie Scheffler. Los hombres de Luke Donald ganaron tanto los foursomes matinales (1-3) como los fourballs (1,5-2,5) de la tarde y llegan al segundo día en una posición que no disfrutaban a domicilio desde Oakland Hills 2004, cuando se fueron a la cama con un 6,5 a 1,5 favorable la primera noche.
Había ocurrido ya tres veces que el líder del ranking mundial (todas las anteriores cuando mantenía su credibilidad intacta, en tiempos preLIV) perdiera sus dos primeros duelos en la jornada inaugural. Le ocurrió al galés Ian Woosnam en 1991 y a Tiger dos veces (1999 y 2002). El hombre que más se ha acercado al título de discípulo del Tigre últimamente engrosó la estadística por obra de Rahmbo, que en la primera sesión ya había tumbado a DeChambeau. Los dos pesos pesados estadounidenses, groguis ante un tipo que solo ha perdido 1 de sus últimos 11 partidos en esta cita (7 victorias y 3 empates), racha solo igualada por otra leyenda europea, Ian Poulter. Por parejas, solo ha cedido 2 veces en 10 apariciones hasta la fecha. “No solo yo tengo el mérito, he tenido grandes compañeros. Tyrrell ha sido un compañero genial, en Roma estuve con Nicolai, ahora con Sepp. Somos un equipo”, dijo con clase, aunque Straka, salvo por su chip en el 2, casi fuera un espectador de lujo en su exhibición. El espíritu de Seve está a salvo en sus manos.
A Scheffler le noqueó en el 3. Jugó un buen hierro, se lo mejoró el texano y el que acabó embocando el birdie y ganando el hoyo fue él. A partir de ahí, los putts del campeón del PGA Championship y el British Open este año, ya ni se acercaban al hoyo. Acabó su doble ejercicio sin un solo birdie, una anomalía que ni Henley primero ni Spaun después, dos rookies abrumados por la tarea de acompañar al pope de la fiesta, pudieron sostener. Los últimos hoyos en ruta al 3&2 final le disculparon algo, pero Estados Unidos no va a ganar esta Ryder sin sus puntos y el sábado la tara mental con la que va a cargar será importante.
Por detrás habían decantado muy rápido su choque Justin Thomas y otro de los novatos locales, Cameron Young. En el mejor debut (6&5) de un estadounidense des el de Mickelson en 1995, jugó un golf que simplemente vino a reafirmar su química con este campo, en el que tiró un 64 durante un campeonato estatal que en su día fue el récord. Cargó durante buena parte del pulso con Thomas, desconectado hasta los nueve segundos, y con eso bastó para dejar fuera de juego rápidamente a la dupla nórdica formada por Aberg y Rasmus Hojgaard, mucho más enclenque que la que formó el primero con Hovland en Roma 2023, por ahora inédita en esta edición.
Nadie consiguió abrir grandes brechas en el segundo y el cuarto turno, dos duelos enconados que serían los que terminarían de decantar la balanza del primer asalto a favor de Europa. Una dupla 100% inglesa, Tommy Fleetwood y Justin Rose, sometió por agotamiento a DeChambeau y a Ben Griffin, que tuvieron oportunidades de alejarse en los nueve primeros hoyos y dejaron escapar el partido en una recta final (1 arriba) con dos putts marca de la casa de Rosey. Solo Chema Olazábal dio más puntos (10,5) al viejo continente que Fleetwood (10) en sus 14 primeros partidos en la Ryder.
McIlroy y Lowry, el sueño húmedo de lal nacionalismo irlandés, la isla reunificada metafóricamente por el golf, estuvieron cerca de dibujar el final ideal para Europa. Habían salido 2 arriba al 10, pero se les escurrió la renta entre el 12 y el 13 y no consiguieron el punto completo al final ante el empuje de Cantlay, el único ‘yanqui’ que no se encogió en todo el día, de lo poco a lo que puede agarrase Keegan Bradley tras un viernes que le deja un panorama escabroso. “Quedan tres cuartos por jugarse y tengo fe”, lanzó. Pero el equipo que mandaba en la tabla tras el primer día ha ganado las últimas cinco copas puestas en juego, y Scheffler y DeChambeau, que deben ser el dedo intimidante del ‘Tío Sam’, combinan cero puntos por ahora. En la ‘ciudad que nunca duerme’, Jon Rahm lo hará a pierna suelta.
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