Pablo Valero Flores es doctor arquitecto y miembro activo del grupo de investigación Salud, Arquitectura y Ciudad (HAC, por sus siglas en inglés) perteneciente a … las universidades de Málaga y Sevilla. Así, este es el único nodo de investigadores que trabaja sobre el diseño arquitectónico y la sanidad. El fin es desarrollar soluciones arquitectónicas que permitan «construir entornos más saludables e inteligentes en edificios y ciudades». De esta forma, Valero ha desarrollado una pionera tesis doctoral, dentro del programa de Doctorado en Biomedicina, Investigación Traslacional y Nuevas Tecnologías en Salud de la Facultad de Medicina, que se titula: «Influencia del entorno espacial en usuarios con alzhéimer. Parámetros, criterios generales y pautas de diseño arquitectónico». Se trata de «proyectar para la memoria» o diseñar viviendas, edificios públicos y enclaves urbanos amables para estos enfermos, de forma que mediante esta disciplina se pueda potenciar su calidad de vida.
«Es la primera vez que una temática arquitectónica se ha desarrollado en forma de tesis doctoral en un programa doctoral de la Facultad de Medicina al focalizarse en las necesidades espaciales específicas de un colectivo con una enfermedad cognitiva concreta», explica Valero a SUR, además de recordar que se estima que más de 800.000 personas sufren algún tipo de demencia en España, 180.000 en Andalucía, mientras que en Málaga las cifras de los enfermos de alzhéimer oscila entre los 15.000 y 20.000.
La tesis ha sido premiada con el premio a la excelencia en la investigación que conceden la Fundación Centro de Estudios Andaluces y la Junta
Su trabajo ha levantado tal expectación que ha sido galardonado, en la categoría de Realidad Social, con el XX Premio Tesis Doctoral que otorgan la Fundación Centro de Estudios Andaluces y la Junta, por su excelencia en la investigación sobre esta realidad.
Génesis de la idea
La génesis de la tesis tiene una década y está relacionada con la actividad del grupo. Dice Valero: «¿Cómo podemos los arquitectos aportar soluciones para ver qué repercutir en la calidad de vida de estas personas?». El campo de estudio fueron 146 personas con alzhéimer leve, cuyas familias, médicos, terapeutas y cuidadores colaboraron con Valero. Hicieron tres ensayos. «Hemos trabajado con personas para obtener resultados contrastados», indica.
Un enfermo de Alzhéimer.
SUR
En primer lugar, realizaron encuestas a los pacientes y a sus familiares, cuidadores y médicos. «Buscábamos que ellos valorasen su vivienda», dice, y añade: «Queríamos saber si ellos se sentían seguros, autónomos, si entendían la casa como accesible. Eran preguntas fáciles, a veces reiterativas, para que la encuesta tuviera un valor científico». En segundo lugar, les pidieron que dibujasen su casa «para ver qué han retenido en la memoria». «Valorábamos las proporciones, los recorridos, a qué estancia le daban más prioridad. Les pedíamos que dibujasen su dormitorio y la casa. Hemos conseguido resultados asombrosos, que nos han permitido parametrizar ciertos elementos que no son perceptibles para nosotros, pero para ellos tienen una gran importancia», agrega. Se refiere, por ejemplo, a la relación visual del enfermo con el exterior. «Aunque ya no vivan en esa vivienda, ellos recuerdan perfectamente que tenían una vista al mar, una relación con el vecino, ahí viene la relación con el entorno. Algunos dibujaban un recorrido sin levantar la mano, porque recordaban perfectamente cómo entraban, cómo se movían, y ya no viven allí: recuerdan aspectos cruciales que después nos sirven para poder proyectar», declara.
Un museo causó agitación a los enfermos al tener la necesidad de salir, mientras que el colegio, que a priori encerraba una sobreestimulación del ruido que podía afectarles, les recordó a su infancia
El tercer ensayo ha consistido en realizar recorridos en edificios de arquitectura contrastada en la ciudad: el CAC, la iglesia Stella Maris, el colegio de las Teresianas y la Universidad Laboral. «Medíamos parámetros medioambientales y veíamos cómo reaccionaban», subraya, para explicar al instante: «La temperatura, por ejemplo, era uno de los parámetros. No es lo mismo la temperatura controlada que puede existir en un museo o en los jardines de la Universidad Laboral. La iluminación, la estimulación sensorial y el ruido». ¿Cómo reaccionaron a estas situaciones en los diferentes enclaves?: «Pensamos, por ejemplo, que el colegio les iba a producir rechazo pero la sobreestimulación del ruido les recordaba a su infancia. Sin embargo, en un lugar como puede ser un museo, más limpio, sin ventanas ni nada, tenían necesidad de salir, se encontraban como ‘prisioneros’, les generaba una agitación y estrés», precisa.
Conclusiones
«La conclusión principal es que el espacio en el que habitan las personas con demencia influye directamente en su calidad de vida», señala. ¿Y qué influye en esa calidad existencial? La influencia de la luz, la relación con el espacio, la estimulación sensorial, la adaptación climática del lugar», recalca. La luz influye, señala, pero «hemos llegado a saber qué tipo de luz, en qué grado, con qué características influye en estas personas». O la temperatura, las personas sanas reaccionan de una forma a determinados tramos de grados y los pacientes de demencia, lo hacen de una manera distinta en otros tramos. «A nosotros, una determinada luz nos genera un confort, una luz cálida con una determinada intensidad lumínica, pero estas personas tienen otros rangos en donde sí sienten mayor confort».
Valero da más claves. Indica que las personas con alzhéimer tienen alterados los ritmos circadianos. «Cuando va a anochecer, ellos creen que el cambio del sol es el amanecer. ¿Cómo adaptamos la vivienda a estas circunstancias».
Las nuevas tecnologías son aliadas de los pacientes. Las casas, además, han de estar adaptadas a las fases inicial, intermedia y avanzada de la patología
Para adaptar una casa a estos pacientes hay que conocer qué necesita, porque la sintomatología es amplia. Asimismo, ha de ser adaptada a cada una de las etapas de la enfermedad: fase inicial, intermedia y grave o avanzada. En la primera, hay que impulsar la autonomía de la persona. Ahí se le puede ayudar impulsando «espacios recorridos que sean visuales directas. Por ejemplo, que desde el dormitorio se identifique dónde está el baño». Aquí tienen mucho que decir las nuevas tecnologías, avisando de un fuego que se queda encendido, o el televisor o el aire acondicionado. Y, en una fase más avanzada, hay que recurrir a elementos como grúas y otros de movilidad.
Medidas de seguridad
Asegura que hay mucho desconocimiento sobre cómo adaptar una casa. «Tenemos asumido que las primeras medidas han de ser de seguridad y hacemos cambiar el plato de ducha. Pero a lo mejor los enfermos quieren que se adapte el salón», precisa, por lo que reclama una normativa específica que señale a la población y a los técnicos qué hacer. Lo ideal es que la vivienda esté preparada para esa adaptación que viene y que no tiene por qué ser tan costosa. Por ello hay que actuar sobre los planes urbanísticos y los de demencia. «Por ejemplo, una persona que se sienta al lado de una ventana y le empieza a incidir el sol a lo mejor desconoce que hay que activar el mecanismo de la persiana», reflexiona. Ahí podrían realizarse mejoras tecnológicas. O con las puertas abatibles, «se pillan los dedos», por lo que podrían ponerse correderas. O si se mira a un espejo, «no se reconoce y entra en estrés: estamos trabajando en hacer que esa superficie deje de ser reflectante», lo que también puede ocurrir con un suelo en el que se refleje la sombra.
Ha estudiado las escalas urbanísticas, residenciales y domésticas, de forma que lo que se haga en la vivienda se puede aplicar al resto. En su opinión, «los planes urbanísticos deben contemplar que haya reserva de vivienda para esta población, igual que ocurre con los discapacitados físicos», y todas estas mejoras han de utilizarse en residencias y en los edificios de la ciudad, sobre todo los públicos. Propone que haya normas, manuales y reglamentos. En la ciudad, la aplicación se da en lo materiales de los bancos (hechos de elementos cálidos o ergonómicos), las superficies o la señalética. Pone el ejemplo de una persona que esté en la plaza de la Marina y no puede reconocer calle Larios si está continuamente llena de obstáculos y montajes de diferente signo. «El tema es que el 80% de los enfermos de alzhéimer quieren vivir en su casa y hay que adaptar su entorno», concluye.